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Populismo y neopopulismo en la era digital

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Rafael NuñezSanto Domingo, RD

En todos los niveles de la vida pública a escala mundial es percibida una crisis de liderazgo que se refleja en los pálidos rasgos de quienes han emergido a partir de la década de los noventa y cuya influencia, carisma y resiliencia para afrontar las adversidades son precarias, si se compara con los líderes políticos precedentes, hecho que se agrava porque en el ejercicio de la gobernanza democrática en estos tiempos hay que ser creativo, empático y flexible.

Las nuevas circunstancias del poder político en estos tiempos no son las de antes, pues los “jefes” sempiternos, hábiles negociadores, centralizadores del aparato partidista y especies de semidioses, están siendo suplantados por outsider que se apoyan en los nuevos medios y cuyas irrupción estremece los cimientos de los partidos tradicionales y de los liderazgos convencionales, como ocurre en Estados Unidos, Brasil y Venezuela, por solo citar tres ejemplos.

Las causas y consecuencias de la ausencia del liderazgo fuerte, carismático y embriagador en el marco de una sociedad global matizada por la gran influencia de la tecnopolítica es motivo de una reflexión aparte, de manera que me centraré en cómo las falencias de aquellas figuras paradigmáticas es absorbida por formas de gobiernos populistas o neopopulistas, ya sea de izquierda o de derecha.

En el momento en que Estados Unidos iniciaba una cacería de brujas contra personalidades públicas post Segunda Guerra Mundial con el estigma de “comunistas”, en otros escenarios del planeta se afanaba puntería en la búsqueda de un modelo económico y político que diera nuevos aires y vitalidad al ejercicio del poder, diezmado por las dos guerras sucesivas.

En el plano económico, el populismo clásico del siglo XX se caracterizó en la región por sustituir la tradicional dependencia de sus importaciones promoviendo la industrialización, modelo que fue aupado por líderes emergentes y organizaciones políticas nuevas, que entre los más destacados citamos a Getulio Vargas en Brasil, Juan Domingo Perón en Argentina, Víctor Raúl Haya de la Torre en Perú, Acción Democrática en Venezuela, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en Bolivia y José María Velasco Ibarra en Ecuador.

Dejando a un lado la visión que los economistas tienen del populismo, me enfoco en las definiciones que los historiadores y cientistas dan del neopopulismo clásico y su versión más reciente, denominada neopopulismo.

Los líderes populistas de las décadas de los cuarenta y cincuenta hasta los sesenta, se distinguían por ser nacionalistas, carismáticos, grandes comunicadores, articuladores de maquinarias electorales, inherentes de un personalismo en su forma de proceder que los conducía a decir lo que el pueblo quería escuchar, aunque careciera de fundamento ideológico o no estuviera sujeto a principios filosóficos.

La génesis del fenómeno populista dependía en el plano económico de las exportaciones de materias primas y la importación de bienes intermedios y finales, además del predominio de los sectores agropecuarios y exportadores en el ámbito político. El concepto populismo hay que verlo desde un punto de vista histórico, político y el aspecto puramente ideológico, en un intento en el que la clase media latinoamericana de conjugar esfuerzos con varios sectores sociales, arraigado en las familias vulnerables, para crear un sistema político de amplia participación y de una economía industrializada acelerada.

En los últimos años, emergieron liderazgos América Latina que han sido calificados de neopopulista, en contraposición con aquellos primeros líderes de los que hemos venido escribiendo.

Algunos historiadores y estudiosos de este nuevo fenómeno refieren que en el plano económico, el populismo requiere de un aumento constante del gasto público con la intención de solidificar el apoyo político de parte de los sectores populares. El populismo clásico tuvo su fin con los asaltos al poder político de parte de los militares, que suprimieron las libertades públicas y marcharon contra todo vestigio de política o actitud identificada con el antiguo modelo, incluida la indisciplina fiscal que se le atribuyó a los populistas clásicos.

Los nuevos actores políticos del neopopulismo en América Latina y otros zonas del mundo aparecieron como resultado del fracaso de las políticas de los militares no solo en el campo de las libertades públicas, sino en el ámbito económico, entre otros factores.

La desaparición de los regímenes militares en la década de los ochenta dio paso al período de transición a la democracia, cuyo primer punto de arranque-hay que decirlo- se produce en República Dominicana con el ascenso al poder del presidente don Antonio Guzmán Fernández, que fue el candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano (PRD).

Es nuestro país uno de los primeros-si no el primeroen devolver a los militares a sus cuarteles. En el ámbito económico, sin embargo, el cuadro encontrado por las nuevas administraciones democráticas no fue muy halagu¨eño debido la deuda exterexterna, el desempleo, el aumento de la inflación; en fin, una retahíla de desafíos, además del que representó la apertura política, escollos que terminaron acogotando a los nuevos gobiernos.

En ese contexto surgen nuevos liderazgos en América Latina que a la vista de la opinión pública, de los historiadores y estudiosos políticos, dan otro oxígeno al liderazgo proveniente de las escuelas del pensamiento democrático, pero con algunos rasgos del populismo clásico. A estas nuevas figuras le dieron por llamar neopopulistas.

El punto más distintivo de estos nuevos actores fue que aunque copiaron la forma de hacer política de los populistas clásicos, aplicaron políticas económicas neoliberales, pues en vez de apelar a las políticas proteccionistas, de intervención del Estado, de seguir con los programas y posturas nacionalistas, hicieron una simbiosis con el neolibralismo.

En esa tipificación en la región de neopopulistas tenemos los casos del recién fallecido presidente de Argentina, Carlos Menem; en Perú, Alberto Fujimori, Fernando Collor de Mello, en Brasil; Raúl Alfonsín, en Argentina; Arnulfo Arias, en Panamá, el propio Alejandro Toledo en el Perú y Vicente Fox, en México. La mayoría de estos nuevos representantes del populismo se sabe que fueron fuertemente cuestionados por su manejo de la economía, aparte de la corrupción rampante en muchos de esos gobiernos.

El populismo latinoamericano, refieren los historiadores, correspondió a un momento determinado del desarrollo capitalista que no tienen que ver con el capitalismo actual. Aquella primera etapa del populismo de las décadas de los cuarenta, cincuenta hasta los sesenta, solo vivió por 20 años. El fenómeno hay que analizarlo desde las perspectivas políticas, ideológicas, discursivas, de estilos, estructurales y de liderazgo.

En estos tiempos, algunos hacedores de opinión pública plantean que figuras políticas que han emergido en los últimos años tienen rasgos populistas. Se mencionan al expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, el fenecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías y al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, con características comunes los tres de apelar a la integración de las masas populares en un esquema de articulación política multiclasista, pero con diferenciaciones ideológicas, si es que se puede llamar de esa manera.

Dos de los mencionados, son políticos con tintes de derecha conservadora: Donald Trump y Jair Bolsonaro, mientras que ideológicamente, Chávez se ubica en el pensamiento de izquierda. Aunque para los defensores del extinto líder venezolano, el socialismo del Siglo XXl es lo que caracteriza y sustenta su accionar político.

Ahora bien, cuáles han sido las políticas económicas implementadas por uno y otros. Ha habido programas y políticas nacionalistas, de intervención del Estado. En el caso de Trump, el intento de devolver las inversiones norteamericanas radicadas en el extranjero es una típica política nacionalista, postura que supo vender durante su campaña electoral.

Jair Bolsonaro, el presidente del país más grande de América Latina, su ego es tan grande como el de Trump, llegó al poder con la utopía de que podría cambiar el país, con una posición de rechazo a las instituciones para refrendar una de las características del populismo. Este político brasileño, exmilitar, como su amigo norteamericano Trump empezó negando la crisis sanitaria hasta que sus países se han convertido en los de mayor número de muertos y contagios por causa del Covid-19.

El hartazgo que se respira en la región contra todos los políticos y los partidos, situación que ha comenzado a manifestarse en República Dominicana hace unos años, se expresó a favor de otro populista de estos tiempos: Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien inició su retórica justificando el montarse en un autobús del transporte público, como un ciudadano cualquiera.

El populismo no es bueno ni malo, el meollo del problema está en el modelo económico asumido por unos y otros. En lo atinente a formas de actuar, el neopoulista entiende que no hay nadie que lo pueda sustituir en el poder, que es una especie de mesías que su poder de unción lo hace ser omnipresente y omnisciente, misión imposible en tiempos de tecnopolítica.

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