Martin Baron: el guardián de la verdad
Martin Baron (Tampa, Estados Unidos) impulsó investigaciones y reportajes que ganaron 17 premios Pulitzer en tres diarios diferentes, inspiró la película “Spotlight” al destapar los abusos sexuales en la Iglesia Católica y lideró el renacer del periódico The Washington Post.
¿Han pasado unos meses desde tu retirada de la primera línea. ¿Sientes algo de síndrome de Estocolmo periodístico? Trabajé como director de tres periódicos durante 20 años y he estado en la profesión 45. Reflexioné mucho y estaba listo para el siguiente paso. Tampoco está entre mis planes desaparecer. Permaneceré activo y promoveré los estándares en los que creo. He empezado a escribir un libro.
El libro lleva como título provisional Colisión de poder: Trump, Bezos y el Washington Post. ¿Cómo de cerca estuvo Estados Unidos de perder su democracia bajo la presidencia de Donald Trump?
Creo que fue una amenaza seria para la democracia, como vimos el 6 de enero con el asalto al Capitolio. Tuvimos un presidente que mintió sobre los resultados electorales e hizo todo lo posible por socavarlos. No es una cuestión de opinión, sino de acciones que se llevaron a cabo para mantenerlo en el poder. No veo otra manera de interpretarlo que como una seria amenaza para la democracia.
¿Cómo de importante fue el papel del periodismo que se mantuvo del lado de la verdad, de diarios como The New York Times o The Washington Post, para que ese ataque a la democracia fracasara? Las democracias dependen de instituciones que son sus pilares y la prensa es uno de ellos. Vivíamos un momento en que no había garantías de que el Congreso o los tribunales hicieran rendir cuentas a Trump por sus actos. La gente miró a la prensa esperando que nosotros sí lo hiciéramos y que diéramos al público la información que merece y necesita saber. Puede debatirse si lo hicimos a la perfección, o sobre los errores que cometimos, pero no hay duda de que fuimos capaces de contar a la gente lo que estaba pasando. Y eso fue esencial. De lo contrario, ¿qué habría conocido el público? Solo lo que Trump quería que supieran. Hay una parte de la población que sigue sin ser receptiva a los hechos y piensa que lo que diga Trump es la única verdad, pero afortunadamente otra mucha gente sí es receptiva al periodismo.
La parte que no es receptiva a la rigurosidad, los datos o los hechos son, sin embargo, muy grandes y los medios tradicionales no parecen llegar a ella. Es un gran desafío, no solo para la prensa, sino para la sociedad. Hemos visto durante la pandemia que incluso el Gobierno tenía dificultades para persuadir al público americano de que existía una amenaza seria para la salud y que debían tomarse ciertas medidas para mitigar la crisis. No digo que tengan que creer todo lo que publicamos, porque debemos reconocer que tampoco nosotros somos perfectos. Debemos aprovechar las oportunidades que ofrece internet para presentar a la audiencia documentos, vídeos, audios… cualquier cosa para que pueda comprobar por sí misma que lo que decimos es cierto.
Los elementos que componen una buena historia son los mismos que hace 40 años. Así es. Las técnicas del reporterismo no han cambiado. Los valores no han cambiado. Los estándares deberían ser los mismos. No obstante, la forma en que vamos a contar la historia ha cambiado. Es así de simple. Solíamos tener solo la versión impresa. Vino la radio. La gente encontró la manera de contar buenas historias ahí. Vino la televisión y se hizo buen periodismo en televisión también. Llega internet y nuestra idea inicial era que cogeríamos nuestras historias analógicas del papel, las colgaríamos en internet y ya está. Es una locura: es un medio diferente. Francamente, lo que me resulta chocante es que todavía estemos hablando de estas cosas.
El Post cubre a Amazon, la empresa de su dueño, de forma negativa cuando es necesario. ¿Esa libertad fue algo que discutiste con Bezos o se sobreentendía? Bezos, en su primer encuentro con la redacción, antes incluso de compreguntado por eso. Dijo que los periodistas deberían cubrir Amazon como si fuera cualquier otra empresa y a él mismo como a cualquier otro directivo. Reiteró esa postura en muchas ocasiones. Le tomamos la palabra. Nunca reaccionó a una crítica o intentó suprimir una historia. Y francamente, entiendo por qué. Él comprende que el valor del Washington Post está en su credibilidad, integridad e independencia. Si se hubiera entrometido, habría dañado esas cualidades y habría puesto en riesgo el negocio. Es muy importante que el público vea que una institución como el Post cubre a todo el mundo de la misma forma, demócratas o republicanos, gente a la izquierda o la derecha; a todas las compañías, incluida Amazon; a cualquier directivo, incluido Bezos. Fuimos afortunados de tener un propietario que nos dio esa libertad e independencia.
Diarios como The New York Times, The Washington Post y otros han tenido éxito en su transformación. Pero otros muchos siguen sufriendo. No todos tienen los medios a su disposición que puso Jeff Bezos para el Post. ¿Cuál es la solución para ellos? Es un desafío gigante y ojalá tuviera la respuesta. Podría hacer mucho dinero como consultor. Es muy importante que cobremos a los lectores por el trabajo que hacemos, también en diarios locales. La realidad es que la publicidad no va a pagar las facturas, porque gran parte de esa inversión se ha ido a las plataformas digitales. No hay ninguna manera de que la publicidad pague el periodismo que ejercemos. Tenemos que pedirles a los lectores que paguen por nuestro trabajo y, a cambio, ofrecerles un periodismo por el que merezca la pena pagar. Ofrecer algo que tenga valor. No podemos cobrar y ofrecer un periodismo pobre; no podemos ofrecer un periodismo de calidad y no cobrar. Tiene que haber un intercambio. Sé que es fácil de decir y difícil de hacer, especialmente para medios locales que no pueden tener el alcance del Washington Post, con una audiencia nacional e internacional.
Te preocupa que los modelos de suscripción dejen el mejor periodismo fuera y que esa calidad quede reservada para una élite. La gente olvida que solíamos cobrar por los diarios…
Hablas del potencial de las redes sociales. ¿Qué hay de su lado negativo? ¿Son los beneficios mayores que el daño que han hecho al periodismo? No hay nada que podamos hacer, son parte de la realidad. Y no van a desaparecer. Cuando me preguntan si internet ha sido beneficioso o ha perjudicado al periodismo, en la balanza creo que hay más positivo, porque nos ha permitido llegar a mucha más gente. El escándalo de los abusos sexuales de la Iglesia que lanzamos en el Boston Globe nunca habría tenido un alcance global sin internet. Las redes sociales facilitan la distribución de información, pero también hacen mucho daño. Ayudan a distribuir de forma instantánea desinformación, tienen un impacto profundo en nuestra conversación política, llevan a la gente a creer en cosas que son falsas por la distribución de mentiras deliberadas e impactan en el comportamiento de los periodistas, a veces de manera apropiada y otras inapropiadamente.
¿Deberían los editores regular el uso de las redes de sus periodistas? Debemos tener estándares en todo lo que hacemos. Eso incluye todas las actividades en que el periodista entra en contacto con el público, pues están representando a sus medios. Un periodista puede hacer un daño severo a la reputación de su institución, por eso creo que esta tiene el derecho y la obligación de establecer estándares de comportamiento en las redes sociales. Fijamos normas cuando los periodistas escriben en nuestras publicaciones, en digital o papel, o cuando aparecen en televisión o la radio. No hay motivos para que hagamos una excepción cuando utilizan las redes sociales.
El periodismo requiere confrontar al poder y los intereses económicos y políticos. Tengo la impresión de que el miedo a enfadar a tu propia audiencia es un riesgo que cada vez menos periodistas están dispuestos a correr. No suelo pensar en si enfado a la audiencia. ¿Estamos contando la verdad o no? ¿Estamos cumpliendo con nuestra misión o no? Cuando te preocupas demasiado por cómo reaccionará la gente, dejas de hacer tu trabajo. Nuestros métodos deben ser buenos y apropiados. Pero no deberíamos frenarnos a la hora de pedir cuentas a las instituciones porque nos preocupe que alguien vaya a reaccionar mal, porque nos preocupe perder publicidad o por temor a que nos acusen de partidistas.
El trabajo de director se ha convertido en una tarea complicada. Los diarios ofrecen una cantidad ingente de contenido, con los riesgos de cometer errores. Todo es más rápido y requiere de atención constante… Prefiero vivir el presente y el futuro. Es cierto que se ha vuelto un trabajo muy difícil. Necesitas un gran equipo detrás para mantener los estándares. Las noticias son instantáneas y debes moverte a gran velocidad. Publicamos cientos de historias al día, actualizadas 24 horas, y la posibilidad de que ocurriera un desastre acechaba. Tenía que estar pendiente de lo que estaba pasando en el Post cada minuto de cada día. A menudo me sentía como si estuviera sujetando muchos platos sobre un alambre. Esa es una de las razones por las que, después de 20 años como director, pensé que había llegado la hora de pasar página. Es un trabajo que consumió mi vida. Lo hice mucho tiempo, y era el momento de tener más tiempo libre.