Hay que recuperar el reportaje
Yo creo que el Papa dio en el clavo con una lucidez impresionante. El periodismo ha dejado de ir a la calle a ver lo que pasa. Nos hemos creído que dictamos sentencia desde las redacciones determinando los intereses de la gente y eso no es verdad. La gente tiene su vida y sus preocupaciones cotidianas y tienen poco que ver con lo que nosotros contamos muchas veces. Criticamos la política alejada de la vida de las personas, pero
nuestro periodismo también está muy alejado. Hay que ir afuera, entrar en la vida cotidiana de la gente. Recuperar el reportaje. Dejar de hablar de nosotros mismos. Dar menos nuestras opiniones y contar más lo que les pasa a otros. Estar atentos a los más débiles, a los que no tienen voz. Denunciar las injusticias, sin descanso, por encima de todo. Seguir contando el sufrimiento de quienes son víctimas de guerras, hambre, enfermedad, violencia,… aunque estén lejos, aunque ya no sean noticia.
Y hemos dejado de salir a la realidad por varias razones: en primer lugar, porque un periodista que está en una redacción haciendo las cosas por teléfono es más barato y produce más noticias que uno que sale fuera y pierde el tiempo necesario en ver las cosas y reflexionar para contarlas. También porque salir a buscar cosas es más incómodo que recibir teletipos y transcribirlos. Y también porque el periodismo vive al dictado de los poderosos muchas veces, atendiendo a sus intereses. Y también hemos dejado de salir porque tenemos mucho ego. Tenemos que volver a recordar que no somos nosotros los importantes, sino el mensaje y las personas de las que hablamos.
Hoy en día hay más noticias que nunca, pero también hay mucho ruido y poca información. La gente tiene a su alcance muchos datos y sin embargo, parece que cada vez estamos menos informados o nos importa menos lo que les ocurre a otros. Nos hemos acostumbrado a señalar con el dedo buscando culpables o enemigos, a dar opiniones en caliente sin darnos el tiempo y el silencio necesarios para reflexionar y ponderar las cosas. Nos hemos olvidado de la dimensión pedagógica y la responsabilidad social que tiene nuestro trabajo. Y hemos olvidado nuestra dimensión penitencial, el servir de espejo a la sociedad para ayudarle a revisarse, a cambiar y trabajarse en sus flaquezas. Nos hace falta a los periodistas crecer en humildad, escucha, paciencia y compromiso para denunciar lo injusto».
Durante el confinamiento yo no he pisado todo el suelo que me hubiera gustado, ni tampoco todo lo que hubiera sido necesario. Se han quedado muchas cosas por contar. Y se siguen quedando porque se va perdiendo el interés. Ha habido muchos impedimentos por parte de las administraciones varias para controlar la información, para no dar acceso. Y eso no es bueno, no contribuye a que seamos una sociedad adulta, madura, consciente de su sufrimiento y de sus debilidades. Y la consciencia del hoy, es el primer paso para la construcción de cualquier porvenir. Es difícil que nos hagamos mejores como sociedad si caminamos con una venda en los ojos.
De lo que yo he visto, me ha impresionado sobre todo el trabajo incansable de la gente que peleaba en primera línea. Sobre todo los sanitarios, haciendo jornadas eternas, dejándose la salud, dejando a sus propias familias, yendo infinitamente más allá de su obligación y por supuesto de sus jornadas y de lo que su salario les obliga. Trabajando contra el virus, pero también contra el cansancio, contra la tristeza, contra el agotamiento mental, contra el miedo y contra el desánimo. Y también el trabajo de otras personas que han pasado más desapercibidas: enterradores, policías, bomberos, personal de limpieza… que trabajaron mucho y a veces en tareas invisibles, pero lo hicieron con una vocación de ayudar digna de admiración».
Hay muchas fotos que me gustaría haber hecho… Me gustaría que nos hubieran dado acceso a los hospitales y las morgues con más liberad. Me gustaría haber podido entrar en la morgue del Palacio de Hielo de Madrid, a contar el trabajo que estaban haciendo funcionarios y militares con un inmenso respeto para garantizar el velatorio y la custodia de los cuerpos. Algunos se iban llorando a casa y nadie ha contado lo que han hecho allí, nos hemos quedado con una imagen pasada bajo mano de un montón de ataúdes almacenados. Pero allí hubo una entrega y una implicación personal muy grande. Y no se ha visto.
Tuve la suerte hace poco de que en un hospital me dejaron estar 24 horas acompañando una guardia yo solo. Sin nadie que me controlara. Iba por los pasillos entrando y saliendo de las unidades a placer. Y creo que fue un buen trabajo, responsable y respetuoso. Al contrario de lo que pueda parecer, cuando nos dejan hacer nuestro trabajo y nos dan esa confianza, el resultado suele ser muy gratificante para los protagonistas de las historias. También es verdad que esa confianza hay que ganársela, con el trabajo de todos los días, siendo responsables hasta en los más pequeños detalles. Teniendo empatía con los que tenemos ante nosotros. A veces hay que renunciar a contar algo, para ganarte la confianza. Yo por ejemplo, al inicio de la pandemia, pude entrar a una sala de urgencias desbordada, porque me invitó la jefa de la unidad a pasar y le dije que no, porque no tenía el permiso y le iba a meter en un lío. ¡Y entonces nadie había entrado todavía a un hospital a hacer fotos! Hubiera sido una buena exclusiva, pero también nos habría impedido entrar más adelante con sosiego y confianza para poder profundizar en el trabajo que se estaba haciendo, como lo hemos hecho».
¿Una foto pospandemia? En septiembre me hizo mucha ilusión hacer fotos del primer día de vuelta a los colegios, estuve en el de mis hijas y fue una explosión de alegría. Desgraciadamente, la pospandemia va a ser mucho más triste. Salimos pasando una página que no hemos querido leer. No hemos cambiado lo importante y salimos peores como sociedad. No hemos aprendido que tenemos que ganar en corresponsabilidad como miembros de una sociedad. Que tenemos que reducir, que cambiar nuestro estilo de vida. Que tenemos que dejar de guiarnos por el consumo de cosas y por el beneficio desorbitado, por la esclavitud del dinero. No hemos aprendido que tenemos que escucharnos más. Nos quejamos mucho más de lo que damos gracias, y tenemos muchos motivos para vivir agradecidos. Que tenemos que reforzar la sanidad y la educación, porque son el cuidado de nuestro cuerpo y nuestra alma. Así que mi foto pospandemia es una foto mucho más triste y menos esperanzada que la prepandemia.
Y si hablamos del periodismo, creo que la foto no es mucho mejor tampoco. Los periodistas tenemos un cansancio acumulado y necesitamos tiempo y distancia para reconocer lo que ha ocurrido. Como sociedad, no hemos comprendido lo importante que es estar bien informados. Para no ser engañados. Pero también para poder reflexionar y corregir el rumbo cuando no vayan las cosas como deberían ir. La gente mayoritariamente no está dispuesta a gastar dinero en estar informada. Y un periodismo barato no es un buen periodismo, porque no permite dedicar el tiempo necesario a las informaciones y porque no permite la fortaleza y la solvencia necesarias para poner sobre la mesa determinadas cuestiones.