Padres, entre el trabajo y procurar que sus hijos tomen clases a distancia
Se levanta a las 7:00 de la mañana para preparar el desayuno de su familia, va a su trabajo, regresa a su casa para cocinar el almuerzo, realiza los quehaceres del hogar, y cuando cae la noche ayuda a su hija con sus tareas. Esta es la rutina de Fernanda Toribio, madre de dos.
La madre, quien trabaja como conserje en una empresa vecina a su hogar, dijo que su rutina a veces no sigue ese orden, porque cuando tiene que trabajar el día completo es su esposo quien se encarga de preparar los alimentos.
En su rostro, sus ojos denotan el agotamiento y la preocupación por el futuro de sus hijos.
En numerosas ocasiones ha tenido que buscar opciones para costear los grandes gastos que hay en su hogar, en el que viven su hija Emilia de 11 años, Raymond de 17, y su esposo.
“A veces no hay 'cuarto' y es un lío, tengo que dejar de hacer una cosa para poder resolver”, dijo.
Relató que en ocasiones delega la responsabilidad educativa de Emilia en su hijo mayor, quien a diferencia de su hermana no ha podido reintegrarse a las clases en el Liceo Unión Panamericana porque no cuenta con los equipos electrónicos.
“Sólo le dieron computadoras a los estudiantes del nivel técnico”, se quejó su madre.
En una esquina de la sala de la casa hay una computadora que nadie utiliza. Fernanda explicó que la están reparando para que sus hijos puedan usarla.
La falta de tiempo no es el único problema del hogar. La conectividad también le ha dificultado a su hija menor tomar sus clases con regularidad.
Días antes Fernanda contrató a una telefónica que no le solucionó el problema de conexión, por eso actualmente su hija se conecta a sus clases a través de señal wifi que proporcionan los vecinos.
“Muchas veces de la calle le llegan las señales de wifi y así”, explicó la madre.
Así como Fernanda, otras madres han tenido que enfrentarse al reto que supone la educación a distancia para garantizar el aprendizaje de sus hijos.
La situación de “hacer malabares para ayudar a sus hijos” también la vive María del Carmen, madre de dos niños que están cursando preprimaria y tercero de primaria en el Colegio Evangélico Nacional.
Su día se divide en ayudar a sus hijos con sus tareas en la mañana, luego hacer sus labores del hogar y a partir de la 1:00 de la tarde dedica tiempo a sus estudios universitarios.
“Es difícil, yo soy ama de casa y estudio, casi no tengo tiempo”, dijo María, quien planea graduarse como psicóloga en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
Mientras observaba a sus hijos dibujando en el suelo, María explicó que en caso de que los niños no entiendan algún contenido de los cuadernillos ella los asiste.
“Yo ayudo a los niños en la mañana, el varón más o menos no entiende pero la hembra sí porque es muy despierta”, dijo.
En su hogar hay internet, no obstante, sus hijos no poseen computadoras ni tabletas, por lo que les presta su celular para que asistan a sus clases a través de videollamadas.
Este también era el caso de Dionelys Arias, empleada de una banca de lotería, quien tuvo que cederle su teléfono a su hija Janelis de 11 años para que no falte a sus encuentros virtuales.
Sin embargo, no podía mantenerse incomunicada con su hija y tuvo que “armar un lío” para comprarle un celular inteligente.
“Tuve que hacer un lío porque a veces le dejaba mi celular y entonces no podía estar comunicada con ella en la casa”, expresó.
Además, Dionelys afirmó que esa es la única forma en la que se puede dar clases a los niños, contrario a lo establecido por el Ministerio de Educación ya que “la televisión no está dando resultado”.
“Los muchachos no entienden, hablan muy rápido (los profesores) y los niños no pueden copiar”, repitió mientras veía a su hija.
En vista de que su hija a veces no asimila lo que se imparte en las clases y no puede dejarla sola en casa, Dionelys tiene que llevarla a su trabajo para que pueda conectarse y ayudarla en sus deberes.
Los abuelos juegan el papel de tutores
En el Sector San Carlos a través de las puertas abiertas de las casas se ven de lejos familias conviviendo.
Mientras unos niños corretean por las calles y aceras, otros hacen sus deberes sentados en sillas plásticas y lidian con los apagones y falta de conectividad.
Allí, dos abuelos se hacen cargo de la supervisión y educación de sus nietos en vista de la ausencia de sus padres por trabajo.
Marianela, abuela de tres, dijo que está a la espera de que a su nieta de 14 años le entreguen una computadora para que pueda asistir regularmente a sus clases, ya que actualmente lo hace vía celular.
El único ordenador que hay en el hogar, donde no se sabe con certeza cuánta gente vive, es el de su nieto Yuriel de 13 años de edad, a quien se le notaba concentrado en sus estudios a pesar de la música alta del ambiente.
En el sector la energía eléctrica “es un problema”, ya que los apagones suelen ser constantes.
“Tratamos de que la computadora esté cargada por si se va la luz. Yo siempre trato de tener dos conexiones, ahora mismo no hay una desde anoche”, dijo Marianela.
El menor de sus nietos, con 5 años edad, inició por primera vez a la escuela el pasado 2 de noviembre. Marianela narró que la madre lo deja uniformado y con un “celular en mano” todas las mañanas.
Justo al lado de su vivienda se encuentra la de José Miguel Jiménez, quien tuvo que enviar a su nieto a casa de una prima para que pudiera recibir las clases por televisión, porque en su hogar no hay energía eléctrica desde la noche anterior.
Los padres de Jaime, quien cursa el quinto de secundaria, viven en el campo y él quedó a merced de su abuelo.
“Hay que esperar que venga (la electricidad); no tiene hora para irse ni para llegar”, dijo resignado.
En caso de que no regrese la energía eléctrica el nieto de José, Jaime, deberá regresar a casa de su prima quien es profesora.
Cuando “la luz lo permite” José acompaña a su nieto a recibir las clases por televisión.
Al preguntarle sobre cómo valora el contenido de las clases, el abuelo respondió que es una oportunidad para aprender cosas nuevas o “refrescar” conceptos que había aprendido.
José expresó que las asignaturas de inglés y francés son las que más le han llamado la atención, incluso está aprendiendo.
“Que abran las escuelas”
Fernanda Toribio, preocupada por la educación de sus hijos, dijo que el presidente de la República Luis Abinader debería abrir las escuelas con las medidas sanitarias previamente establecidas.
“Esto va a seguir (refiriéndose a la pandemia) que abran las escuelas para todo el mundo, que los profesores den su clase normal (…) las escuelas que pongan su distanciamiento, sus mascarillas alcohol y todas su cosas”, exclamó.
Señaló que la salud mental de sus hijos le inquieta, ya que “los muchachos tienen problemas psicológicos por estar metidos siempre en la casa”.