Enfoque: Política

Estados Unidos en peligro

Adolfo Hitler y Benito Mussolini fueron escogidos por los cultos europeos. La doctora en Psicología Mary L. Trump afirma que su tío Donald Trump es un sociópata. Lo único que realmente le interesa es ser amado y admirado.

1) Adolfo Hitler. 2) Donald Trump. 3) Benito Mussolini.

1) Adolfo Hitler. 2) Donald Trump. 3) Benito Mussolini.

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Carlos Alberto MontanerEstados Unidos

La trilogía se compone de Fear, Rage y Peril. La traducción sería algo así como “mie­do”, “ira” y “peligro”. Es sobre Donald Trump. El últi­mo de la serie es Peril. Se trata de una obra formidable de Bob Woodward –el incisivo escri­tor que le costó el cargo al pre­sidente Richard Nixon tras des­enredar, junto a Carl Bernstein, la madeja de “Watergate”–, y Robert Costa, un joven y nota­ble periodista del Washington Post.

El libro es claramente “pe­riodismo investigativo”, una especialidad de la cultura an­glo-norteamericana. Les cues­ta mucho dinero a los edito­res mantener a los periodistas mientras escriben todo un li­bro. Por eso es un asunto de la económicamente poderosa cultura anglo-norteamerica­na. Lleva mucho tiempo entre­vistar a 200 personas y grabar­las con su consentimiento.

Luego hay que transcribir las entrevistas lo que, general­mente, hacen los propios auto­res para no separarse del mate­rial por razones de seguridad, editarlas sin traicionar la esen­cia de lo que han dicho, y cons­truir con ellas una historia co­herente. En el caso de Peril, Woodward y Costa les dieron vida a 72 capítulos, que se leen muy rápidamente, y que con­vencen a cualquier lector obje­tivo de que Donald Trump era un peligro para la democracia estadounidense.

¿Por qué era (y es) un peli­gro? Porque, una vez que ave­riguó que perdió las elecciones, intentó revertir el clarísimo re­sultado electoral, alegando que fue víctima de un fraude a gran escala, destruyendo insensible­mente la imagen de EE.UU.

¿Por qué seguiría nadie el ejemplo norteamericano, si el ocupante de la Casa Blanca es producto de una estafa y no tendría que ocupar ese cargo? Si fuera verdad que la presi­dencia de Joe Biden es produc­to del fraude masivo, los parti­cipantes en la insurrección del 6 de enero del 2021 serían hé­roes y no vulgares asaltantes del capitolio.

No se trata de la calidad de las intenciones que anidaban en Bi­den o en Trump, sino en el pro­cedimiento para ser selecciona­do. La democracia está basada en la regla de la mayoría. Esa mayoría puede referirse al ex­traño Colegio Electoral (en las elecciones de 2016 Trump obtu­vo 304 votos frente a los 227 de Hillary Clinton en la votación, lo que lo hizo Presidente, pese a que Hillary Clinton lo aventa­jó por casi tres millones de votos en la elección popular).

Si el señor Biden, en las elec­ciones del 2020, se proponía ele­var los impuestos y desatar un proceso inflacionario a través del aumento del gasto público, o si resultaba evidente que lo que Ucrania buscaba era crear una relación non sancta con la Casa Blanca por medio de pa­garle miles de dólares mensua­les a Hunter Biden, el abogado y lobista, hijo del presidente elec­to, es otro cantar, mucho menos importante y grave que deslegi­timar el proceso electoral me­diante una acusación ridícu­la que, sorprendentemente, ha creído más de la mitad de los afiliados al Partido Republica­no.

¿Lo cree el propio Donald Trump? ¿Lo creen los diputa­dos y senadores republicanos, pese a que ellos resultan elec­tos en los mismos comicios ca­lificados de “fraudulentos”? Mi impresión es que cualquier per­sona medianamente informada, especialmente los líderes repu­blicanos, no creen en esas im­putaciones irresponsables. Los que cuentan las papeletas no creen que haya un ápice de ver­dad en esas afirmaciones teme­rarias. Las autoridades federales o estatales que regulan y vigilan los procesos electorales, tampo­co. Los jueces, entre los que hay muchos republicanos, rechaza­ron en los tribunales algo más de sesenta alegaciones por in­fundadas.

Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, supone que los latinoamericanos esco­gen mal a sus gobernantes. En efecto, eligen rematadamen­te mal. Por Hugo Chávez vota­ron mayoritariamente los ve­nezolanos. Los mexicanos le entregaron su corazón a An­drés Manuel López Obrador. Juan Domingo Perón nunca sa­có menos del 56% de los votos. Recuerdo las encuestas, al co­mienzo de la revolución (yo en­tre ellos, a mis 15 años de en­tonces) cuando el 91% de los cubanos respaldaban a Fidel Castro. Nada similar al 9% que hoy está junto al proceso revo­lucionario.

Pero en todas partes cuecen habas: Adolf Hitler y Benito Mussolini fueron escogidos por los cultos europeos. Todo está en que se combinen las circuns­tancias propicias. La Dra. en Psi­cología Mary L. Trump afirma que su tío Donald Trump es un sociópata. Lo único que real­mente le interesa es ser amado y admirado por todos, escribió en “Siempre demasiado y nun­ca suficiente: Cómo mi familia creó a uno de los hombres más peligrosos del mundo”. Así lo califican Woodward y Costa: un ser extraordinariamente peli­groso.

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