La vida en la “parte atrás” de San Carlos
Los hacinados en la “parte atrás” se tratan como una misma familia
Estrechos y cortos son los caminos que en el sector San Carlos conducen hacia un mundo desconocido por muchos, pero que significa todo para otros.
En el extenso barrio que junto a otros 37 constituye la circunscripción número uno del Distrito Nacional, se esconden bajo la apariencia de simples callejones la vida de hombres y mujeres que han caminado sobre desechos humanos, dormido bajo interminables goteras, respirado los más ácidos olores y cuyos corazones laten todos al mismo ritmo.
“Mis problemas son los de todos. Aquí se comparte todo, las cervezas, las habichuelas, los pleitos”, resaltó Pedro Montaño, quien llegó al Quinto Patio (subsector de San Carlos) a los siete años de edad junto a su madre y otros tres hermanos.
¡No pise esa agua! Le advertía otro comunitario que explicaba que el líquido oscuro que corría por la “zanja” del callejón estaba mezclado con heces fecales.
Montaño asintió con la cabeza y siguió caminando por el angosto camino que conduce a un patio en el que, según el hombre de 38 años, habitan 46 familias, de las cuales la mayoría se turnan para usar uno de los seis baños comunes.
En el Quinto Patio, ubicado en la calle Altagracia, sus residentes dicen sentirse como familia, aunque algunos en efecto ya lo son.
Es el caso de Adeleine Asencio que de sus 33 años ha estado 30 en el lugar y de vivir con sus padres y hermanos pasó a ser vecina de cada uno.
“Se ha expandido la familia, ahora cada quien ha tomado su ladito”, dijo Asencio entre risas.
Patios 5 y 7
Cinco y Siete son los nombres de dos conglomerados de casitas vecinas en San Carlos, calle Castillo Pimentel, que juntas totalizan unas 76 viviendas y de las cuales sus residentes deben distribuirse como pueden el uso de los tres únicos baños con los que cuentan.
Ante las condiciones de insalubridad y hedor fétido que predominan en dos de los tres cuartos que fungen como áreas de aseo personal para todas las familias, los moradores del Patio Cinco han tenido que usar cubetas y bolsas plásticas para hacer sus necesidades fisiológicas y posteriormente botarlas.
“!Ay Dios mío, ayúdennos!”, imploró Katy Feliz al identificar desde su casa la presencia de la prensa.
“Esto no es de la gente”, explicó mientras detallaba que en la cubeta en la que estaba sentada es la misma que usa para defecar al igual que los demás miembros de su familia.
El crudo relato era el mismo entre un vecino y otro. “Hasta presos nos han agarrado por ir a tirar las fundas”, gritó una lugareña desde la puerta de su hogar.
De su lado, en el Patio Siete hasta han tenido que formar un camino con bloques de cemento para no pisar los restos de la materia fecal que se expandió con las recientes lluvias por ambos vecindarios traseros, pero que en su caso aún no han terminado de limpiar.
“Ensanche Pipi”
Así como en cada subsector, los habitantes del “Ensanche Pipi”, otro vecindario oculto tras las paredes, son “uno con el de al lado” a pesar de las vicisitudes.
Un viernes, jueves o domingo (días en los que suele llegar el agua), luego de atravesar un camino oscuro que solo recibe la luz que proviene de las casitas que enmarcan el sendero que conduce al centro del vecindario, se puede encontrar a los lugareños repartiendo el preciado líquido de casa en casa, con una manguera.
Para obtener el agua, Arelis Natividad Paniagua, que tiene 50 años viviendo en la zona, compró una bomba para hacer la obtención más fácil; otra vecina fue la que compró la manguera.
Entre el ajetreo por no quedarse sin agua los residentes del Condominio Abreu, nombre inicial que se fue sustituyendo con el paso de los años por “Ensanche Pipi” en honor al hermano del tirano Rafael Leónidas Tru jillo, Romeo Amable Trujillo Molina (Alias Pipi), quien de acuerdo a los residentes más longevos era el propietario del lugar, omiten el hedor que emana del área de baños comunes que, según Natividad, se tapa frecuentemente por la falta de tuberías más apropiadas.
“Aquí vive demasiada gente y eso se llena de una vez”, señaló Natividad.
Aunque tienen ocho baños, algunos ya han quedado en desuso producto de la falta de atención y como consecuencia se han convertido en fuentes de contaminación con la que tienen que lidiar diariamente.
Las casas acumuladas en el “Pipi” ya suman más de 60, están ubicadas una encima de la otra y ya alcanzan un tercer nivel.
“Patio Azul”
En la parte trasera, pero alrededor de un árbol ahogado por el alumbrado eléctrico, los moradores del “Patio Azul” ven sus días pasar temerosos de que las ramas produzcan cualquier chasquido para salir corriendo y recoger a los más pequeños, que ignorando el peligro suelen jugar debajo todo el día.
En el pequeño subsector donde viven unas 28 familias que comparten cinco baños, Martin Nova es una de los que vigila sigilosamente cada sonido que le advierta de la caída de una rama.
“En estos días se rompió un palo y se llevó to’ lo cable’. Eso tiró un chipazo’ y fue Dios que nos cuido”, narró Martin, al tiempo que aseguró que solo dormirán en paz cuando las autoridades respondan a su llamado de podar el árbol.
CLAVES
Callejones.
En el sector capitalino hay entre 50 y 60 callejones que conducen a igual cantidad de subsectores, según la presidenta de la junta de vecinos Divino Niño de San Carlos, Marcia Hernández.
Nombre.
El ahora “Ensanche Pipi” era llamado originalmente Condominio Abreu, pero el nombre se fue sustituyendo con el paso de los años por “Ensanche Pipi” en honor al hermano de Trujillo, Romeo Amable Trujillo Molina (Alias Pipi), quien de acuerdo a los residentes era el propietario del lugar.