Observatorio Global
La falta de comprensión de lectura: ¿Una crisis del conocimiento?
Provocó gran preocupación la reciente publicación realizada por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD), en el sentido de que un 62.3% de la población dominicana de 10 años no podía comprender la lectura de un simple texto.
A decir verdad, resultó desconcertante. Parece imposible concebir la idea de que una nueva generación en la República Dominicana carezca de las habilidades o destrezas mínimas necesarias para descodificar un texto y discernir sobre su significado.
No se trataba, empero, solo de un descubrimiento del organismo gubernamental encargado del análisis económico y desarrollo nacional, sino de los resultados de un estudio regional, de carácter comparativo, realizado por la UNESCO en el 2019.
A esto, por supuesto, se le suman los fatídicos resultados obtenidos en la última participación de nuestro país en los exámenes Pisa, en 2018, donde quedamos en el último lugar del promedio general en lectura, por debajo de la media de los países de la OCDE y de América Latina.
Resulta, entonces, conmovedor ver como nuestros estudiantes, especialmente los más jóvenes, que representan la fuerza esperanzadora del futuro, se quedan rezagados en comparación con sus pares en el resto del mundo.
Esto cobra aún más importancia si tomamos en consideración que tiene lugar en la que ha sido llamada la sociedad de la información y el conocimiento, donde el verdadero valor agregado ya no consiste en la manufactura o producción, sino en el mundo del saber y de las ideas.
Pero ¿por qué se encuentran en esa condición desventajosa nuestros niños y jóvenes? ¿Qué condiciones existen que no les permiten una mejor comprensión lectora, y con ello, un mejor desempeño académico?
Uno de los factores que podemos identificar es que la escuela dominicana no ha sido capaz de poner en ejecución un verdadero plan de lectura. Esto se logra, principalmente, con la selección de textos apropiados para cada edad, los cuales deben estar disponibles, sobre todo para aquellos estudiantes cuyos padres no tengan la capacidad económica para adquirirlos.
Rol de las bibliotecas Es ahí, precisamente, donde mejor puede apreciarse lo determinante que resultan ser las bibliotecas en el sistema educacional de nuestro país. Conforme al Pacto por la Educación, suscrito en el 2014 por los principales actores de la vida nacional, se estableció el compromiso de disponer de bibliotecas escolares.
Naturalmente, al establecerse bibliotecas se va a requerir, a su vez, de la necesidad de contar con bibliotecarios, que son los especialistas encargados de servir de guías para identificar los textos adecuados que deben ser leídos por los estudiantes, dependiendo de la edad y del nivel escolar.
La lectura, como se sabe, consiste en un proceso de descodificación de los signos o letras, que a su vez forman palabras, frases e ideas. Si los niños no tienen el conocimiento sobre el significado de las palabras, por contar con un vocabulario insuficiente, es evidente que no podrán comprender a plenitud el significado o el contexto de lo que están leyendo.
Actualmente, existe una institución, dependiente de la UNESCO, que es el Consejo Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC), del cual la República Dominicana forma parte, que puede coordinar con nuestros bibliotecarios la selección de textos adecuados conforme a la evolución intelectual de nuestros jóvenes.
En su etapa de formación como jóvenes lectores, nuestros estudiantes necesitan ser debidamente orientados para, en los casos de lecturas de ficción, como cuentos y novelas, poder descifrar la trama, identificar los personajes, entender el contexto; y, como consecuencia, desarrollar capacidad creativa e imaginación.
De igual manera, desarrollar destrezas para interpretar textos informativos. Así, construye capacidad lógica, sentido analítico y pensamiento crítico. En conjunto, mayores condiciones para argumentar, mejorando sus niveles de comunicación, tanto oral como escrita.
Además de bibliotecas escolares, para contar con una verdadera política de promoción del libro y la lectura, resulta imprescindible establecer redes de bibliotecas a nivel nacional. Se tendría una bien dotada Biblioteca Nacional, bibliotecas universitarias, bibliotecas municipales y bibliotecas móviles.
Entre limitaciones y posibilidades Si más del 60% de nuestros escolares de 10 años de edad no pueden comprender una simple lectura, la culpa no es de ellos. Se debe, más bien, a un sistema educativo atrapado en las redes del pasado. Un sistema en que las escuelas carecen de bibliotecas, no se fomenta la lectura y no hay selección de libros conforme a la edad o nivel escolar.
En fin, los estudiantes, a veces, ni siquiera tienen acceso al más elemental e imprescindible de los libros: el diccionario, sin el cual no podrán encontrar el significado de las palabras que desconocen, y por lo tanto, estarán desprovistos de la herramienta fundamental que permite el acceso al conocimiento.
No es que a lo largo de los años no se haya hecho nada en nuestro país por fomentar el libro y la lectura. A partir de 1997 se empezaron a realizar ferias internacionales del libro, a las cuales acudían casas editoras de distintas partes del mundo, con ofertas dirigidas a públicos de distintas edades. El 2007 fue declarado el Año del Libro y la Lectura; y al año siguiente, 2008, se promulgó la Ley de Promoción del Libro y la Lectura. Esa disposición legal declaró de interés nacional la política de fomento de la lectura y la creación de un sistema nacional de bibliotecas.
Durante esos años, se remodeló por completo la Biblioteca Nacional y se destinaron recursos para una notable adquisición de libros. Se construyó la Biblioteca Pedro Mir, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, al igual que en cada una de las extensiones universitarias de la UASD, en Bonao, Santiago, Mao, Puerto Plata, Nagua, San Juan, Barahona y La Altagracia. Se construyeron varias bibliotecas municipales y se brindó apoyo a diversos centros bibliotecarios barriales.
En la actualidad, nuestros jóvenes reciben una gran cantidad de información, sobre todo a través de medios digitales. Esto, en sí mismo, nada tiene de negativo. Pero se requiere del hábito de la lectura para poder procesar esta información y convertirla en conocimiento.
Esa capacidad, a su vez, es lo que permitirá a nuestros jóvenes estudiantes aprovechar al máximo las oportunidades que la sociedad y la economía del conocimiento nos brindan. Nuestro futuro como nación descansa en la oportunidad que esa nueva generación pueda tener para moldear su inteligencia, dotarse de conocimientos y cultivar valores éticos para transformar su entorno social.