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La Unión Europea es un actor menor

Emblema de la Unión Europea.

Emblema de la Unión Europea.

El Plan Marshall fue una iniciativa que se llevó a cabo entre 1948 y 1952, por parte de los Estados Unidos, para la reconstrucción de aquellos países europeos que habían sido devastados durante la Segunda Guerra Mundial.

La recuperación económica de un continente destruido por años de conflicto había llegado, convirtiendo países marginales con economías pobres, en importantes potencias industriales. De la alianza de estos, nace la Unión Europea, la integración económica más estable que el mundo moderno haya conocido.

En la actualidad, han ocurrido una serie de acontecimientos que llevan a pensar que el viejo continente ha pasado a ser un actor secundario. En este sentido, el profesor y experto en relaciones internacionales Iván Ernesto Gatón afirma que: “La unión europea tiene menos incidencia de la que mantenía antes de pertenecer a esta alianza supranacional, hace cincuenta años, convirtiéndose en un actor menor de las relaciones internacionales”. En efecto, se encuentra sumergida en problemas internos, por lo tanto no actúa, se limita a observar sin poder influir de manera determinante.

Adhiriendo al Plan Marshall, Europa aceptó de alguna manera, tener una dependencia de la entonces potencia en ascenso. Para consolidar esta alianza, en 1949 crearon la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte). Esta consistía en una coalición militar defensiva con la finalidad de obstruir cualquier ataque procedente de la antigua Unión Soviética. Con la disolución de la URSS, se planteó la tarea de extender la estabilidad en toda Europa.

En la crisis sanitaria que el mundo está enfrentando, países pertenecientes a la OTAN, fueron socorridos por chinos, rusos y cubanos, bajo los ojos de los Estados Unidos, que lo único que hizo fue acusar a China del virus. Este acontecimiento llamó la atención, por ser estados de régimen autoritario.

La Alianza Transatlántica ha vertebrado occidente, no obstante Donald Trump ha dejado de tratar a los europeos como aliados para hacerlo como socios, retirando tropas de Alemania, afirmando que el costo de la organización es muy alto para los beneficios recibidos.

Por su parte Europa ha comenzado a estrechar lazos comerciales con Pekín. Asimismo, Italia ha sido el primer país del G7 que aceptó el año pasado, formar parte del gran proyecto de la Franja y la Ruta de la Seda. Otras naciones, como Reino Unido, Francia, Alemania y la misma Italia ya aceptan la inversión china a través del Banco Asiático de Inversión en infraestructuras. Cómo reprocharle este acercamiento, a un continente que sin haberse recuperado de la crisis del 2008, es protagonista de una pandemia que ha puesto a prueba sus sistemas sanitarios y economías.

Todo esto corrobora que la situación actual es muy preocupante. Las democracias occidentales, si bien promocionan un gobierno elegido bajo consenso popular, garantizando los derechos humanos y libertad de expresión, cada día son más cuestionadas. Por otro lado se posicionan los países con régimen autoritario, con garantía de derechos humanos discutible, sin libertad de expresión, pero con un fuerte desarrollo económico.

La interdependencia de la economía global hace evidente que no se puede prescindir del país que es la locomotora económica del planeta y de mayor población. Pero todo lleva a pensar que las democracias occidentales merecen ser revisadas, fomentando la visión común de destino y los proyectos a largo plazo. La ayuda que Pekín proporciona, pasará factura y lo que alarma es que proviene de un país autoritario, donde se mantiene un progreso económico para tener tranquila a una población que no puede opinar.

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