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Dinorah recorre diario 92 kilómetros para ver a su hijo

La dama dijo que la familia necesita una caja de “remdesivir” para el tratamiento de su hijo, pero sus peticiones de ayuda no han obtenido respuestas.

Dinorah Marte se traslada cada día a Cecanot desde la comunidad La Malena. ja maldonado/listín diario

Dinorah Marte se traslada cada día a Cecanot desde la comunidad La Malena. ja maldonado/listín diario

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Helenny AmparoSanto Domingo, RD

“Hijo es hijo. Yo por esos hijos mire, hago lo que sea…”, fueron las palabras firmes de doña Dinorah Marte, que revelan la dimensión de los sacrificios que está dispuesta a correr por el bienestar de sus tres hijos.

Trasladándose desde la comunidad La Malena, en la Autopista del Este, hasta el Centro Cardio-Neuro Oftalmológico y Trasplante (Cecanot), así se ha pasado los últimos tres días doña Dinorah, quien sin otra cosa que su cartera y fe, acude diariamente para recibir el reporte médico de su hijo Rudy, ingresado por Covid-19 desde el pasado viernes.

La distancia, cerca de 46 kilómetros para llegar e igual cantidad para volver, en total unos 92 kilómetros cada día, ha sido el menor de los obstáculos para esta madre, que aseguró madrugar cada día para estar en la entrada del recinto hospitalario a tempranas horas de la mañana.

“Sí, sí, a las nueve ya yo estoy aquí”, manifestó Dinorah, mientras esperaba noticias de su hijo de 46 años, sentada sobre la dureza del concreto y rodeada por el resplandor del sol.

Rudy Peña comenzó a presentar tos constante y dolor muscular, síntomas suficientes que encendieron la alarma en su madre, quien auxiliada de sus otras dos hijas le convenció de asistir a una revisión, que revelaría la presencia del coronavirus en su organismo.

Actualmente, el también padre de dos pequeños está recibiendo oxígeno y su situación de salud parece estar estancada en un diagnóstico grave desde que fue referido a Cecanot.

Dinorah contó, además, que Rudy no está vacunado y que padece una condición de salud en los pulmones.

Por el contrario, la madre indicó que ella sí lo está y para demostrarlo se apresuró en buscar entre sus pertenencias la tarjeta de vacunación que lo avala.

Aunque sus palabras estaban acompañadas de una particular calma, sus ojos parecían revelar una preocupación que ni siquiera su mascarilla bien puesta lograba ocultar.

Se trataba, según dijo, de la impaciencia por no contar con los recursos económicos para costear los análisis y medicamentos sugeridos por el personal de salud que atiende a su hijo y el dinero de los pasajes de los autobuses que debe tomar para ir y volver. “Yo vengo con lo que me dan los vecinos”, expresó, seguida de un silencio que solo interrumpían los demás familiares que como ella esperaban retornar a casa con sus allegados sanos.

En La Malena, ubicada entre las playas de Juan Dolio y Boca Chica, Rudy trabaja en el sector construcción y otras actividades similares, por lo que tras su contagio y posterior internamiento “no hay de donde sacar el dinero”.

Una caja de “remdesivir” es lo que, por el momento, necesita el paciente pero la deseos de doña Dinorah y las peticiones de ayuda aún no han rendido los resultados esperados. No obstante, externó que “con Dios” y “si aparece alguien” que le ayude lograra comprar el medicamento para Rudy.

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