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Joven de 18 años con diabetes necesita botón gástrico para seguir con vida

Britani Mejía Leonardo, una joven que hace varios años soñaba con ser médico para atender niños, hoy necesita un botón gástrico para poder seguir con vida en medio de un delicado cuadro de salud producto de complicaciones diabéticas.

Su madre, Maritza Leonardo, la recuerda alegre y juguetona, como una niña normal a los 8 años, cuando fue sorprendida por las complicaciones de la diabetes mellitus I que al agravarse terminó en una cetuacidosis diabética con tres paros, un edema pulmonar, parálisis cerebral y problemas de movilidad que ha podido resistir.

Desde entonces, ha sido el foco de atención de esta familia humilde que reside en la calle Duvergé del barrio Los Hoyitos, en la provincia de El Seibo.

Tienen que licuarle, colarle e inyectarle la comida que consiguen con mucha dificultad.

Britani, con 18 años, debe ser inyectada tres veces al día para mantener controlada la diabetes y requiere servicios de endocrinóloga, nefróloga, neumóloga y terapista, para recuperar la movilidad, perdida en sus extremidades inferiores y superiores.

En la actualidad está respirando gracias a una traqueotomía.

El drama se hace mayor cuando la madre y la abuela de la joven están sin trabajo y su padre, Radhamés Mejía, con su trabajo de motoconcho en Higüey sólo consigue dinero para subsistir.

Aunque la joven y su familia han recibido esperanzas de que puede recuperarse, no han podido completar ni los medicamentos, ni las secciones de terapia en rehabilitación ni la adecuada nutrición. Ahora el botón gástrico por donde se alimenta se pasó de tiempo.

Ese drama implica que Maritza, casi al desespero salga a la calle a procurar ayuda. La prioridad ahora es el botón gástrico cuyo costo debe rondar los 20 mil pesos, esto sumado a los gastos de transporte y alimentación.

En este humilde hogar, hace falta de todo, menos las oraciones. Esperan la ayuda para recuperarle la movilidad y lograr que pueda rehacer su vida, pero por el momento está postrada en una cama y ocasionalmente en una silla de rueda, donde es atendida.

Britani, pocos días antes de caer en shock, escribió: “Dios es mi refugio, Dios en mi doctor y Dios es mi esperanza”; papel que tienen manuscrito como un cuadro en su habitación, como parte de lo que sostiene su fe y esperanza de que alguien conozca y pueda atender su caso que implica atención especial.

Su caso es delicado, sin embargo, Britani, escucha y se sonríe, por lo que la neuróloga espera que con la terapia, masajes y buena nutrición puede recuperarse y volver a ser la niña que corría, hablaba y estudiaba con el anhelo de ser doctora en medicina.

El teléfono de Maritza es 809-210-7363.