La República

La pandemia que no ha terminado

Juan Eduardo ThomasSanto Domingo, RD

Era enero cuando la segunda potencia del mundo dio un frenazo. Cerró una localidad de poco más de once millones de habitantes en una medida con muy pocos precedentes en el pasado cercano e hizo sonar las alertas del planeta.

Una simple gripe, un virus bajo control, no mucho de qué preocuparse. Las primeras excusas y mensajes de tranquilidad abundaron en los primeros días de enero.

Y en la quietud de la era más moderna, la de los mejores avances en ciencia y desarrollo social, el mundo se confió. Creyó, por acción u omisión (en una tarea pendiente de resolver), que todo lo que conocíamos y se había construido era lo suficientemente fuerte para soportar aquel simple virus, incapaz incluso “de transmitirse entre personas, la que no sobreviviría al calor del trópico”.

Todo se derrumbó.

Todas las teorías y augurios por vivir en la época tecnológica más importante de la humanidad terminaron tirados por el suelo. Hecho añicos.

El temor de una plaga global era un hecho. Lo que comenzó con el cierre de una ciudad se convirtió en la clausura de vuelos, en un intento fallido para detener su propagación. Siguió con el cierre de puertos, dejando en alta mar los cruceros llenos de turistas, que se quedaron de manos atadas tras los constantes rechazos de un país y de otro.

Continuó con el rechazo a ciudadanos asiáticos, sin saber en detalle su procedencia y encontró su máxime cuando los sistemas sanitarios del bien llamado primer mundo se vieron rebozados, sobrepasados en su capacidad. Colapsados.

Nada ha terminado.

Eso que vivió Wuhan como epicentro mundial, y que luego llegó a Italia como principal eje europeo, luego se extendió a Nueva York, la capital del mundo, en una hilera sin precedentes de desasosiego. Era pura incertidumbre. Y ha regresado meses después a la misma Italia, con un personal sanitario agotado y una población deseosa de volver a las calles, a los aviones y discotecas.

Mientras más cerrado y detenido ha estado el mundo, más han crecido las ganas de la gente de volver a poblar las calles, a desafiar el uso de mascarillas y continuar la vida como antes se conocía.

Lo del 2020 es la reedición de un evento sufrido hace 102 años, una pandemia por un virus que agotó casi a exactitud la incredulidad de la gente, la incapacidad de respuesta de los Estados, culpándose y señalándose unos a otros, y el desafío de la población aun ya conociendo los peligros a los que se enfrentaba.

Entre una cosa y otra, el planeta tierra lleva 65.3 millones de personas infectadas, 1.5 millones de fallecidos y una advertencia en firme de que todo lo antes conocido puede que no vuelva a ser igual.

Ya de hecho no lo es. La imagen del Aeropuerto Internacional de Miami, en los Estados Unidos, un día cualquiera del corriente diciembre lo atestigua.

Lo que antes eran filas atestadas de pasajeros presurosos ahora son líneas vacías o con muy pocos asistentes, señal inequívoca de lo dañado que ha resultado el turismo mundial, reforzada esta idea en el dato de que al día de hoy se ha facturado un 43% menos que en el 2019.

142 millones de puestos de trabajo se han perdido estos meses de pandemia en el sector turístico, un número que podría subir hasta 174 millones cuando cierre el año, estima el Consejo Mundial del Viaje y el Turismo.

Lo de la pandemia del nuevo coronavirus ha supuesto la reinvención del deporte mundial por igual, obligando a un recorte dramático de partidos en las Grandes Ligas de Beisbol y a confinar en una burbuja casi de experimento científico al personal la Asociación Nacional de Baloncesto (NBA) para poder concluir su torneo, en curso al momento de declararse la gravedad de la enfermedad.

Y la previsión inmediata del comportamiento de la enfermedad sigue dejando dudas. Solo en los primeros cinco días de diciembre los Estados Unidos reportaron un millón de nuevos casos. Este escenario llega acompañado de un pronóstico letal de científicos estadounidenses, que advierten en los próximos meses un periodo crítico en el contagio y las defunciones.

¿La luz al final del túnel?

Los científicos han desarrollado una carrera sin igual para encontrar el antídoto al virus. Desde su aparición los esfuerzos se concentraron en comprender su estructura para definir cómo neutralizar sus efectos.

Y la carrera ha sido larga, apresurada, a contrarreloj.

Los primeros avisos indicaban que una vacuna para detener la enfermedad podría llegar a mediados del 2021, una fecha lejana en el imaginario popular que no terminaba de comprender cómo la era de mayor avance y conocimiento terminaba arrodillada y a merced ante la nueva aparición de un coronavirus.

En camino se han contabilizado 169 candidatas a vacunas, de las que 26 han entrado a fase de ensayos en seres humanos, informa la Organización Mundial de la Salud.

De ese grupo destacan la preparada por Pfizer-BioNTech, Moderna, AstraZeneca-Oxford y la Sputnik, de Rusia.

Mañana comenzará Reino Unido a aplicar las primeras dosis de la vacuna preparada por la farmacéutica Pfizer-BioNTech, en el primer gran paso mundial por proteger a las poblaciones en mayor riesgo.

En poder británico ya se tienen las primeras 800,000 dosis de la vacuna y la idea es aplicarla primero al personal médico, por encontrarse en la primera línea de batalla contra la enfermedad; los adultos mayores en geriátricos, y personas mayores de 80 años, serían del segundo grupo.

De aquí en adelante espera un gran camino en los procesos de vacunación masiva y en su distribución equitativa entre poblaciones de alto riesgo, un compromiso que ha asumido la OMS. A la espera quedan los otros intentos de vacuna, como la de AstraZeneca, de la que específicamente depende la República Dominicana para hacerle frente al virus.

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