Enfoque: Periodismo

El “cuñadismo” informativo

El periodista debe discernir siempre entre el bien y el mal. y tomar partido en busca de la verdad: para eso cuenta con la ética.

El periodista debe discernir siempre entre el bien y el mal. y tomar partido en busca de la verdad: para eso cuenta con la ética.

Voy a saltarme tres reglas del columnismo. La primera: me haré un poquito de autobombo, algo de muy mal gusto. La segunda: hablaré de un periodista de la competencia. Y la tercera: elogiaré a los editores de prensa que siguen creyendo en el periodismo de verdad, editores como el que me presta este hueco por el que asoma mi careto.

En casi treinta años de profesión, esta juntaletras siempre ha tenido los huesos a salvo. Quiero decir que nunca he temido por mi integridad física o por las consecuencias de mi trabajo, cosa que no pueden decir algunos de mis colegas ante los que me quito el cráneo, que diría Valle-Inclán. La carrera de periodista puede dar muchas vueltas y a veces hay giros inesperados, pero siempre sobre el mismo eje: dar acceso a quien te lee a sitios, personajes o contextos que tú sí puedes explorar por él (entiéndase aquí el verbo explorar tanto de forma literal como metafórica). Ah, sí que he sido corresponsal, de mi pueblo. Empecé en la prensa local. Mis primeras “exclusivas” fueron noticias simpáticas; me pasaba el día por la calle buscando cosas; colaba temas en portada y cada día de esos era el mejor de mi vida. Y así sigo, poniendo noticias, historias, grandes o pequeñas, en contexto. Pero confieso aquí que soy incapaz de analizar la reconquista talibán aunque devore las crónicas y tribunas de la sección de Internacional de este diario. Cada uno a lo suyo.

Todo este artículo viene por un tuit que ha publicado un corresponsal que escribe crónicas desde Afganistán, como lo hace Félix Flores para La Vanguardia desde Abu Dabi. Se llama Lluís Miquel Hurtado y comparto su reflexión:

“Esta crisis ha pillado a la gran mayoría de la prensa española en bragas, presa de malos vicios adquiridos en los últimos años. Acostumbrados a pagar miserias, el terreno se ha quedado casi vacío de periodistas, capaces de captar, procesar y transmitir información veraz. Sin correas de transmisión capaces de aportar información de sus fuentes, perspectiva y contexto, han pasado dos cosas: muchos medios, sobre todo teles, han aportado únicamente emotividad. Todo era emoción, y entremedias datos incorrectos, información sin base, nula perspectiva”. Ese corresponsal cuestiona cómo el espacio de información que deberían ocupar quienes saben ha sido copado por opinadores que vagamente conocen la región o el fondo del conflicto, entrevistas con carga emotiva o perspectivas de nicho –el militar, el político, el refugiado–. Y eso me lleva al cuñadismo informativo: hay que ver (y/o oír) para creer la jeta que tienen algunos del oficio y otros ajenos para pontificar sobre cualquier tema, el que sea, sin tener ni idea.

Hurtado acaba su hilo con una verdad como una catedral. Todavía estamos a tiempo de revalorizar el periodista. ¿Cómo? “Faltan lectores exigentes y capaces de pagar por calidad, y medios dispuestos a apostar”. A apostar por la calidad y por el oficio.

La ética es el rostro que exhibe el periodista.

La ética se está imponiendo en tiempos donde parecía perderse en un laberinto de intereses.

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