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¿Dónde están las Madres de la Patria?

Las mujeres también han sido de armas a tomar, igual que los hombres héroes de la patria. EXTERNA

Las mujeres también han sido de armas a tomar, igual que los hombres héroes de la patria. EXTERNA

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Patria Reyes RodríguezSanto Domingo, RD

Las mujeres siempre han estado presentes en todas las luchas, revolucionarias o no, que han desarrollado los pueblos. A pesar de que asumieron los mismos riesgos de vida que corrieron los hombres, su papel y su valentía han sido minimizados en muchos casos invisibilizados en los procesos históricos.

Hoy, a propósito del Día Internacional de la Mujer, quiero hablar de las mujeres independentistas, esas mujeres que ofrendaron sus vidas junto a los héroes que hicieron nacer la República y que, a pesar de haber sufrido la misma suerte que ellos (muerte y exilio), aún no han merecido ser consideradas “Madres de la Patria”.

He escuchado a personas decir, ¿y qué hicieron las mujeres para ser consideradas Madres de la Patria? insinuando que muchas no empuñaron un arma, como si solo esa acción era la que se necesitaba para lograr la Independencia Nacional, cómo si solo quienes tiraban tiros arriesgaban su vida, como si estas mujeres no pagaron con su vida, persecución y exilio su apoyo a la gesta patriótica.

Empecemos por Ana Josefa Pérez de la Paz (Chepita Pérez), la madre del prócer Juan Isidro Pérez, quien facilitó su casa para que se realizará la primera reunión constitutiva de la Sociedad Secreta La Trinitaria, organización formada por el patricio Juan Pablo Duarte para lograr la separación de Haití.

Chepita Pérez no solo prestó simplemente su casa y vigiló la reunión para dar seguridad a los nueve integrantes de la Trinitaria, sino que arriesgó su vida por los altos niveles de represión que se vivía en la época, se expuso a ser acusada y castigada por su decisión de defender los ideales revolucionarios de la época.

Algunos dirán que lo hizo porque su hijo era uno de los nueve participantes de la sociedad secreta, pero cuantas madres de ese tiempo no se desligaron de las ideas de sus hijos, por no estar de acuerdo o por temor a lo que le pudiera pasar a la familia. Sin embargo, Chepita Pérez tenía la decisión política de apoyar el movimiento hasta sus últimas consecuencias, dispuesta no solo a perder a su hijo, lo más preciado en la vida de una madre, sino también, a perder su propia vida.

Igual podemos hablar de María Trinidad Sánchez, a quien solo se le reconoce que tejió la bandera nacional, como si antes de tejer el lienzo tricolor no había ella decidido asumir la causa política, la misma que la llevó a paredón de fusilamiento a un año de declararse la Independencia, el 28 de febrero de 1845.

A pesar de que cuenta la historiografía dominicana que ella no flaqueo en los momentos difíciles, que se mantuvo firme y acorde a los principios trinitarios, que proveyó de cartuchos a sus compañeros de lucha de aquella noche luminosa en la Puerta del Conde donde se declaró a la Patria libre de toda potencia extranjera, aún a María Trinidad Sánchez no se le reconoce en la gran patriota que fue.

Otra heroína de incuestionable aporte a la causa de la Independencia, lo fue Rosa Duarte y Díez, hermana del más insigne Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte.

Se cuenta entre sus acciones, la de ayudar a hacer los cartuchos y a confeccionar las balas que se usaron en el pronunciamiento de la Puerta del Conde y aun así su valor no ha sido reconocido por su propio valor personal, sino como la hermana preferida del patricio y la que lo cuidó en el exilio.

Ella, no solo fue la biógrafa por excelencia de la noble vida del patricio, sino que corrió todos los riesgos para defender los ideales independentistas hasta sufrir junto a su familia el destierro y aún allí mantuvo su decisión política de luchar hasta su muerte por preservar el valor de la impronta de Juan Pablo Duarte, a pesar de las difíciles condiciones económicas en la que vivía.

También sufrió, durante las luchas independentistas, la muerte de su novio, Tomás de la Concha, fusilado en 1855, cuando ya estaba en el exilio.

Otra valerosa mujer de la Independencia fue Juana Trinidad, mejor conocida, como Juana Saltitopa, a quien se le menciona ligeramente en los libros de historia dominicana, como la mujer que llevaba el agua para enfriar los fusiles de los soldados en la Batalla de Santiago del 1844.

No obstante, Juana fue una mujer de armas a tomar como cualquier hombre o con más valor que muchos de los que en ese momento asumían la causa patriótica.

“La Coronela” fue un calificativo que se ganó por destacarse en los enfrentamientos bélicos, en los que no solo llevaba el agua del rio para enfriar los fusiles, sino que según el testimonio de Bríjida Minaya (Mamá Billa) en el libro de “Historia de la Concepción de La Vega”, segunda edición de Guido Despradel Batista, ella “peleó mucho contra los franceses prietos [haitianos]; en esas peleas Juana echaba para alante a los hombres que se acobardaban, atendía a los heridos, le pasaba agua a los combatientes para que calmaran su sed y refrescar los cañones, le llevaba pólvora en su delantal o en su pañuelo a los artilleros y les cantaba coplas a los soldados para que siempre estuvieran contentos y valerosos”.

Igual se puede mencionar a Petronila Gaú, quien se destacó en la Línea Noroeste en importantes batallas como la de Sabana Larga y a quien se conoce muy poco. Como ella, muchas mujeres anónimas que no participaron en la gesta Patria por compromiso familiar, sino por convicciones muy propias y por la que dieron sus vidas.

Y cada vez que leo de su arrojo, de su desprendimiento, de su sentido patriótico, me asalta la pregunta, ¿Por qué la Patria tiene tres padres y no tiene una madre? ¿Acaso fue muy poco lo que aportaron las mujeres?

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