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Algunos salen triunfadores y otros permanecen luchando en la férrea batalla contra covid-19

Foto: JORGE CRUZ / LD

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Helenny AmparoSanto Domingo, RD

Llegar hasta el área de Covid-19 del hospital Francisco E. Moscoso Puello supone enfrentarse a miradas perdidas en el horizonte, rostros cabizbajos y personas cansadas que sucumben al agotamiento de esperar por horas respuesta sobre el estado de salud de sus familiares ingresados.

Pero este sábado, la incertidumbre y los murmullos pesimistas se detuvieron ante los aplausos regocijados de alegría que daban la bienvenida a la primera paciente dada de alta en el día.

Su hija llegó en un taxi y la espera para llevar a su madre de vuelta a casa le parecía más larga que todos los días que pasó arrimada de un árbol o sentada en las aceras buscando luz entre la oscuridad que le invadía por el padecimiento de su madre.

De un lado para el otro, mirando hacia el cielo y con una sonrisa que atravesaba la mascarilla así se pasó los dos o cinco minutos que tardó el enfermero en buscar a “la vieja” como ella le dice y como ya la conocen los doctores y la mayoría de los que diariamente aguardan en las afueras de la zona de covid-19 del referido centro médico.

Tan pronto el trabajador de la salud se dejó ver, a través del portón de hierro y con él la señora que se aplaudía a sí misma por haber superado la virulenta enfermedad, todos comenzaron a gritar: “Ahí viene la vieja, se va la vieja”.

Por un momento todos los presentes suspendieron las tristezas y angustias y celebraron junto a “la vieja” y su hija la alegría de ver nuevamente el sol más allá de la ventana de un hospital Tan pronto como vio a su hija levantó los brazos con la fuerza que provenía de un corazón renovado y de inmediato su hija le respondió alzando hacia arriba el puño cerrado en señal de que su madre logró salir victoriosa de una batalla que hasta este sábado le ha arrebatado las esperanzas a más de 2,400 dominicanos.

“¿Y nos va a dejar?”, decían los doctores, a lo que la señora rápidamente respondió: “si, si, si”, repetidas veces, despidiéndose con gratitud del cuerpo médico y prometiendo que volvería solo a llevarles un moro como regalo.

Luego de que el taxista arrancó rumbo a Los Mina y mientras aún se mantenía abierto el portón que dificulta la vista hacia el interior del área de covid, un enfermero daba media vuelta de regreso a una paciente que coqueteaba con la idea de volver a casa.

Estaba sola, pues sus familiares no le podían acompañar ni acercarse a ella en la lucha contra el coronavirus que deberá continuar por otros días o quizás semanas, dependiendo de su evolución.

A su lado reposaba un cilindro de oxígeno que aligeraba sus esfuerzos para lograr respirar luego de que sus pulmones fallaran impidiéndole su salida y regresándola a una de las salas en el interior.

Mientras escuchaba la algarabía hacía grandes esfuerzos para rotar su cuello y disfrutar desde lejos la sensación de salir sana y volver a abrazar sin miedo a sus seres queridos.

Ahora tendrá que reunir fortaleza para que el camino del triunfo que estuvo tan cerca de transitar no se disipe en la nueva etapa de su batalla.