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Periodismo vs pandemia

LOS PERIODISTAS NO DEBEN SER MANIPULADOS POR SUS ENTREVISTADOS

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MATÍAS ENRÍQUEZBuenos Aires, Argentina

“Estamos en una selva de disputas donde la verdad ha sido dejada de lado porque la Justicia no im­porta y porque los hechos no interesan”. Hace varios meses, el filósofo Santiago Kovadloff realizaba una precisa radiografía del discurso público, en la cual también alertaba sobre los riesgos de la libertad de ex­presión de gobiernos que “imponen su fuerza no por convicción sino por la sumisión de quienes la reciben”. En momentos de altísimos índices de propagación de contenidos des­informativos, el testimonio de Ko­vadloff es revelador e indispensable para afirmar que la verdad ha sido abandonada en sí misma y retoma­da desde la perspectiva que cada in­dividuo tiene sobre los hechos.

En esa coyuntura también cayó la mitad del Siglo XX por antono­masia. La radio y la televisión vol­vieron a evidenciar que la desinfor­mación no es producto únicamente de charlas de WhatsApp o cuentas tuiteras de dudosa procedencia sino que también son los propios perio­distas quienes le han dado un gran espacio en sus programas para que estos contenidos proliferen y lle­guen a los hogares. Desde el abor­daje de temáticas con una liviandad inusitada, algo que no es solo de es­tos días sino que viene de larga da­ta, hasta la irresponsabilidad y po­co profesionalismo con el cual se abordan algunos temas de interés público, el periodismo le ha abierto sus puertas a la desinformación, lo cual se ve acrecentado por la dificul­tad de encontrar información de ca­lidad entre tanta oferta informativa que circula en el ecosistema mediá­tico actual. Ya lo decía el periodista Iñaki Gabilondo, “vivimos en una época de inundación informativa pero cuando hay inundaciones es más difícil encontrar agua potable”.

Por estos días tomó mucha re­percusión una entrevista realiza­da a una persona que ponía en tela de juicio las vacunas como estrate­gia indispensable para combatir el Covid19. Cabe señalar que muchos países vienen llevando a cabo un proceso realmente lento, lo cual se complejiza aún mas por la llegada de las nuevas olas que ya son una triste realidad. En estos tiempos es alarmante la falta de empatía de ciertos periodistas para con aque­llas personas que fueron vacuna­das o están por serlo, generando mucho temor y angustia y, de este modo, perjudicando el esfuerzo de la comunidad médica a la hora de convencer a aquellos más escépti­cos de la vacunación. Definitiva­mente el daño a la salud pública es de los más difíciles de enderezar y se necesita un compromiso de to­dos los periodistas para informar más que entretener, en donde el rating no sea el único horizonte al que apuntar a la hora de la produc­ción de los contenidos y productos informativos.

En ese sentido, también ha lla­mado poderosamente la atención la evaluación de sanciones a los pe­riodistas cuyos discursos promue­ven “el pánico social, la alarma y la desinformación”. Indudablemente que las fake news y la desinforma­ción son los grandes problemas que ha traído consigo el coronavirus a nuestras vidas,.

Apelando a la sinceridad del lec­tor ¿qué legitimidad tienen de ex­pedirse y sancionar a periodistas co­munes si se aplica la vista gorda con los periodistas oficialistas que tam­bién desinforman ‘a gusto y piace­re’? ¿Dónde queda entonces ese derecho constitucional con rela­ción a la publicación de ideas sin censura previa? Tal vez esa estra­tegia vaya en sintonía con alguien que a través de las redes sociales ha propuesto sancionar a los pe­riodistas que mienten. De ser así ¿Hacia dónde se dirige la liber­tad de expresión si se aplica esa polémica medida? Y más profun­do aún ¿Quién y porqué se arroga la potestad de decir que tal o cual contenido es falaz? Demasiados interrogantes desnudan más in­certidumbres que certezas y pue­den dejar más deteriorada a la li­bertad de expresión de lo que ya está.

Indudablemente que la única ma­nera de combatir tanta marea desin­formativa radica en la audacia de los consumidores, priorizando el senti­do común, ese que el filósofo Voltai­re definió como el menos común de los sentidos, a la hora de seleccionar qué programas consumir. Todo es­to, también se vería favorecido con la actitud gubernamental de focali­zar sus esfuerzos, no en la persecu­ción de periodistas sino en brindar una comunicación más eficaz que no deje tantas dudas en materia comunicacional. En momentos de tanta incertidumbre como la actual, son varios los organismos internacionales que recomien­dan la importancia del consumo de las fuentes oficiales (siempre y cuando estas ayuden a la convi­vencia social y pacífica). Y, por su parte, el periodismo debe tener la tranquilidad del pleno ejercicio profesional con total libertad sin recibir apercibimiento alguno por ello. Sin embargo, atento a la co­yuntura actual, es necesario que los periodistas sean respetuosos e intelectualmente honestos para con aquellos ciudadanos que con­forman sus audiencias y, asimismo, sean conscientes de los daños que pueden llegar a ocasionar por sus dichos.

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