No meterse a periodista

Por leer “El abogado en casa” o “El médico en casa” no me convierto en abogado o médico. Con el periodismo sucede igual, hay múltiples listillos dando clases de periodismo por ahí, desde la calle o desde sus casas, a profesionales que debieran ser denunciados.

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RAMÓN REIGTOMADO DE FUNDACIÓN LUCAS DE TENA

Los estudios con menos salidas profesionales son los de periodismo y, por supuesto, los de Humanidades en ge­neral. Están matando al periodismo y colocando en su lugar otra cosa a la que se le puede llamar información pero nunca periodismo. Informar lo hace cualquiera pero ser periodista no es cualquiera, es una profesión con sus técnicas especiales, su for­mación y su experiencia, el periodis­mo ha estado siempre ahogado por el intrusismo pero es que ahora, con la llamada Red de redes, cualquiera se cree que es periodista. O músico, o pintor, o poeta.

Porque yo me lea uno de esos li­bros llamados El abogado en ca­sa o El médico en casa no me con­vierto en abogado o médico. Con el periodismo sucede igual, hay múl­tiples listillos dando clases de perio­dismo por ahí, desde la calle o desde sus casas, a profesionales que, por educación y formación, no pueden mandarlos literalmente a la mierda desde las ondas de una emisora de radio o de televisión.

Una de las profesiones más im­prescindibles carece de salidas pro­fesionales, paradójico, ¿verdad? No creo que deba explicar por qué es imprescindible, lo que sí hay que pensar y repensar es qué está su­cediendo con ella, por qué la están matando, algo que ya he explicado de sobra en libros y artículos pero que no está de más recordar.

La profesión de periodista no existe oficialmente. Hay colegios de periodistas muy recientes, de poca implantación en la profesión y con escasísima fuerza ejecutiva. Hay asociaciones de la prensa, sindica­tos de periodistas. Al margen de que la politización está muy presente en todas estas instituciones, ningu­na posee el poder de un colegio de médicos, de abogados o de arqui­tectos que te pueden impedir el ejer­cicio de esas profesiones si cometes determinados delitos o faltas contra sus códigos deontológicos. En el pe­riodismo no ocurre nada de eso, se trata de una profesión altamente in­solidaria -el otro extremo de la com­plicidad médica-, podemos obser­var a periodistas en radio o televisión mezclando periodismo con publici­dad -algo que prohíben los códigos deontológicos del periodismo- y no ocurre absolutamente nada. En el mundo académico, los curricu­lums y las investigaciones sobre periodística -ciencia que estudia el periodismo- los pueden valorar en el ministerio correspondiente pro­fesores funcionarios de otras espe­cialidades en ciencias sociales: la comunicación y el periodismo aún no se dan a respetar en el ámbito universitario.

A los empresarios del periodismo, como es lógico, les interesa vender y si una cara o una voz que no haya es­tudiado comunicación les trae divi­dendos lo mismo les da que haya es­tudiado o no comunicación, incluso que no haya ejercido, ya la formarán

mismo empresario. A su vez, la di­versificación del capital ha provoca­do que el mismo poder privado que puede ser susceptible de ser investi­gado periodísticamente se salve de tales “molestias” al ser el propietario directo o indirecto de un medio de comunicación o bien un anuncian­te destacado. Los accionistas en gran medida son ajenos al periodismo, con intereses en otras esferas comer­ciales y productivas, así como en sec­tores industriales y bancarios.

Por último, en este repaso bre­vísimo, la digitalización de la socie­dad ha aumentado enormemente la condición del periodismo como in­foentretenimiento y ha dado lugar a la aparición de un público digital al que no interesa el buen periodismo puesto que el buen periodismo exige esfuerzo y dedicación a la lectura. El mundo digital -que lo mismo puede llevarte al saber que a la ignorancia- ha aumentado el número de analfa­betos funcionales y ha degradado al periodismo con novedades como los titulares anzuelos y todo tipo de in­formación banal. El océano de “noti­cias” y datos es tan grande que ya no se necesitan periodistas propiamen­te dichos, en buena medida sustitui­dos por los youtubers.

Los medios de comunicación tra­dicionales -prensa, radio, televisión- van perdiendo relevancia. El cono­cimiento disminuye, la calidad de la democracia también, el síntoma es la falta de trabajos en el periodismo y las Humanidades. El periodismo sufre porque la democracia y las an­sias de comprender lo que sucede en clave global también están su­friendo para dar paso a una socie­dad superficial de carpe diem mal entendido que se siente atraída por lo interesante, no por lo im­portante, no por lo sustancial. Na­da nuevo, pero sí mucho más ex­tendido.

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