Abinader y la coyuntura haitiana
El Gobierno anuncia la construcción de una verja perimetral en la frontera Y, aunque esta no sea suficiente como apuntan algunos, es necesaria.
Haití es en este momento un Estado fallido en donde el Gobierno no tiene control del territorio ni el monopolio de la violencia como demuestra la ola de protestas brutales, secuestros organizados por bandas y una población en estado de rebeldía que no reconoce a la autoridad.
La disolución del Ejército haitiano – grave error de ONU y USA – dejó a esa nación al borde de un caos que la presencia de miles de cascos azules de la ONU durante casi dos décadas, no lograron controlar; a su salida el desorden general reinante testimonia su fracaso.
Haití, que a la caída de Trujillo y, más aún, en ocasión de nuestra revuelta de abril en 1965 tenía índices económicos, sociales y de vida semejantes a los de República Dominicana, después de la salida de Duvalier en 1986, está peor, porque el ejercicio de los derechos políticos ha llevado a la anarquía total, contrario a en República Dominicana en donde la clase política ante cada crisis – no obstante sus errores - ha logrado soluciones.
Hace falta una verja porque el progreso sostenido de República Dominicana y el “dejar hacer” de los políticos dominicanos, construyó un puente tan amplio en la frontera que sin control permitió el acceso de casi dos millones de personas, equivalente a un veinte por ciento de la población nacional y, eso no es sostenible: Ni soportable.
Esa línea tecnológica, anunciada, que debe resguardar nuestro territorio hay que reforzarla con una frontera sanitaria que conlleve una red de centros de salud primaria pagada, servida y abastecida por nuestro país: Ese costo que algunos rechazan es menor que dedicar el 18% del presupuesto nacional a su atención en hospitales dominicanos.
Es inaceptable que el 20% de los partos en nuestros hospitales sean de madres haitianas, pero no podemos negar el servicio, en consecuencia, es preferible que den a luz en su territorio, en la frontera, aunque sea con cargo a nuestro presupuesto.
La idea del Presidente Abinader de construir centros de salud con la ayuda internacional es loable, pero veo difícil que se concrete: En los últimos 17 años muy poca de la ayuda internacional ofrecida a Haití se ha podido realizar por la inestabilidad de los gobiernos, por el entramado de corrupción, por la carencia absoluta de instituciones que la canalicen y sobre todo porque el mundo no entiende que el principal producto de exportación haitiana y su principal fuente de ingreso es la miseria. Cuando se estudia la relación dominico haitiana contemporánea es fácil encontrar que solamente durante el primer mandato de Preval se pudieron concretar proyectos – formulados en la Oficina del Ordenador de Lome IV dominicana-, entrenarles personal para su Administración Pública e ingresarles miles de estudiantes a las universidades dominicanas, especialmente para estudiar medicina y veterinaria entre otras disciplinas.
Incluso partiendo de una visita que incluyó un almuerzo en su Palacio Nacional con el Presiente Preval, se inició la cooperación en infraestructura y zonas francas, que dio muchos frutos: Toda la cooperación se inició ahí, incluyendo actividades como la de venderles combustibles, que luego el PLD desestimó.
Los gobiernos siguientes, aunque sin la hostilidad de Aristide, carecieron de la estabilidad política mínima para continuar esa cooperación y el tema se centró en la migración sin control; los nuestros, carecieron de visión y retornaron a la etapa del avestruz: Creer que ese problema – el haitiano - va a desaparecer solo.
Equivocados o no, lamentablemente sólo Trujillo y Balaguer han tenido percepción del problema sin solución que representa la vecina nación para nuestro desarrollo, futuro y supervivencia.
Hoy en RD, con un mayor grado de desarrollo, el control migratorio es difícil como en toda nación en esa condición y, eso genera una obligación de cooperación de inteligente cumplimiento a los fines de que las condiciones allá mejoren: Sobre todo porque Haití, desde el siglo XIX ha tenido a su favor la opinión pública.
La democracia es el sistema de Gobierno triunfante del siglo XX, pero requiere de condiciones para fructificar y su semilla necesita un ingrediente, aunque sea de mala calidad: El Ciudadano y, Haití – salvo excepciones - nunca los ha tenido
Europa y América, por desconocimiento de la matriz fundacional de la nación haitiana y de las condiciones de su nacimiento, han fracasado durante los últimos 34 años en construir un sistema político viable en Haití y ese fracaso lo paga República Dominicana, sobre todo porque cansados, la solución de la ONU y la OEA, ha siso marcharse y dejar el lio a los dominicanos.
Algunas voces extremistas claman por deportaciones masivas y, hasta la Dirección General de Migración, presionada por la opinión pública, tanto como por el problema mismo, declara que se han deportado 200 mil, olvidando que los tratados firmados por el país prohíben las deportaciones masivas.
En medio de una pandemia hasta se leen declaraciones vehementes para no vacunar a los haitianos – legales e ilegales -, como si el derecho a la salud tuviera nacionalidad o condición migratoria: Los extranjeros con la edad establecida en el protocolo sanitario deben ser vacunados igual que los dominicanos, primero porque es un derecho humano y segundo porque no se hace nada con vacunar a los nacionales y dejar focos de contaminación sueltos con los ilegales. Pero sobre todo porque somos los culpables de que estén en nuestro territorio.
El nacionalismo extremista solo hace daño al país y nos coloca como blanco de las críticas injustas que organizaciones pagadas para ello recurrentemente nos reiteran: Presidente, Haití es nuestro principal problema y, no tiene solución, pero, para no agravarlo, oiga el consejo de gente ecuánime y mejor informada que sus actuales colaboradores.