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General Gregorio Luperón, libertad y periodismo

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Rafael NuñezSanto Domingo, RD

Uno de los tantos ac­tos execra­bles contra el lideraz­go liberal independentista perpetrado por el déspo­ta Pedro Santana Familia fue la orden de fusilar a Francisco del Rosario Sán­chez, capturado en El Cer­cado -por donde había en­trado desde Haití- junto a un grupo de patriotas pa­ra combatir el proyecto de anexión a España.

Sánchez y sus compañe­ros fueron trasladados de El Cercado a San Juan donde fueron fusilados el 4 de julio de 1861, hecho del que se cumplieron 140 años. Agos­to es el mes de la Restaura­ción y el 8 de septiembre próximo se celebra el 162 aniversario del nacimiento del general Gregorio Lupe­rón Duval.

El compromiso ideológi­co y militar del general Lu­perón Duval tiene sus orí­genes en la influencia que el pensamiento indepen­dentista de “Los Trinitarios” irradió en la juventud de aquellos tiempos.

Cuando el déspota Pe­dro Santana Familia da la orden de fusilar a Sánchez y a sus compañeros de lu­cha en San Juan, Gregorio Luperón se encontraba en Jamao, hoy municipio per­teneciente a la provincia Es­paillat, en la propiedad de Pedro Eduardo Dubocq, un hacendado de Puerto Plata, de gran arraigo social y po­lítico, que sirvió de apoyo a los líderes de la primera in­dependencia.

Luperón era entonces un jovenzuelo cortador de le­ña, con apenas 22 años de edad, cuyas primeras ac­ciones políticas estuvieron influenciadas por lo que le transmitía su patrón, Pedro Eduardo Dubocq, que junto a otros ilustres puertoplateños, igual que Luperón, formaban parte de una célula de la so­ciedad secreta “La Trinitaria”.

Como otras destacadas fi­guras dominicanas, el gene­ral Luperón Duval galvanizó con acero sus ideales patrió­ticos, que habían sido azo­tados por hombres que, en principio, sirvieron con ga­llardía al país, como el propio Santana Familia.

Por todo el territorio na­cional había corrido la fama de Santana Familia de ser el principal baluarte contra las invasiones haitianas, pero también circuló profusamen­te su inclinación despótica y abusiva.

Fusilamientos El denominado “Marqués de las Carreras” fue el responsa­ble del fusilamiento y destie­rro de un puñado de líderes y fundadores de la nacionali­dad dominicana.

En el primer aniversario de la independencia domini­cana, 27 de febrero de 1845, cometió el primer crimen po­lítico en la historia de la jo­ven nación: fueron fusilados María Trinidad Sánchez, tía del patricio Sánchez, Andrés Sánchez, sobrino de la heroí­na y José del Carmen Figue­roa.

En su historia de sangre, Santana Familia fusilaría a Tomás de la Concha, Juan María Imbert, José Contre­ras, José Joaquín y Gavino Puello, Pedro de Castro, Ma­nuel Trinidad Blanco. A los Puello, de Castro y Blanco or­denó matarlos en víspera de Nochebuena.

En su cruzada de conver­tirse de libertador en verdu­go, Santana Familia instruyó el fusilamiento de un minus­válido, Aniceto Freites, así co­mo a Bonifacio Paredes, un pobre hombre que entró a su finca y se apropió de un raci­mo de plátanos. El hurto en su propiedad le costó ser fu­silado.

Así como corrieron por campos, valles y montañas las hazañas heroicas de San­tana Familia, también se hi­cieron populares sus abusos y despotismo contra quienes habían creado el proyecto emancipador. En los censos parroquiales de los que ha­cen referencia los historiado­res se estima una población de 207 mil 700 personas en 1863, dos años después de declarada la Anexión.

El general Gregorio Lupe­rón Duval sabía de las indig­nidades de Santana Familia y de Buenaventura Báez.

Desde que toma parti­do directamente en la lucha por la segunda independen­cia, atendiendo a un llamado que mediante misiva del 25 de marzo de 1861, le hicie­ran llegar a Jamao compue­blanos suyos, aquel hombre que luego se convertiría en la “Espada de la Restauración”, cambió el hacha para empu­ñar la espada libertadora.

Luperón Duval, como los demás restauradores con mayor rango que él en la guerra, sabía de la traición y los abusos de Santana Fami­lia, que claudicó para entre­gar la soberanía en manos de España.

Con apenas 22 años cuan­do recibió aquella comuni­cación, el general Luperón Duval ya era un hombre pre­claro acerca de las figuras que al interior de la Repúbli­ca había que enfrentarse:

“Santana, parricida, mata la República”, escribe enton­ces el general Luperón Duval, para agregar:

“Después de la titánica lu­cha por la restauración, vie­ne Báez al poder, y este hizo cuanto pudo para extermi­narla, fusilando y asesinando a la mayor parte de los liber­tadores. Actualmente, el sal­vaje general Heureaux, ha­ce mil veces peor que el uno y el otro para acabar con el país y para cumplir su deseo de bárbara venganza, como descendiente que es de Hai­tí”. (Notas “Autobiográficas y Apuntes Históricos, págs. 33)

El general Luperón Du­val tenía una visión clara de dónde estaban los enemigos dentro y fuera del territorio. Las luchas fratricidas, por un lado, y aquellas embesti­das azuzadas desde Haití por aquellos gobernantes haitia­nos que intentaron restable­cer el dominio sobre la parte este, encontraron en el gene­ral Luperón Duval el hombre de temple, sacrificado, com­prometido con el ideal de Juan Pablo Duarte, de Fran­cisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella.

Libertad sinónimo de periodismo Luperón, el general restau­rador, sin que su formación tuviera la base académica de los letrados de su época, comprendió plenamente el concepto de libertad. Escri­bió que …“Son estas luchas el producto de la crueldad de sus tiranos, siempre enemi­gos de la libertad, por lo cual cifran su seguridad en la ig­norancia y en la mentira”.

La libertad como ideal su­premo de los pueblos debido a la influencia que en Améri­ca había despertado la Revo­lución Francesa de 1789, no solo tocó la patria de Tous­saint Louverture, sino que hizo vibrar las fibras patrióti­cas de la descendencia espa­ñola, llamados luego domini­canos.

Los tiranos criollos y del vecino país de los exesclavos no tenían la fuerza suficiente para detener el ímpetu de li­bertad.

“La libertad-escribe Lupe­rón Duval- se realiza en todos los pueblos, sin que los tira­nos puedan impedir que se cumpla”.

El rol que juegan los me­dios de comunicación y los periodistas en la construc­ción de un Estado donde se respeten las libertades pú­blicas y los derechos de los ciudadanos, rondaba en las cabezas de los líderes del pro­yecto restaurador, como lo recogió el general Luperón Duval en sus notas.

“Su eco (el de la libertad) se expresa en el periodismo que hace conocer día por día, hora por hora, todos los suce­sos del globo; aquí una bata­lla, allí un asedio, por aquí un tratado, por allá un congreso; las acaloradas discusiones de una asamblea popular; con­cluye con los consejos secre­tos; denuncia los manejos de diplomacias oscuras y las ma­quinaciones hipócritas; saca partido de todas las luces, se enriquece con todos los des­cubrimientos…”

Valor Como refirió el general Lupe­rón Duval, los dominicanos demostraron siempre un va­lor inaudito para desprender­se de las cadenas opresoras.

“Varias veces, ciudada­nos determinados han roto en mil pedazos las argollas de sus pies y las cadenas de sus manos, y han escrito con letras de fuego y de sangre las ideas redentoras, abrien­do un respiro a la libertad de prensa libre, a la palabra humana y al derecho de re­unión pública, contra el aire apestado de despotismo…”

El concepto claro sobre la libertad y los resortes sobre lo que tiene que sostenerse un país que quiera garantizar ese precepto, ya estaban defi­nidos en la mente de “La Es­pada de la Restauración”.

Sobre el tipo de gobierno que inspiraba todo ese es­fuerzo y sacrificio de los res­tauradores y cuáles alianzas tenían que hacer los futuros gobernantes, Luperón Du­val lo plasmó en sus apuntes: “Los gobiernos progresistas encontrarán siempre su me­jor apoyo en la ciencia, en la justicia, en la verdad, en el progreso y en la libertad”.

Para el insigne general Gre­gorio Luperón Duval la tira­nía, que encarnaron hombres como Buenaventura Báez, Pe­dro Santana Familia, Ulises Heureaux (Lilís) entre otros, fue un “pavoroso problema que va llegando a su término, y no produce más que profundo desprecio y grandes peligros para los tiranos.

Las palabras del general Gregorio Luperón Duval fue­ron lapidarias. Como otros ti­ranos, “Pedro Santana Fami­lia, primero redentor, luego verdugo”, murió un 15 de ju­nio de 1864 sin poder, sin di­nero, enfermo y bajo la som­bra de la tristeza. Tuvo que ser enterrado en la Fortale­za Ozama para que los fami­liares de aquellos que fusiló y desterró no profanaran su tumba. Así terminan los trai­dores y desleales.

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