Camino del destierro

Las olas de Centroamérica que intentan cruzar hacia Estados Unidos son incontrolables.

Las olas de Centroamérica que intentan cruzar hacia Estados Unidos son incontrolables.

Las arenas implacables del desierto de Chihuahua se extienden a ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos, y hasta allí, al oeste del estado de Texas, ha llegado Haydée Castillo, defensora de derechos humanos, ahora en el exilio, en busca de identificar compatriotas nicaragüenses entre los cadáveres de los migrantes que han sucumbido en la travesía. Hierbajos secos y cáctus espinosos adornan las dunas. De algunos de los cuerpos solo queda la osamenta cubierta de harapos; otros se hallan aún en descomposición bajo el sol que arde implacable sobre las molleras.

La acompañan expertos de la Universidad de Texas que se encargan de tomar muestras de ADN para buscar cómo identificar a los migrantes en su base de datos. Entre las pertenencias hay alguna billetera con fotografías de familiares que quedaron atrás. Ella busca alguna pista, una cédula de identidad, algún billete de córdoba, una banderita de Nicaragua, alguna pulsera trenzada de azul y blanco.

El éxodo hacia Estados Unidos ha venido creciendo dramáticamente desde 2018, cuando se dio la represión que dejó más de 400 muertos, sobre todo jóvenes, y en los últimos meses, tras la nueva ola de persecuciones, cárcel y asedio policial, ha tenido un repunte no menos dramático. “Con tristeza constatamos nuevamente la migración de nicaragüenses, en su gran mayoría jóvenes, por persecuciones políticas”, declara la Comisión Episcopal del Arzobispado de Managua.

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