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Enfoque: Comunicación

El éxodo periodístico: de la gran redacción al salón de casa

La pandemia ha obligado a los periodistas a abandonar las redacciones en busca de nuevos espacios donde estén más protegidos.

La pandemia ha obligado a los periodistas a abandonar las redacciones en busca de nuevos espacios donde estén más protegidos.

¿Qué harías si te ofrecieran un contrato de 430.000$ por dedicarte full-time a escribir una newsletter en Substack durante dos años? ¿Dejarías tu trabajo actual –o uno en el medio que te chifla– por emprender de forma independiente o te quedarías donde estás?

Esa propuesta le lanzó Substack a Danny Lavery, quien se decantó por dejar su columna de consejos en la revista Slate para dedicarse a su newsletter Shatner Chatner.

Pero no es el único comunicador que ha apostado por trabajar desde casa. El periodista Charlie Warzel también se marchó de la sección de opinión del New York Times para lanzar su newsletter Galaxy Brain, y Emily Atkin dijo adiós a la redacción del The New Republic para crear Heated, una newsletter diaria sobre el cambio climático.

Charlie contaba en el primer número de su newsletter que gran parte del placer de este formato reside en la intimidad que se construye en la relación entre lector y escritor. Además, explicaba el motivo de su marcha del NYT para vivir de su propio boletín:

“Después de una década escribiendo principalmente para Internet, me siento cada vez más agotado de tener que perseguir a la audiencia o fijar cada historia en una ventana específica y perpetuamente cerrada del ciclo de noticias. (…) Los dos últimos lugares en los que trabajé eran marcas grandes y polarizadoras [BuzzFeed y NYT], lo que también significaba que una gran parte de mis lectores en una pieza determinada estaban allí porque querían usar lo que había escrito, generalmente solo el titular, como munición en una guerra cultural. Y si soy sincero, me quemó y me dejó sintiéndome triste y desalentado por el papel de los medios de comunicación.”

Quien dice Charlie, Emily o Danny, habla también de ejemplos más cercanos para el público hispanohablante como Mauricio Cabrera, de Storybaker, Charo Marcos, de Kloshletter, o Cristina Mitre, de The Beauty Mail (cuyo podcast es, por cierto, el que genera más ganancias en España). Son periodistas que decidieron emprender sus propios proyectos sin el respaldo de grandes medios y utilizando formatos bien diferentes (newsletter, vídeo o podcast).

¿Cuál es el lugar del periodismo en toda esta metamorfosis? El éxodo periodístico es irrevocable e incluso irreversible. Y es que, la migración de periodistas a proyectos individuales es más una realidad que una tendencia.

Llegados a este punto, si la periodista Carrie Bradshaw, protagonista de la serie “Sex and The City” de HBO, viviera en el 2021, ¿dejaría su columna en la Vogue neoyorquina para convertirla en una newsletter de Substack? Es probable.

Qué pasaría con Kapuscinski? ¿Relataría la guerra civil de Angola a través de videoblogs? ¿Sería “A sangre fría” de Truman Capote una serie de podcasts, a lo “El Rey del Cachopo”? Si el siglo XX fue la época dorada de un periodismo donde la institución y el medio iban por delante, en el periodismo del siglo XXI priman los creadores más allá de la empresa que los ampare.

• La educación se suma a la creator economy: Frente a las modificaciones de la industria periodística y las formas de consumir información, el programa empresarial de CUNY cambió su estrategia el año pasado para enfocarse en enseñar, acompañar y apoyar a los periodistas que pretenden convertir en sostenibles sus proyectos independientes, pequeños y de nicho.

El periodista Richard Rushfield, editor de The Ankler (“la newsletter que Hollywood ama odiar y odia amar”) definía poder dedicarse a un proyecto independiente como “un bote salvavidas para las personas que han salido del naufragio de los Old Media, o New Media”.

Igual que existen historias de éxito de periodistas y creadores viviendo de sus propias iniciativas –sobre todo en Estados Unidos–, otros no pueden, no se plantean hacerlo o chocan con una sociedad no preparada para ello. Así, combinamos trabajos a jornada completa con nuestros proyectos en busca de poder aunar ambas cosas en una sola labor.

La cuestión es que la industria periodística ya no es lo que era. En España, las revistas han perdido el 60% de sus ingresos y lectores en 12 años y La Razón ha sido la última en anunciar recortes y despidos. Además, desde el 2004 al 2019, casi la mitad de los trabajos en periódicos de EEUU fueron eliminados, según un estudio de la Universidad de Carolina del Norte, y más de 30.000 periodistas han padecido una reducción de sueldo o incluso sido despedidos durante la pandemia, lo que les empujó a buscar otras formas de subsistir, como esta.

Como ya mencioné en números anteriores, Daniel Levitt, de Inside The Newsroom, dejó su trabajo en el Wall Street Journal por los continuos problemas que generaba su newsletter en la redacción. Ahora, está intentando vivir de ella. Además, al NYT parece no hacerle demasiada gracia que sus periodistas creen newsletters propias, y les piden hablarlo con el medio antes de dar el paso.

Plataformas y redes sociales Las redes sociales son una gran herramienta para crear una marca personal y dar a conocer proyectos propios. Para aquellos que despegaron gracias a un blog, amasaron miles de seguidores en Instagram o Twitter, o ya contaban con un trabajo en un medio de renombre, no es complicado trasladarse a otras plataformas y continuar creando contenido, porque la horda de followers les seguirá. Yo, por ejemplo, seguiría a Manuel Jabois a cualquier parte.

Pero hay un problema: Trabajar como creador independiente no es un camino de rosas. Las mismas plataformas que albergan los proyectos de los creadores de contenidos continúan gastándoles jugarretas.

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