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La moringa, del consumo frenético al abandono

El pueblo dominicano olvidó ya el delirante consumo de este árbol milagroso

El frenesí por la moringa ha decaído. JOSÉ DICÉN/LD

El consumo de moringa ha caído prácticamente en el olvido, nueve años después del frenesí por la planta que provocó el expresidente y líder cubano Fidel Castro Ruz, quien destacó en el año 2012 sus cualidades medicinales y alimenticias en un artículo publicado en la web cubadebate, en una de sus famosas reflexiones.

Castro hizo la publicación luego de aquella enfermedad que lo mandó en el 2006 a un retiro forzado de la jefatura del Gobierno cubano.

Sus reflexiones sobre la planta que en República Dominicana crecía realenga, silvestre, en el campo y la ciudad, en patios, callejones, calles y carreteras, provocó que fuera llevada casi a su extinción, pues unos fueron detrás de sus propiedades curativas y otros del negocio del siglo con su venta hasta en las vías públicas por casi todo el país.

Los medios de comunicación; impresos, radiales, televisivos, redes sociales y otros se hicieron eco en reportajes, artículos y noticias, del desenfrenó que causó aquí este fenómeno de oferta y demanda debido a la promoción de sus cualidades medicinales y alimenticias.

Fue tal el impacto que muchos incautos resultaron timados por vendedores desaprensivos que ofertaban cualquier tipo de hojas y arbustos haciendo creer al comprador que era moringa, sin serlo.

Luego del boom del consumo de casi todas las partes de este generoso y noble árbol (hojas, semillas, raíz y vainas), que casi enloqueció medio país en su búsqueda y consumo, que la colectaban en montes y ciudades y que se vendía hasta en las esquinas, mercados, barrios, ventorrillos y puestos de carreteras, en los años 2012, 2013 y hasta entrado el 2014, siete años después su venta, consumo y producción han caído en un punto muerto.

Hoy son pocos, pero muy pocos, los que buscan la moringa en algunas de sus partes; hojas, flores, semillas y raíces, que según estudios "posee todos los tipos de aminoácidos y decenas de propiedades medicinales", aunque Castro advertía en aquel primer artículo, del 22 octubre del 2012, que esta planta, a pesar de sus bondades y cualidades, "no debe consumirse en exceso".

Los que todavía la consumen lo hacen de forma discreta, sin bulla, motivados no solo en lo que planteó el fenecido líder cubano sobre los beneficios de su ingesta, sino otros expertos que estudiaron esta planta, la que según indican; “ayuda a incrementar las defensas naturales del cuerpo, promover la estructura celular del cuerpo, controlar la forma natural de los niveles elevados de colesterol, reducir la aparición de arrugas, embellecer la piel, proporciona energía, aumenta la memoria, antioxidante y hasta antinflamatorio”.

Surgieron incluso en aquellos años laboratorios improvisados y clandestinos que fabricaron pastillas, shampoo y rinse para el pelo, cremas para la piel, entre otras infinidades de productos “medicinales, alimenticios y cosméticos”.

Nueve años después de aquella locura del consumo delirante de la moringa, los banilejos y residentes en otras poblaciones del territorio nacional, que la buscaban hasta debajo de las piedras, ya ni la miran y pocos la mencionan.

Bajo consumo

El testimonio de dos ciudadanos comunes lo revelan; Pericles Soto, cuidador de una plantación de moringa, en Las Calderas, Baní, concebida para alimentar bovinos y cerdos, ya en desuso, y Leopoldo Guerrero, parado frente a uno de estos árboles próximo al estadio de béisbol de Arroyo Hondo-Baní, coinciden al señalar que en los primeros años esto fue una locura, pues de la planta se vendían hasta las raíces, pero ahora ya nadie la busca y la gente ni se acuerda de esto.

Soto asegura, con su mirada perdida mirando con añoranza hacia aquellos días de furor por el consumo de la moringa, que llegó a vender cantidades importantes, “todos los días”, desde hojas, raíz, semillas y hasta las flores.

Ahora, esta “oleífera moringaceae”, vuelve a crecer horonda en la región Sur; en patios, callejones, a orillas de las carreteras y avenidas, próximo a los arroyos y ríos, exhibiendo todo el esplendor de su verdor, así como el magnífico, deslumbrante, limpio, delicado y algodonado color blanco de sus hermosas flores.

En los años de la frenética demanda de este “árbol de vida”, cuyo origen se remonta a la India, la que se cortaba, compraba y vendía por todos los rincones del país, calles de la ciudad capital, en Santiago, Mao, San Francisco, Puerto Plata, en el norte. San Cristóbal, Baní, Barahona, Azua, y San Juan de la Maguana, entre otras poblaciones sureñas, tanto para consumo humano como animal, conseguir una rama, un capullo de flores o de sus semillas se hizo casi imposible.

Fue tanta su demanda, tan grande el negocio que produjo el consumo de esta mata característica (de la familia de las moringácea, explica la rae), que, en las distintas regiones del país, se hicieron grandes plantaciones de carácter comercial, enfocadas no solo al consumo humano, sino hasta para proveer a los criadores “de bovinos, cerdos, aves y peces”.

Así se dieron a conocer la existencia de plantaciones formales en Baní y el Nordeste, entre otras y hasta organizaciones de productores y consumidores, como la “Asociación de Productores y Consumidores de Moringa del Nordeste, cuyo presidente expresó, en su momento, “que la “biomoringa” se está experimentando en las plantaciones de arroz en El Pozo de Samaná y en Gima de Cotuí, así como también en las plantaciones de banano, café, cacao y habichuela”, según exponen crónicas la de la época.

Mientras en República Dominicana, el consumo y producción de la moringa ha pasado de moda estos últimos años, en Cuba, se anunció en el año 2018 que un organismo científico “recupera la preocupación de Fidel Castro por la moringa”, específicamente se indicaba que el régimen de La Habana crea una institución para materializar las ideas del fallecido gobernante sobre plantas medicinales, medio ambiente o alimentación”.

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