Análisis. Enfrentando el desorden
Detener despilfarro de agua es un imperativo ineludible

Quienes ya poblamos canas y vivimos en el campo los primeros años de vida, recordamos con nostalgia la exuberancia de bosques, manantiales, arroyos, ríos y vida silvestre, en casi todo el territorio de la República Dominicana.
En Ocoa, mi memoria recuerda los caudales prominentes de los ríos Nizao, Mahoma, Mahomita y Yuna; en menor medida el río Ocoa, el Canal, el Banilejo; también los arroyos Valentín, La Ciénaga, Cazuela, Parra, Los Palmaritos, Jigüey con su famosa piedra Mata Barraco, y el Cañada Grande, entre otros.
Pero esos caudales de agua no salada están disminuidos y en algunos casos ya son cañadas secas por las que solo discurre agua, cuando llueve torrencialmente.
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