Política

REFLEXIONES EN EL CAMBIO #71

El círculo fatal de la venganza

Miembros de la Unidad de Traslado de Alto Riesgo de la Procuraduría General de la República en el seguimiento al caso de la Operación Medusa, donde se acusa al exprocurador Jean Alain Rodríguez. GLAUCO MOQUETE/LD

José Francisco Peña GuabaSanto Domingo

Acostumbrado a tocar temas espinosos sin saber cómo quedarme callado, vuelvo a reiterar una preocupación que a fuerza de mi convicción y experiencia me siento en la obligación de advertir: se está formando el peligroso “circulo fatal de la venganza” y es preciso hacerlo entender a sabiendas de que estamos “en un dialogo entre sordos”.

Aunque he tenido mis vinculaciones políticas electorales que todo el país conoce, no pierdo el sentido de la sensatez y del equilibrio como para dejar de no darme cuenta que estamos innecesariamente insuflando una política de odio y retaliación que terminarán por hundir el sistema democrático, porque le estamos dando paso al carrusel demencial de la revancha.

Estamos en la era digital pero, también en la del respeto a los derechos ciudadanos, hacer coexistir estos dos conceptos a un mismo tiempo es el arte del buen gobernar; que inicia con la capacidad de ponernos en el lugar del otro y producir cambios graduales, porque los súbitos lo único que nos traerá serán grandes problemas.

Reconozco que el largo ejercicio gubernamental peledeísta creó escozor y mala voluntad en varios sectores de la sociedad, sobre todo por los yerros de su última gestión, la del amigo Danilo Medina, pesar de que en los comicios del 2016 se abandero con ser el presidente más votado en la historia política dominicana, pese a esto, invirtió muy mal su capital de popularidad en querer forzar sin condición una tercera reelección consecutiva, que lo único que logró con esa actitud fue unir a la mayoría de la nación en contra de sus insensatas pretensiones.

Su gestión había apostado todos sus grandes aciertos a mantenerse por encima de todo en el poder, y le ocurrió lo que todos veíamos que les pasaría, menos a los inquietos inquilinos del Palacio “que sus horas en la mansión de Gazcue estaban contadas”.

El presidente Medina había perdido su proverbial encanto de mandatario cercano a los problemas de la gente, y no se estaba dando cuenta que estaba inoculando un sentimiento de venganza producto de las malquerencias que crearon sus propios funcionarios ante la población, ahondando un abismo producto de la separación de la ciudadanía y el poder.

Un todopoderoso Comité Político, que se regodeaba en la gloria de su inmenso poder y que unido al trabajo de los tecnócratas palaciegos se creían que se las sabían todas, más una oligarquía cómplice de todo lo que hubo de pasar fue el explosivo cóctel que arrasó en las elecciones del 2020 con todo vestigios de popularidad y respaldo electoral recibido en el 2016.

"El síndrome de Hubris" se había aposentado nueva vez en el Palacio Nacional y los fantasmas de Trujillo y Lilís desandaban sus pasos, actuaban los del anillo palaciego sin entender que esas eran etapas felizmente superadas y ellos como cortesanos del poder lo hicieron todo para retenerlo pero, en un abrir y cerrar de ojos, “lo perdieron todo”: las elecciones municipales, congresuales y presidenciales.

Cuando visité días después de tan sonada derrota a mi amigo Danilo, al Palacio Nacional por invitación de él, advertí que Danilo todavía no tenía explicación alguna al tsunami producido, todo porque se creyeron sus propias mentiras, con encuestas que solo buscaban satisfacer las ansias de triunfo de quienes las pagabans pero no se detuvieron a buscar la ingrata pero difícil verdad. Si así lo hubiesen hecho se hubiesen preparado a tan mortal y significativo golpe.

Solo así se comprenden las locuras cometidas, la misma que les creó la animadversión con los que no olvidan agravios recibidos: “la Indomable clase media”, porque a diferencia de la baja, que cualquier cosa que se le haga a su favor los puede hacer cambiar de opinión, o con la clase alta que solo les interesa engordar sus abultadas cuentas, se olvidaron que la frustrada y presionada clase media solo demanda que se castigue a todo aquel que se haya beneficiado de los recursos públicos; esta misma clase convertida en ciudadanía digital, destila aversión o encono contra todo aquellos que logran fácil resolver los problemas de su vida, a costa de los impuestos que con sacrificios ellos pagan.

El danilísmo, sin querer, afiló cuchillo para su propia garganta, hoy se ven las consecuencias de tan alocada acción, porque se olvidaron que el poder es efímero y que hoy se pierde con una facilidad que espanta. Los muy incautos se pusieron en las manos de los que solo desean cercenar sus cabezas, para con inquina disfrutar someterlos al escarnio público y recluirlos a todos en la cárcel. En vendetta a estos no le importan para nada el cumplimiento al debido proceso, solo el cobro de la gran deuda social acumulada.

He visto como las redes vierten todo su veneno ante cada operativo anticorrupción y como disfrutan de esa teleserie y las consecuencias de sus actores principales, al cual hacen culpable y en linchamiento mediático poco les importan a la legión de indignados digitales “la carga de la prueba”, son sentenciados por el pueblo mucho antes que cualquier juez por presión mediática dicte sentencia; como solo les interesa a los que ofendieron el honor nacional, solo desean que paguen los corruptos y no lo corruptores, a esos capciosamente nadie los menciona.

Estamos viviendo la nueva era de la mediocracia donde las redes y la comunicación imponen la agenda gubernamental, porque en su virtualidad gregaria los anónimos digitales son los que reparten culpas y están condenando previamente a los imputados mucho antes de que se conozcan los cargos, porque la justicia está atrapada en la indignación nacional expresada en las redes sociales, que solo quieren ver, como en los circos romanos “sangre en la arena”.

En gozo veo como se disfruta del mal ajeno, en un país “donde el día más claro llueve”, y donde la corrupción es práctica que está en el ADN de casi todos los dominicanos, peor aun olvidándose los que gobiernan, los del Ministerio público y los que imparten justicia. La memoria cortoplacista de nuestros ciudadanos que pronto convertirán a los verdugos en víctimas, y las víctimas en verdugos y ahí arrancará nueva vez el círculo fatal de la venganza, que no cesará hasta que llegue la revancha.

Es por eso que abogo por un tranquilo proceso de reclamo de justicia, desprovisto de la espectacularidad y coerción sin juicio previo; porque se pueden estar cometiendo excesos que terminarán en agravios, que no se olvidarán hasta ver que quien los hizo, pague, en una sociedad que cambia tan fácilmente de parecer todo el que se expone a tomar medidas drásticas contra otros sin previamente analizar posibles futuras consecuencias; estarán en la lista de los que tendrán después tal vez que pasar por lo mismo o peor, porque aquí no se necesita tener prueba reales para encarcelarte, solo estar en el lado opuesto de los que detentan el poder.

Tal vez, porque no albergo odio ni malquerencia alguna contra nadie, abomino todo aquello que sea la conculcación de los derechos ciudadanos, no importando su culpabilidad o no, solo que creo que las cosas hay que hacerla de una manera diferente y sobre todo respetuosa de la dignidad humana.

Pero, es que los errores solo se ven cuando las consecuencias ya son irreparables. ¿Qué gana el Estado con humillar a tal nivel a un exprocurador General de la República? Hay otras formas de hacer las cosas, obteniendo mejores resultados que exponer a un hombre con tantas informaciones confidenciales y sensitivas a que arme un lío si las hace públicas de insospechadas consecuencias pero, nadie ha atinado el miedo que les debe estar produciendo a simples fiscales el saber que cuando se voltee la torta política los que le puede pasar después de haber cumplido su labor, porque en ese mismo espejo del ciudadano Jean Alain, al cual no conozco, les podrá tocar transitar.

Cada día y lo digo responsablemente, reivindicamos el accionar y el manejo cuidadoso de las cosas de Estado del doctor Joaquín Balaguer, donde se conjugaba los pros y contra más el secretismo institucional ante cada medida a tomar, porque deben dirigir los funcionarios y no las redes sociales, ni mucho menos los que desean sus 15 minutos de fama a costa de la pérdida de la racionalidad nacional. Además del poder, el dinero, el boato y la parafernalia que se les crea a los que llegan al gobierno, súmenle ahora la revancha que seguro convertirá a este país en un “círculo vicioso de imputados”.

Sé que no me harán caso y muchos dirán que con esto defiendo o hago causa común con los acusados del uso indebido de los recursos públicos y nada más falso, solo advierto cosas que sé que vendrán “la judicialización de la política”. Porque caerán presos culpables e inocentes de igual manera, porque el cobro de la cuenta no tiene que ver con auténticas o reales culpabilidades, solo si usted estuvo cerca o participó en tal o cual equipo, porque los que fueron martillos hoy son clavos, puede que en un futuro no muy lejano sea viceversa y se pondrán muchos la manos en la cabeza preguntándose, si se excedió en el pasado. El miedo a lo que le puede pasar no los dejará dormir tranquilos.

El poder tiene en sí mismo el germen de la autodestrucción, porque los mismos guardias que hoy te cuidan pueden ser mañana los que te llevarán detenido y sin consideración alguna, a la misma cárcel que mandaste a otros; la conocerás y querrás que se te respeten tus derechos básicos, como ver tu familia, una llamada por celular o recibir la comida de tu casa y simplemente te lo negarán; a los que quieran ver el ejemplo vivo de lo que les digo, solo tienen que ver hoy al acicalado, afrancesado e impetuoso exprocurador General “recibiendo hoy la misma medicina que en el pasado les dio a otros”.

Por eso es que el poder solo sirve para una sola cosa: “para servirle a la gente”, no les sirve hoy para más nada, porque el que se crea la película de estar en el poder con sueño se despertará pronto con pesadillas.

La clase política, debiera reunirse y repensar el carrusel de odios que están creando y sus consecuencias presentes y futuras, válidos hoy para los que están en el poder como para los que están en la oposición; porque el miedo a bajarse del potro brioso del poder por temor a represalias, hará a los que tienen hoy el poder cometer errores, y los de la oposición a comprometerse para buscar apoyo político y económico y dejar que los que tienen deudas que saldar se las cobren posteriormente.

A los candidatos presidenciales del 2024, les pedirán los hoy perseguidos el control de los organismos coercitivos para cobrar venganza, y si los que los solicitan tienen los votos y los recursos para hacerlos ganar, seguro que se los darán y seguirá este círculo infernal de la venganza, haciendo estragos en una sociedad noble que puede demandar justicia y recuperar lo hurtado, solo cuidando las formas, sin tener que de manera atropellada dejar de cumplir con el debido proceso.

Al final no hay nadie más mediocre y cobarde que los prepotentes y abusadores que existen en todos los gobiernos, que se creen semidioses, porque tienen un cargo, una placa oficial y un guardia detrás que les cuida la espalda.

Cuando mañana no exista nada de eso, porque tu partido perdió las elecciones, tu escudo será tu comportamiento, aquel que nace del “respeto al derecho ajeno” que es la paz como expresó el expresidente de México, Benito Juárez.

Nadie tiene el derecho, ni siquiera en nombre del pueblo ni de la justicia a maltratar desconsideradamente al otro, porque no hay nada más valiente y honorable que la cortesía.

Oteo un horizonte nuboso, porque el odio está creciendo en el corazón de gente que tendrá poder, porque tienen votos aunque hoy estén ocultos y decidirán cuando lleguen los comicios la suerte de la República, porque veo a no pocos blandiendo su espada en respuesta por los errores del ayer contra la oposición y en especial contra el expresidente Danilo Medina; para los que creen que en política hay muertos, les aconsejo que revisen nuestra historia, huelga decir que sobrarán ejemplos de los que en desgracia total lograron volver al poder; hago mías las palabras del Monseñor Meriño, expresidente de la Republica entre 1880-1882, que nuestro país es muy especial porque “tanto se pasa del exilio al solio, como del solio al exilio”.