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La otra violencia de género

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Alexandra IzquierdoSanto Domingo, RD

La violencia fí­sica y emocio­nal de género se ha discutido ampliamente en los últimos años, cuyo centro se ha circunscrito fundamentalmente a la de carácter físico, por las dramáticas consecuen­cias de vidas truncadas a raíz de una cultura que arrastra a nuestra socie­dad a un círculo vicioso de abusos que, comien­zan en el hogar, y repercu­ten en todos los espacios de la vida nacional. Pero también existen otros ti­pos de violencia, como la discriminación académi­ca, laboral y política.

A lo largo de más de 40 años de trayectoria en el sector privado, es­pecialmente en el ámbito del seguro; y de mis poco menos de 30 años de ser­vicio público, en diversos gobiernos y en las más diferentes posiciones, he conocido el resultado de cuando a las mujeres se nos otorga oportunidades en base al mérito y no por el hecho de ser mujeres.

Si lo miramos en pers­pectiva, en República Do­minicana los avances en materia de brecha de gé­nero han sido notorios.

Hace 78 años, en 1942, por vez primera la mujer pudo votar en una elec­ción presidencial, conse­cuencia de años de lu­cha, la cual había tenido su punto de quiebre en 1934, cuando se organi­zó el Voto de Ensayo de la mujer dominicana, oca­sión en que votaron más de 96 mil mujeres.

Pocas mujeres

Aunque en aquel año re­sultaron electas dos di­putadas y una senadora; hoy en día siguen sien­do pocas las mujeres que ocupan puestos de impor­tancia en el tren guberna­mental; en el Congreso Nacional y en otras esfe­ras de decisión.

Décadas más tarde, la batalla continúa. La Ley 15-19 sobre Régimen Electoral establece en su artículo 136, que las “no­minaciones y propuestas de candidaturas a la Cá­mara de Diputados, a las Regidurías y vocales se re­girán por el principio de equidad de género, por lo que éstas deberán estar in­tegradas de acuerdo a lo establecido en la Ley de Partidos, por no menos de un 40% ni más de un 60% de hombres y mujeres de la propuesta nacional”. Esto queda refrendado en lo que dictamina la Ley 33-18 de partidos, agru­paciones y movimientos políticos, en su artículo 53.

En el actual período constitucional 2020-2024, el nuevo Congreso de Re­pública Dominicana, el cual entró en vigencia el 16 de agosto, tuvo un descen­so de un 7.1% en la canti­dad de mujeres, pasando de 56 legisladoras en 2016 a 52 en 2020, dejando a los hombres con 170 curules, según una investigación del Observatorio Político Do­minicano (OPD-FUNGLO­DE). En el Ejecutivo, la rea­lidad no cambia mucho. Del total de Ministerios, so­lo hay mujeres en el de la Mujer, con Mayra Jiménez; Kimberly Taveras Duarte, en Juventud; y Carmen He­redia Ottenwalder, ministra de Cultura.

Al 2020, aún no hemos tenido una mujer presiden­te de la República, aunque digno de resaltar ha sido la vicepresidencia de Mi­lagros Ortiz Bosch (2000-2004); y de Margarita Ce­deño (2012-2020). Esto nos revela que hemos da­do pasos, pero no han si­do suficientes. La cuota de género es un impulso en esa dirección, pero el cam­bio debe pasar por la cul­tura de oportunidades en base al mérito y la prepa­ración, y no determina­do por el género de una persona. A ese país aspi­ramos, a uno de auténti­ca equidad; de igualdad y por vía de consecuencia, libre de violencia.

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