Sector Salud

Doña Altagracia no cede en lucha por su esposo

Doña Altagracia lleva cinco días corridos viajando desde Monte Plata hasta el Moscoso Puello.

El comentario era de proximidad, confiable, sano, en plenas ins­talaciones del sexagenario Hospital Fran­cisco Moscoso Puelo.

“El esposo de ella es que es­tá ahí; el hijo es que la está ayudando con lo que puede y esa señora viene de Monte Plata”, eran palabras de ciu­dadanos conmovidos por la situación de doña Altagracia, a espera de noticias sobre su esposo, afectado de Covid-19 en el centro hospitalario, in­augurado el 24 de octubre de 1959.

Doña Altagracia reside en Monte Plata, y desde los cin­co días sucesivos que lleva ingresado su esposo, de 74 años, no ha tenido respiro por el caso de las analíticas requeridas a realizar en la­boratorios fuera del centro médico.

Precios en las nubes “Qué cosa, esas analíti­cas me están saliendo caras; con ese seguro de Senasa no deberían cobrarlas”, co­mentaba, desesperanzada, mientras sacaba de su bolsi­llo la factura de un análisis realizado el pasado jueves.

“Esos análisis se los hice ayer y me cobraron tres mil largos, y quiero irme tem­prano a ver qué fue lo que pasó con mi cédula en el sú­per”, decía, envuelta en sus pensamientos.

Csada mañana, Altagra­cia es la primera formando fila, a espera del reporte mé­dico, según cuentan pacien­tes que llevan varios días, junto a ella, sentados en los muros de cemento ubicados en el parqueo del Moscoso Puello, que sirven como sala de espera.

Ella narra que hace cua­tro meses a su esposo le dio Covid-19, teniendo una pri­mera dosis de la vacuna, y pasó una semana en un cen­tro hospitalario de la capital trasladándose desde San Pe­dro de Macorís, pero no fue tan grave, como ahora.

“Esa vez nos tuvimos que mudar a la casa de mi papá en Monte Plata, que falle­ció y era propia, porque esa casa en San Pedro era muy cara. Ahora se repite la his­toria y no aguanto esta pre­sión del pasaje y los análisis. ¡Esto no es fácil mi hija!”.

Su hijo, de 32 años, tiene “un negocito”, y es quien la ayuda con lo que puede.

“Él un día me mandó dos mil pesos, pero dime, uno pagando 500 casi diario, sólo de pasaje”, expresó Al­tagracia.

“Y todos los días hay que sa­lir cinco y seis veces a bus­car medicamentos y a hacer análisis; cuando tú vas a los laboratorios no aceptan el seguro del gobierno”, agre­gó.

Altagracia, de 63 años, no está trabajando. Explicó que para evadir el coste del pa­saje de todos los días, des­de Monte Plata a la capital, tuvo que amanecer dos días en el hospital, y esto le pro­vocó una arritmia. En sus ojos se notaban muchas ho­ras sin descanso.

El aprieto en el Super También contó que ayer se fue de compras y, cuando fue a pagar, ya no le funcio­naba su número de cédula, con la que recibía una ayu­da.

“Ayer voy dizque a comprar al súper y monto en el ca­rrito mi arroz y mi aceite; cuando voy a pagar, no pasa y digo: Dios mío, me la qui­taron; nosotros dos somos solo y con eso yo me ayuda­ba”, dijo Altagracia.

Altagracia no tiene forma de costear los análisis que de­be realizar fuera del hospi­tal, ni el dinero de los pasa­jes para Monte Plata.

Ese hombre, dijo, refirién­dose a su esposo, “no pue­de trabajar; suerte a Dios que vinimos a la casa de pa­pá que estaba vacía, porque hay un hermano mío que vi­ve aquí”, enunció.