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Desafían el Covid para llegar a casa antes del toque de queda

Apurados por ocupar un asiento en un minibús o en el Metro, los pasajeros se apiñan a pesar de que conocen el riesgo de contagio.

Las filas para entrar al Metro son largas en todas las estaciones de la ciudad.

Las filas para entrar al Metro son largas en todas las estaciones de la ciudad.

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Helenny AmparoSanto Domingo, RD

Ser detenidos por violentar el toque de queda o expo­nerse al covid-19, es la de­cisión que decenas de pa­sajeros del municipio de Villa Mella, Santo Domingo Norte, deben afrontar des­de que se establecieron el pasado 30 de diciembre las nuevas restricciones de mo­vilidad para llegar hasta sus casas.

Desde que el reloj marca las 4:00 de la tarde los alre­dedores de la estación Ma­má Tingó de la Línea 1 del Metro de Santo Domingo, se sumergen bajo la deses­peración y angustia de los que apresurados intentan llegar a sus hogares antes de que llegue la hora del to­que de queda.

De todas las medidas sa­nitarias dispuestas para evitar la propagación del coronavirus, la única que prevalece en la zona es el uso de mascarillas.

El distanciamiento físico se deja a un lado desde que un chofer de transporte pú­blico grita: “Punta, 18 (refi­riéndose a dos barrios del municipio)”. Los ciudadanos se abalanzan sobre el vehí­culo y en un carro que se su­pone debería transportar un máximo de cuatro pasajeros, suelen abordarlo seis.

Seis o suben el pasaje Algunos choferes, por el contrario, mantienen la re­gulación de la cantidad de pasajeros pero para ello au­mentan el pasaje de 30 pe­sos a 50 e incluso reducen el trayecto de la ruta dejando a

los usuarios a medio ca­mino y sin muchas alterna­tivas para llegar a sus desti­nos.

Pese al Covid-19 Cuando se trata de medios de transporte de mayor ca­pacidad, como minibuses y autobuses, el panorama hace creer que el Covid-19 se quedó en el 2020, aun­que en la actualidad la po­sitividad diaria de la viru­lenta enfermedad ronda el 29.75%.

Apoyados del estribo y defensas laterales de las “guaguas”, sosteniendo con una mano sus lonche­ras o mochilas y abrazan­do con la otra el marco de las ventanas, es como los munícipes abordan los au­tobuses cuando dentro ya van sentados donde se pueda y otros parados don­de les dejan.

Al desorden generado por la prisa de llegar y evi­tar las confrontaciones con las autoridades policiales se suma la insistencia de los chiriperos que, sin mas­carillas para que no inter­fiera con lo que vociferan, se dan a la tarea de llenar los carros y guaguas, mien­tras discuten entre ellos por la recompensa.

“Pegaditos como anoche, completando los asientos, pa’tra que hay espacio”, son algunas de las frases que re­suenan entre el murmullo pesimista de los que espe­ran ocupar un asiento.

En la avenida Herma­nas Mirabal, por la canti­dad de gente que se aglo­mera para abordar un transporte que les acerque a sus casas, se ven obli­gados a hacer de las ca­lles parte de sus aceras en competencia con los vehí­culos.

SEPA MÁS Es el caos La intersección de las avenidas Hermanas Mi­rabal y Charles de Gau­lle está dotada de se­máforos y agentes de la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (Di­gesett). Sin embargo el cruceteo de los pasaje­ros, limpiavidrios y ven­dedores ambulantes de todo tipo de productos, obstruye el flujo de las vías, principalmente en las horas pico, cuando la congestión es mayor.

El transporte en autobuses se sobrecarga cuando se aproxima el inicio del toque de queda.

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