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Niños sufren crueldad del torrente migratorio

Son tantos y tan dispersos que es difícil conocer su total. Están en las montañas, las depresiones del bosque, planicies, caminos angostos y carreteras pedregosas.

Contabilizar cuántos son en total resulta una tarea difícil. Niños traídos ilegalmente al país, para ser parte de la aventura de sus padres.

Contabilizar cuántos son en total resulta una tarea difícil. Niños traídos ilegalmente al país, para ser parte de la aventura de sus padres.

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Guillermo PérezManzanillo, RD

El más triste episodio de sufrimiento y peligro que arrastra el torrente migra­torio ilegal proveniente de Haití cae como roca demo­ledora sobre los niños, las víctimas invisibles de esta desgracia.

Este drama cruel y des­garrador provocado por el trasiego de indocumenta­dos, en una amplia fran­ja del corrido de 381 kiló­metros de la frágil frontera dominico-haitiana, fue pa­tente en un recorrido que arrancó en Pedernales y culmino en el estuario del río Masacre, donde este afluente vierte sus aguas en el vientre de la bahía de Manzanillo.

Estos pequeños son avis­tados en todas partes del la­do dominicano.

Están en las montañas, en las profundidades del bos­que, en las planicies, cami­nos angostos y carreteras.

Sus penurias están a la vista. Los menos tímidos y te­merosos extienden sus manos por un bocado o algunas mo­nedas.

En otros casos, se mueven bajo sol ardiente, hambrien­tos, desnutridos, jadeando co­lina arriba para llegar hasta los predios donde sus padres cortaban el ramaje de árboles para siembra de cultivos.

Sobre ellos se dibuja temor al avistar a un extraño a sus familias. Algunos echan a co­rrer, se esconden, se esfuman entre la boscaje y buscan el la­do de sus padres.

Una parte saltaba cercados o se escabullía entre las alam­bradas de púas que cercan las áreas de cultivos, algunos agarrados del vestido ajado de sus madres, y otros reza­gados, detrás de sus padres andrajosos, siempre “chi­vos”, prevenidos ante gente que se acerca.

Esos son los niños traí­dos aquí para ser parte de la aventura de sus padres hai­tianos, ilegales, a un oscu­ro destino. Puede vérseles apiñados en cualquier lugar de la campiña dominicana, en pequeñas aldeas y case­ríos, pueblos de mayor po­blación, en los barrios, ca­lles, ocupando edificios en construcción y casas desha­bitadas.

Hace mucho miraron hacia este lado y empren­dieron viaje, pero ha sido durante los últimos años, desde que los gobiernos do­minicanos postergaron la frontera, dejando el paso li­bre a la migración ilegal, cuando se ha agravado el problema.

Esos pequeños doblan su condición de víctimas entre las tantas desgracias que pesan sobre ellos: pri­mero de la crueldad de sus padres al exponerlos a es­te peligro, y la complicidad de autoridades dominica­nas que durante décadas han tirado “al fuego” la ley que regula el sistema migra­torio del país.

Abandonaron su país con sus padres, huyendo de los interminables conflictos en Haití y a la pobreza que los oprime, con la esperanza de encontrar una vida mejor y más segura de este lado de la isla.

A su edad, inocentes e in­defensos, han tenido que en­frentar peligros en esa aven­tura de migración ilegal, y ver a veces el arresto y dificulta­des de sus padres.

En algunos asentamientos, muchas niñas se prostituyen hasta por comida, y varones venden drogas o roban en vi­viendas,

Muchos de esos niños mi­grantes se enfrentan a nume­rosas dificultades en el cami­no, y cuando llegan a su lugar de destino tienen que dedi­carse a trabajos duros con sus familias.

En el campo, comprobado por Listín Diario, en algunas partes de la frontera, princi­palmente en espacios agríco­las, los niños son expuestos a la explotación.

Las condiciones de haci­namiento en las que viven muchos de ellos los hace más vulnerables a enferme­dades infecciosas.

Leyes migratorias Le ley 285 sobre migra­ción ordena y regula los flujos migratorios en el te­rritorio nacional, tanto en la entrada, permanencia y salida.

El artículo 2 establece que la presencia de los extranje­ros aquí se regula “con la fi­nalidad de que todos tengan que estar bajo condición de legalidad, siempre que cali­fiquen para ingresar o per­manecer” aquí.

Para estos, anota, “...la autoridad competente ex­pedirá un documento que le acredite la condición ba­jo una categoría migratoria definida en esta Ley, cuyo porte será obligatorio. Los extranjeros ilegales serán excluidos del territorio na­cional bajo las normativas de esta Ley”.

El artículo 81 dice que to­dos los medios de transpor­te internacional de pasajeros que lleguen al país, o salgan de este, quedarán sometidos a control migratorio, “para revisión de los documentos exigidos por esta ley y su re­glamento a los pasajeros y tri­pulantes que transportan”.

INMIGRACIÓN La definición Se considera inmigra­ción irregular , inmigra­ción ilegal, al movi­miento migratorio de personas a través de las fronteras sin atender los requerimientos legales del país de destino y, en ocasiones, también del país de procedencia.

Las personas que se en­cuentran en esta situa­ción es un inmigrante irregular, un inmigran­te ilegal, un inmigrante sin papeles o, simple­mente, un sin papeles, sin documentos, tales como el permiso de re­sidencia o el permiso de trabajo.

Para el inmigrante la opción de abandonar su cultura, familia y país por un futuro in­cierto es decisión psico­lógicamente difícil.

Un niño haitiano sostiene en brazos un pavo doméstico, mientras, al fondo, otros se ocultan entre la maleza.