Reminiscencias
La Venezuela bipolar
En estos días he fijado mucho mi atención al enorme conflicto de la Venezuela bipolar.
Lo que se admite que fue y lo que no se cree que es; se la recuerda como un Estado-Nación rico, de prosperidad indiscutida, dada su riqueza petrolera.
Lo que no se quiere recordar es que, precisamente por ello, se daba la aberración de dos naciones superpuestas sobre una misma tierra, bajo control de “aros menores del gran capital” en compañía de una política incandescente que, desde instituciones formalmente funcionales, desarrolló un protagonismo excitante que supo acomodar al centrismo a una clase media rentista. Todo ello en capacidad de mantener por debajo capas muy numerosas de población en severa pobreza.
Las imágenes reflejadas de la Venezuela de entonces estaban contrapuestas, pero se creyó plausible y permanente la convivencia, sin mayores trastornos. Para mí, abogado penalista de intenso ejercicio, cuando la conocí, me lució preocupante el porvenir de aquel pueblo hermano del mío. Me bastó una prueba gráfica obtenida a las diez horas de llegar a conocerla en los años sesenta: Ver a su entrañable Caracas de noche y sus luces fascinantes y, luego, al amanecer, los ranchos abigarrados en sus cerros, que resultaba una experiencia estremecedora.
Qué rudo el contraste y cómo me devolvió del asombro de las luces a oscuras incertidumbres de sentir íntimamente una sensación aprehensiva de que allí pasaría algo grave. No sabía cuándo ni cómo, para bien o para mal.
Desde luego, entendí que ese temor era muy generalizado, dada la desnudez de las desigualdades y sus lógicos enconos contenidos expuestos con rudeza entre la caída del Sol y la aurora subsiguiente; para comprender los alcances de aquel contraste, se oponía la imaginaria seguridad de que, en todo caso, la riqueza petrolera se encargaría de hacer justicia y esas miserias serían superadas, al decir de sus políticos y sus combativos medios de comunicación.
Venezuela, una verdadera potencia en ciernes, y en ese alero de esperanza dormía tranquila Caracas; todo estaba por llegar; así se esperaba y prometía.
Mencioné los años sesenta y ocurre que fue un Ministro de Defensa quien, en una bienvenida que me dieran familiares comunes, me dijo las cosas que hoy recuerdo conmovido.
Al responder mis elogios por la profesionalidad alcanzada por las Fuerzas Armadas, me hizo reflexiones proféticas.
Luego de agradecerme los elogios, me indicó los posibles destinos de su amada Venezuela, de este modo: “Es cierto que nuestras Fuerzas Armadas son impecables en el respeto y la obediencia al poder civil, pero lo creo sólo parcialmente; su oficialidad superior está muy bien dotada de principios. Lo que no sabemos es cuáles podrían ser las reacciones de la oficialidad menor y lo que piensan las clases y soldados ante los desórdenes de la política, que no ha habido manera de evitarlos. Son los ruidos de esos escándalos de corrupción los más peligrosos.”
“Además, los beneficios de nuestro oro negro se han concentrado en forma defectuosa y no pasan a esos ranchos, que tanto le han impresionado a usted. Y oiga lo peor, quienes pueden capitalizar en su provecho esa injusticia es la gente de su región, el Caribe, que ya tienen Revolución y aspiran a que eso de allá se mude a Los Andes. Van a encontrar una buena cantera si logran hacerse oír en los ranchos y entonces no se podría concebir lo que vendría. Nosotros somos el valladar, pero, si los sargentos, muchos nacidos allí, se toman las cosas en serio, ¿quién los va a contener? Imagínese, si en lugar de un Batista, vienen los coroneles. Nadie sabe lo que podría surgir.”
Hablamos algo de Nasser, pero el Ministro apuntó la cuestión primordial de la ideología que tenía dirección internacional poderosa. “Todo eso puede barrer con cuanto conocemos, doctor.”
Regresé pensando hondamente en aquella experiencia admonitoria. La última reflexión fue la más penetrante, cuando dijo: “Formarían milicias populares y eso disminuiría la capacidad de reaccionar de nuestros cuarteles, si es que no los indoctrinan, pues vendría una guerra civil más cruenta que la de España o la de México.”
Lo único que el Ministro dejó de profetizar fue que vendría la entrada plena de dos superpotencias, con intereses económicos descomunales, que harían de Coach, pero uniformados, por si hay que entrar al juego.
Ganó el Caribe y hasta Chávez, el militar rebelde, nacionalista e interamericanista, a lo Nasser, sucumbió al encanto de aquel liderato que soñara y llegara a anunciar, recién nacida su revolución, que eso de hoy vendría.
Lo que no se supuso entonces es que sería el ensayo un desastre. Yo creo que, de haber vivido, Chávez lo hubiera evitado, porque era un líder genuino, capaz de reconocer una derrota en Referéndum, en horas, cuando propuso asumir el sistema que luego vino a ser marco de tal desastre.
Traeré en la próxima otra reminiscencia de la tragedia venezolana, presagiada por un amigo profesional de gran clase que me honró con su amistad, ya desaparecido. De sus labios oí la bipolaridad por primera vez aplicada a su patria: “Fortuna infinita de grupos vs miseria insondable del pueblo sumergido”. Me advirtió: “Mientras estén superpuestas, habrá opresión; si llegaren a estar frente a frente, habría ruina y destrucción”, fueron sus palabras mayores.
Chávez, no creo que esté tranquilo en el Cuartel de la Montaña. Su nombre, como emblema de tantos sufrimientos sobrevenidos, no puede ser. La región se estremece. Que Dios nos ampare.
Carta de Vincho Castillo
Mis queridos amigos:
Habrán sentido ustedes mi silencio al no agregarme al merecido júbilo que despierta el 132 Aniversario del diario que ustedes representan tan dignamente.
En verdad, la experiencia con el diario ha sido magnífica, pues fue más el tiempo de relaciones pacíficas y armoniosas con la inteligencia superior, inmensa, de don Rafael, que los brotes virulentos de desencuentros que tuvimos en ocasión de la aplicación de las Leyes Agrarias y todas esas turbulencias de la política que me llevó a asumir actitudes muy beligerantes.
Con mi padre ocurrió algo parecido y yo, examinando el principio del siglo pasado, me encontré con muchas muestras de lo uno y de lo otro. Es decir, cómo oscilaban las relaciones entre ese portentoso diario de la República y aquél viril y fogoso hombre público, que yo no conociera, de no ser por sus escritos y los testimonios de sus contemporáneos.
Ustedes dos, Miguel a la cabeza y Fabio como un excelente periodista dando apoyo, han constituido una experiencia refrescante y pueden, desde ya, sentirse orgullosos de haber dado la medida en la dirección de ese innegable baluarte de la prensa nacional que es el Listín Diario.
En todo caso, reciban mis felicitaciones, tanto para el diario como para ustedes, en el 132 Aniversario de su fundación.
Con el afecto de siempre,
Marino Vinicio Castillo