La familia: Fisurada por la pandemia
El virus que obligó a temer hasta de la familia
Cuando a mediados de marzo del 2020 el entonces presidente Danilo Medina anunció una serie de medidas para frenar el avance en el país del coronavirus causante de la covid-19, el exmandatario instó a los dominicanos a limitar sus contactos sociales, evitar cualquier desplazamiento que no fuera necesario y seguir las recomendaciones de distanciamiento social.
Acogiendo los protocolos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las prácticas puestas en marcha en diferentes países, Medina anunció la suspensión de eventos y concentraciones de toda índole.
La vida social de los dominicanos, seres de idiosincrasia alegre, extrovertida y gregaria, experimentó un cambio inesperado. El confinamiento redujo las interacciones cara a cara, que se limitaron en la mayoría de los casos a los convivientes del hogar.
Desde el inicio del confinamiento, que coincidió con los albores de la primavera, época pico para las actividades sociales, firmas dedicadas al diseño y planificación de eventos se vieron obligadas a cancelar sus actividades. Incluso los funerales debían realizarse en poco tiempo, con un limitado número de asistentes y manteniendo la distancia física.
Los dominicanos, sin embargo, encontraron formas de llenar el vacío -y con no poca frecuencia, de violar las recomendaciones oficiales-. La virtualidad acortó las distancias, y las pantallas sustituyeron los abrazos y besos.
Los ejemplos se multiplicaron y Listín Diario se hizo eco de ellos. Una nonagenaria recibía las felicitaciones de sus descendientes que desfilaban en sus vehículos frente a su casa y que desde allí le cantaron “Feliz cumpleaños”. Un grupo de estudiantes dejaba regalos frente a la puerta de su profesora en una escena que se hizo viral en las redes sociales. Una boda era seguida vía Zoom por invitados residentes en distintos países de Europa y América. Cada día, las videollamadas se extendían durante horas para las parejas de enamorados.
No obstante, como expresaron a Listín Diario personas entrevistadas al aproximarse el inicio del desconfinamiento, el anhelo principal de los dominicanos en ese punto de la pandemia se resumía en poder retomar el contacto directo con la familia y los amigos y visitar lugares de esparcimiento.
“Abrazar a mi familia”, “ir a la playa”, “salir y disfrutar”, “hacer turismo interno” y “concluir con mi carrera y graduarme” fueron algunos de los deseos expresados por ciudadanos de diferentes edades y ocupaciones al ser consultados sobre lo que más extrañaban de su vida antes de la cuarentena y lo que querían hacer al regresar a la normalidad.
“Añoro poder abrazar a la gente sin miedo” Casi al finalizar el 2020, a nueve meses de declarada la pandemia de covid-19 y a pesar de la reapertura, el anhelo de contacto y cercanía permanece intacto.
“Ha sido un cambio drástico, ya que no podemos socializar como antes, juntarnos con familiares y amigos, saludar de besos y abrazos, estar cerca… Estamos muy limitados, a diferencia de lo que estamos acostumbrados”, lamenta Farah Peña, de 32 años, quien extraña salir a compartir sin miedo y abrazar a sus seres queridos. De forma similar se expresa Cristina Aguasvivas. Esta joven de 24 años dice que su vida cambió bastante este año porque ha tenido que limitarse a compartir solo con las personas que viven junto con ella.
“Añoro de mi vida anterior el poder abrazar a la gente sin miedo, estar cerca, vivir sin toque de queda y estar en lugares abiertos sin mascarilla”, comenta.
El temor al contagio por coronavirus ha marcado estos diez meses, como comenta Esther Núñez, de 50 años. “Mi vida cambió de una forma tal que no le abría la puerta a mi hijo cuando venía a visitarnos, le cogí miedo a mi propia familia”, cuenta la mujer que añora costumbres tan sencillas como visitar a sus seres queridos, dar y recibir abrazos o abordar sin temor el transporte público para ir a cualquier lugar que desee.
Para Antonia Ricart, el 2020 impuso un cambio en su estilo de vida no solo por su propio bien, sino también por el de sus dos niños pequeños. “Se redujo mucho mi interacción social -cuenta esta madre de 43 años-, no tengo reuniones con amigas, no visito a mi madre y otras familiares. Extraño justo eso, reunirme con personas queridas. Salir a lugares de recreación con los niños”.
De los espacios públicos se cohíbe, además, por temor a “la impertinencia de la gente de no guarda la distancia protocolar”.
En tanto que Ana Lidya, de 37 años, prefiere ver lo positivo que le ha traído este año. Si bien echa de menos la libertad de compartir con sus amigos, asegura que la pandemia le ha enseñado a valorar más a su familia. “También me enseñó a sacarle más provecho a las redes a nivel laboral”.
Riesgo para la salud emocional “El aislamiento y el distanciamiento que hemos tenido de nuestros seres queridos este año ha tenido un impacto en nuestras emociones”, asegura la psicóloga y “coach” Ángela Merán.
Esto se debe, según expone, a que la sensación de bienestar que la gente suele llamar felicidad está estrechamente ligada a las relaciones de calidad y a la cercanía con otros seres humanos.
De la cercanía de los seres queridos y del contacto físico se vio privada la mayor parte de la ciudadanía como consecuencia de la pandemia.
“Esto, definitivamente, ha elevado los niveles de ansiedad”, afirma Merán. “Los especialistas de la conducta estamos viendo personas que tienen cuadros ansiosos, aparte de la incertidumbre de la situación, por el hecho de la falta de contacto”.
El no tener con quién compartir exacerba la condición de personas con tendencia a la depresión y a la ansiedad. En los individuos que se encuentran más aislados se pueden agudizar problemas como las alteraciones en los patrones de sueño y los sentimientos de infelicidad.
“Una de las enseñanzas de esta pandemia es cuánto nos necesitamos unos a otros y cuán importante es cultivar relaciones de calidad”, opina Merán.
Impacto social del aislamiento El sociólogo Ángel Serafín Cuello considera que en un momento de reapertura y recuperación económica como el actual se requiere prestar atención a cómo el confinamiento y la virtualidad han impactado en las diferentes etapas de desarrollo del individuo y las relaciones desiguales que se han hecho cada vez más marcadas por la pandemia.
El hogar representa un nuevo escenario de extensión de los lugares de trabajo y las aulas. En el caso de las mujeres, explica, esta situación ha profundizado sus condiciones de desigualdad, en la medida en que, por los roles asociados al género, realizan labores domésticas y de cuidado, y en el que el uso del tiempo se distribuye y desarrolla de forma desigual. El hogar también se traduce en un escenario en que mujeres y niñas víctimas de violencia han quedado confinadas con sus victimarios.
“Por otro lado -añade Cuello-, quizás no veamos de forma inmediata, pero debemos prestar suma atención los efectos que tendría sobre los niños, niñas y adolescentes y las formas en que estos socializan con los y las demás”.
Esta generación ha visto limitada su interacción, horas de recreación y esparcimiento, “lo que pudiera tener en efectos en sus formas de relacionamiento con los demás niños, niñas y adolescentes, el espacio público y el medio ambiente, e incluso hacia sí mismos”, advierte el investigador social.
SEPA MÁS Restricciones Durante el confinamiento quedaron suspendidos en el país los eventos y concentraciones. Esto incluía espectáculos públicos, eventos culturales, artísticos y deportivos, así como la actividad en bares y discotecas. En el caso de los restaurantes se permitía únicamente la recogida y el servicio a domicilio de alimentos.