La República

Cinco leyendas se despiden

Joe Morgan

Leonel FernándezSanto Domingo, RD

De manera triste y sorprendente, desde finales de agosto hasta la fecha, cinco figuras estelares del beisbol de Grandes Ligas han fallecido.

El primero fue Tom Seaver. Al llegar al equipo de los Mets de Nueva York, en el 1967, éste, que fue creado cinco años atrás, en 1962, nunca había logrado salir del sótano. Eran los hazmerreir del pasatiempo.

Sin embargo, con la incorporación de Tom Seaver, la fortuna del equipo empezaría a cambiar. Fue seleccionado Novato del Año.

En su tercer año, en 1969, se produjo el milagro. El peor equipo de la liga, los asombrosos Mets de Nueva York, vencieron a los todopoderosos Orioles de Baltimore en la Serie Mundial.

Fue el momento más luminoso de la carrera de Seaver, quien penetró para siempre en el corazón de la fanaticada de la Gran Manzana, la imponente ciudad de Nueva York.

Durante los 20 años en que brilló como astro del beisbol, Tom Seaver logró 311 victorias, 3,640 ponches, 61 blanqueadas y un promedio de carreras limpias de 2.86.

En 12 ocasiones formó parte del equipo de Estrellas. Ganó el premio Cy Young en tres oportunidades y en 1992 fue exaltado al Salón de la Fama. Luego de quedar afectado de demencia senil y complicaciones con el Covid-19, Tom Seaver, el más grande jugador de todos los tiempos de la franquicia de los Mets, dejó de existir. Tenía 75 años.

LOU BROCK

A los pocos días de Seaver, falleció la gran estrella del robo de bases de los Cardenales de San Luis, Lou Brock.

Originalmente miembro del equipo de los Cachorros de Chicago, al cual ingresó en 1961, nunca pudo, durante los tres años que permaneció en esa ciudad, adaptarse al jardín derecho de Wrigley Field. Todo cambió, sin embargo, al ser transferido al equipo de los Cardenales de San Luis. En lugar del jardín derecho fue colocado en el izquierdo, donde estuvo patrullando durante años el inmortal Stan Musial.

El manager, Johnny Keane, le instruyó para que en lugar de pretender desarrollarse como bateador de poder, se concentrase en el robo de bases, dada su velocidad como corredor.

Así lo hizo. Los Cardenales, que se encontraban en el octavo lugar en la Liga Nacional, al momento de Brock integrarse al equipo, en 1964, terminaron en el primero, para luego vencer en la Serie Mundial a quienes eran considerados favoritos: los Yankees de Nueva York.

Durante sus 19 años en las mayores, Lou Brock encabezó la Liga Nacional en bases robadas en ocho temporadas. En 1974 se impuso sobre Maury Wills, al alcanzar 118. Igualmente, rebasó a Ty Cobb en el récord de por vida, hasta que a su vez fue superado, en ambos renglones, por Rickey Henderson.

Los días finales de Brock fueron tormentosos. En 2015, a quien fuera conocido como veloz corredor de bases, la vida le jugó una mala pasada: le amputaron su pierna izquierda debido a una infección relacionada con la diabetes. Murió el 6 de septiembre a los 81 años.

BOB GIBSON

Al mes del fallecimiento de Lou Brock, los Cardenales de San Luis experimentaron otro grave infortunio: la muerte de Bob Gibson, su imponente y estelar lanzador durante 17 temporadas.

Gibson fue un atleta excepcional. Además de beisbol, fue corredor de campo y pista y jugador de baloncesto. De hecho, formó parte del célebre equipo de los Harlem Globetrotters.

Durante sus primeros años en las Grandes Ligas, sin embargo, Bob Gibson no lograba poner de relieve todo su talento y potencial. La razón se debía, fundamentalmente, a un manager racista, Solly Hemus, que le discriminaba, tanto a él como a los demás jugadores de color del equipo. Debido a eso, organizó junto a sus compañeros Curt Flood y Bill White, un movimiento en favor de los derechos civiles que determinó que todos los jugadores, independientemente de su raza o color, fueran alojados en el mismo hotel y compartieran el mismo club house.

Luego de esos incidentes, la figura de Bob Gibson se creció en el horizonte del beisbol profesional. Durante su carrera ganó 251 juegos, obtuvo 3,117 ponches, logró 56 blanqueadas y alcanzó un promedio de carreras limpias de 2.91.

Su desempeño en las series mundiales de 1964, 1967 y 1968 fueron memorables.

Conquistó siete victorias en esos clásicos de otoño y en un juego, frente a Detroit, abanicó a 17 bateadores, para establecer una nueva marca que superaba los 15 ponches de Sandy Koufax frente a los Yankees de Nueva York, en la serie de 1963.

Gibson participó en nueve Juegos de Estrellas. Fue galardonado en dos ocasiones con el premio Cy Young. Se le confirió el título de Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en 1968 y fue ingresado al Salón de la Fama de Cooperstown en 1981.

Fue generoso al señalar que Juan Marichal, que para esa fecha aún no había sido ingresado, merecía más que él estar en el pabellón de los inmortales.

Murió de cáncer en el páncreas a los 84 años.

WHITEY FORD

A tan sólo seis días de la desaparición física de Bob Gibson, expiró tranquilamente en su hogar de Long Island, quien durante 18 años fue una de las grandes figuras emblemáticas de los Yankees de Nueva York: Whitey Ford.

Durante su carrera, Ford acompañó a los bombarderos del Bronx en la conquista de diez banderines en la Liga Americana y en seis campeonatos de series mundiales.

Compartió el uniforme de los Yankees junto a celebridades como Joe Dimaggio, Mickey Mantle, Yogi Berra, Phil Rizzuto y Roger Maris. No fue un pitcher dominante. No se caracterizó por la bola rápida. Pero tenía un repertorio que incluía curva, slider, cambio de velocidad y hasta bola ensalivada. Fue, ante todo, un maestro del montículo.

Es el lanzador de los Yankees con mayor número de victorias (236); mayor cantidad de blanqueadas (45); y de entradas lanzadas (3,170); y obtuvo la mayor cantidad de triunfos en series mundiales.

Participó en 10 ocasiones como miembro del equipo de Estrellas. Ganó el premio Cy Young. Fue proclamado el Jugador Más Valioso en la Serie Mundial de 1961. Encabez´ó la Liga Americana en número de victorias en tres ocasiones y en menor porcentaje de carreras limpias, en dos. Ingresó al Salón de la Fama en 1974.

La muerte le sorprendió a los 91 años, viendo por televisión un juego de su equipo de toda la vida: los Yankees de Nueva York.

JOE MORGAN

En principio, nadie creyó que Joe Morgan podría llegar a ser un jugador de las Grandes Ligas. Con tan solo 5 pies y 7 pulgadas y 160 libras, podría ser cualquier cosa menos un atleta profesional.

Sin embargo, este jugador, conocido como Pequeño Joe, quien inició su carrera en 1962 con los Houston Colt 45, alcanzó con los Rojos de Cincinnati la condición de superestrella, siendo seleccionado, en dos ocasiones, Jugador Más Valioso de la Liga Nacional.

Junto a Pete Rose, Johnny Bench, Tony Pérez, David Concepción y Cesarín Gerónimo, contribuyó a crear la famosa Maquinaria Roja, la cual conquistó cinco banderines en la Liga Nacional e hizo aparición en cuatro series mundiales.

Considerado por algunos como el mejor segunda base de todos los tiempos, Morgan ganó cinco Guantes de Oro, de manera consecutiva, y fue seleccionado en 10 ocasiones para el equipo de Estrellas. En 1990 fue escogido como miembro del Salón de la Fama.

El pasado 11 de octubre, luego de haber padecido de polineuropatía, murió, a los 77 años.

El fallecimiento, en tan breve tiempo, de cinco miembros del Salón de la Fama de las Grandes Ligas, conmueve y entristece. Son cinco leyendas, que hicieron historia, las que se despiden.

Personalmente, a todos les seguí con verdadera pasión y admiración. Con su partida, siento que algo de nuestra propia existencia también se ha apagado.