La República

La dicotomía periodística: ¿Ambición o calidad de vida?

Realidad: La vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado. La lucha entre la ambición (a veces mera necesidad de trabajar) y la voluntad de priorizar otras cosas (salud mental, familia, calidad de vida) es lo que, por lo general, nos hace vivir con tanta inquietud.

1) Hay que mezclar el trabajo cotidiano con el disfrute de la vida. 2 y 3) El exceso de trabajo malgasta.

Hay algo que me en­canta de charlar con periodistas: entien­den las expectativas y el proceso. Esta newsletter jamás la leería la ami­ga recién graduada en Ingeniería Química. Pero sí mis compañeros de trabajo, los amigos de la uni­versidad o los pseudocolegas de Twitter con la misma devoción por entender el periodismo, traba­jar para él, renunciar a él.

Hace dos jueves quedé para ce­nar con el grupo de amigas de la Facultad. Nuestras conversaciones suelen funcionar como bálsamo, terapia grupal y hasta podrían dar el pego como posible tertulia en Tardeo. El escenario ha ido cam­biando con los años y también los temas; la esencia es la misma.

C. está harta de su trabajo como redactora de televisión. Dice que aquí, en España, no hay historias que contar, y que las que hay a na­die le interesan. Quiere irse a Lati­noamérica y cambiar la persecu­ción de Almeida en Barcelona por otro tipo de acontecimiento. Tra­ta de vender un reportaje que le ha costado varios meses producir sobre la alopecia femenina a di­ferentes medios del país, pero, de momento, no ha tenido suerte. M. siempre insta a que nos pasemos al “lado oscuro” del periodismo. Cobra 1.700€ y tiene un jefe bas­tante majo, de ahí su insistencia. V. crea contenido para marcas co­nocidas y hace poco le subieron el sueldo, aunque últimamente cie­rra el ordenador a las 21 horas, B. hace frente a un préstamo por un máster universitario mientras in­tenta encarrilar un libro y P. segui­rá trabajando como autónoma pa­ra un medio a falta de un contrato fijo en la redacción. Yo les con­té que cambio de trabajo, que me adentro en un volcán prodigioso donde quiero sumar y aprender.

Discutíamos sobre si es mejor ‘pringar’ ahora, más adelante o no hacerlo. La vida no puede ser tra­bajar toda la semana e ir el sábado al supermercado”, leí una vez en un titular que no consigo olvidar”.

La lucha entre la ambición (a ve­ces mera necesidad de trabajar) y la voluntad de priorizar otras co­sas (salud mental, familia, calidad de vida) es lo que, por lo general, nos hace vivir con tanta inquie­tud. ; otras no están dispuestas a pasar por el aro y prefieren priori­zar el sentirse valoradas y bien en el trabajo desde los veintipocos, y lo único que puedo decir yo es que siempre podríamos tener a Volde­mort como jefe (y tal vez no sería tan malo).

Beatriz Serrano, periodista y au­tora de la newsletter Massolit 101, escribía en su última publicación al­go que me atravesó como una fle­cha:

“Pero tiene que haber otra vida, ¿no? Una vida donde los martes no sean una cosa que quitarse de enci­ma cuanto antes. No dejo de pen­sarlo. Estoy obsesionada con ese pensamiento. Tiene que haber al­go más porque esto no puede ser así siempre. Algo mejor. Algo distinto. “La vida no puede ser trabajar to­da la semana e ir el sábado al super­mercado”, leí una vez en un titular que no consigo olvidar”.

La lucha entre la ambición (a ve­ces mera necesidad de trabajar) y la voluntad de priorizar otras cosas (salud mental, familia, calidad de vida) es lo que, por lo general, nos hace vivir con tanta inquietud.

Una lectora de Fleet Street me compartía su dilema hace poco. Ella trabaja en un medio local y sal­ta a una radio de ámbito nacional cuando la llaman para hacer sus­tituciones. Me contaba que se ha planteado varias veces sacrificar su ambición profesional por dedicarse a un trabajo que le proporcione una mayor calidad de vida, menos pre­sión y compromiso.

¿En esta disyuntiva, qué es me­jor? ¿Priorizar el trabajo o a noso­tros mismos? La respuesta depen­derá de cada persona. Por supuesto, hay empleos donde ambas cosas son complementarias, pero en la mayoría aún son excluyentes.

A todos nos gustaría poder dis­frutar de los martes y no desear que el día transcurra lo más rápido posi­ble para volver a la cama. Aprove­char las horas de sol fuera del traba­jo y no pasarlas en él. No sentir que vivimos dando vueltas en una rue­da de hámster constante, en esa sa­bia comparación del ritmo vital que llevamos que Marta Hortelano ha­cía en el último número de su bole­tín Captura de pantalla.

Steve Jobs compartía en su dis­curso de graduación para los estu­diantes de Stanford en 2005 esta reflexión: “Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo así: “Si vives cada día como si fuera el últi­mo, algún día ciertamente tendrás razón.” Me impresionó y, desde en­tonces, durante los últimos 33 años, me he mirado al espejo cada maña­na y me he preguntado: “Si hoy fue­ra el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer hoy?” Y siempre que la respuesta ha sido “no” durante demasiados días seguidos, sé que necesito cambiar algo.”

Tal vez esa pregunta ante el espe­jo es un buen lugar por donde em­pezar.

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