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La calle es la "sala de espera" de la Maternidad La Altagracia

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ASHLEY ANN PRESINALSanto Domingo, RD

Cuando se espera en incertidumbre las horas se hacen largas y la desesperación empieza a abrirse paso. Minutos, horas e incluso días es el tiempo de espera al que se someten los familiares que acompañan a pacientes embarazadas de la Maternidad Nuestra Señora de la Altagracia, ya que no les permiten pasar de la puerta de entrada.

Desde la madrugada del sábado, María Evangelista aguarda por su hermana, quien según sus indagaciones informales, entró en labor de parto el pasado domingo.

A más de 48 horas de angustiante espera, acostada en una acera debajo del sol con bultos llenos de ropa, María quiere saber el estado en que se encuentra su hermana y cuál es el sexo de su sobrino. No obstante, no ha obtenido ninguna información por parte del personal de la Maternidad.

“Yo no he sabido si es hembra o varón. Hasta que yo no sepa de ella no me voy”, exclamó, mientras que con impotencia dijo que no ha podido bañarse, comer ni dormir por las condiciones en las que espera.

María dice que recorrió desde el kilómetro 26 de la carretera de Yamasá para acompañar a su hermana a la Maternidad de la Altagracia, unos 36 kilómetros de distancia aproximadamente, sin embargo sólo se encontró con la promesa de que los médicos “saldrían con una lista ahorita”.

Los lugares designados para que los acompañantes “hagan tiempo” mientras las embarazadas dan a luz y se consultan en el centro médico son aceras, calles, bancos y filas de decenas de personas que tienen hora de llegada pero no de salida.

La mayoría de los que aguardan hablan entre ellos, otros fijan sus ojos en el hospital “buscando una forma de que pasen las horas” y alguien salga con respuesta de sus parientes.

Covid y violaciones A pesar de la implementación en el país de los protocolos y medidas de higiene para hacer frente al Covid-19, en las afueras de la Maternidad se aglomeran diariamente decenas de personas con y sin mascarillas, quienes incluso duermen en los alrededores violando el toque de queda impuesto por las autoridades.

Como María, otras personas esperan desde la madrugada “a ciegas”, pues no saben el estado de los pacientes y la única información que les proporcionan es que les darán de alta a las 2:00 de la tarde.

En la acera opuesta también se puede percibir el cansancio y la fatiga. Yesula Donatien, de nacionalidad haitiana, espera desde el pasado domingo en la noche por su hija Thelena Velus, con quien ha podido establecer comunicación “pidiendo minutos”, pero no ha visto a su nieto. Con la cabeza y brazos cubiertos protegiéndose del ardiente sol, se ve obligada a creer en las palabras de los médicos: “su hija sale a las dos”.

Otro caso de “espera sin respuesta” es el de Ana Pérez, quien desde las 6:00 de la mañana se sumó a la larga fila de acompañantes que aguardan sin obtener información alguna sobre las necesidades o el estado de los pacientes. Tres horas después, Ana aún se pregunta qué pasa en el interior de la Maternidad.

Le preguntamos cuál es el principal inconveniente que se le ha presentado mientras espera. Esta fue su respuesta: “La persona con la que yo ando no sabe español. El otro día vine y duré el día completo aquí y uno coge “pila de lucha”, dijo.

Otros obstáculos Los acompañantes se quejan de que gran parte de las embarazadas que acuden al centro en busca de asistencia son haitianas que no hablan español, razón por la cual se les dificulta la consulta y la comunicación.

Esta diferencia de idiomas junto a la falta de un traductor en el interior de la Maternidad, contribuyen a aumentar la extenuante espera.

Según datos ofrecidos por el centro hospitalario, en octubre del presente año las parturientas haitianas representan el 43 por ciento del total de nacimientos de la Maternidad. A su vez, en comparación con el 2019, los partos de haitianas han aumentado 66 por ciento entre los meses de enero a agosto.

El distanciamiento social y las medidas de higiene han provocado que el personal del centro asistencial deje pasar únicamente a las embarazadas a sus instalaciones, ni siquiera los esposos tienen entrada. Según María, antes de la pandemia les permitían entrar al hospital y tener “ciertas comodidades”, no obstante, en la actualidad les cierran el paso obligándolas a esperar en las calles.

Por ahora, a los acompañantes les toca improvisar una “sala de espera” en las calles y aceras en los alrededores de la Maternidad, mientras confían en las “escasas informaciones” proporcionadas por el personal del centro de salud.

Sobre la Maternidad El centro materno-infantil fue inaugurado el 24 de octubre de 1949 y abierto al público un año después bajo el nombre de Hospital Maternidad Julia Molina.

Según la institución, su principal misión es garantizar un servicio comprometido con la calidad en la salud integral de la mujer, del recién nacido, y la reducción de la morbi-mortalidad materno perinatal, además de formar un personal con las competencias demandadas por el sistema de salud.

Decenas se aglomeran frente a la Maternidad de la Altagracia de la capital, a la espera de información sobre las parturientas, algunos respetando las medidas de prevención por el Covid-19 y otros no. VÍCTOR RAMÍREZ / LD