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La “normalidad” dentro de la catástrofe

“No ombe, así no remánguense los pantalones y entren pa’ ca’ también pa’ que vean bien”, decía entre risas uno de los lugareños al percatarse de la presencia del equipo de reporteros del LISTÍN DIARIO

Los residentes se encontraban tranquilos aún con las inundaciones hasta los tobillos. Fotos Adriano Rosario

Los residentes se encontraban tranquilos aún con las inundaciones hasta los tobillos. Fotos Adriano Rosario

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Javier FloresSanto Domingo, RD

Fue en la madrugada del pasado domingo que las torrenciales lluvias de la tormenta tropical Laura causaron estragos e inundaciones en gran parte del país y aún en horas de la mañana de este martes los residentes del sectores que comprenden la rivera del Ozama se encontraban sacando agua de sus respectivos hogares.

A pesar de que las calles completamente inundadas, obligando a las personas a remangarse los pantalones hasta las rodillas, los moradores del lugar mantenían un buen ánimo, dando la sensación de seguir su vida normal.

“No ombe, así no, remánguense los pantalones y entren pa’ ca’ también pa’ que vean bien”, decía entre risas uno de los lugareños al percatarse de la presencia del equipo de reporteros del LISTÍN DIARIO que se quedaron justo a orillas de donde empezaba la inundación.

Los demás se reían, igual invitaban a los reporteros a realizar la misma acción mientras continuaban sacando cubetas llenas de agua de sus viviendas.

“Ustedes no quieren entrar, pero yo sí porque vivo ahí”, decía Marcos Feliz.

Sin mucho preámbulo, Feliz imitó la acción de sus vecinos y caminó hacia su pequeño hogar, fabricado con hojas de zinc, por lo que fue inundado por completo.

“De madrugada tuvimos que salir corriendo, pero qué le podemos hacer?, se pregunta, mientras prosigue: seguimos para ‘lante”. Feliz tiene 10 años residiendo allí.

Al ser cuestionado sobre el buen ánimo y la normalidad de quienes allí residían, Antonio Herrera dijo que esos eventos ya eran “costumbre”.

“Es que todo esto es normal para nosotros, siempre que viene una tormenta o algo así eso es seguro, así que ya nosotros como que nos acostumbramos”, explica.

Pero lo que si no podía faltar, aún en medio de la inundación, es la acostumbrada conversación con los vecinos. Es por eso que dos señoras olvidaron un rato el mal momento y entablaran una conversación sentadas en dos sillas justo en medio del agua. Mientras que otros lugareños aprovechan para sentarse en el amplio espacio de un colmado oara jugar cartas y compartir hasta que las aguas bajen a su nivel.

Afectados aún esperan ayuda

Con todo y los buenos ánimos, Herrera cuenta que lo que vivió durante la madrugada del domingo “no fue bonito” y que él y su hija de cinco años de edad tuvieron que esperar el sol encaramados en una cama para no mojarse y/o en dos sillas.

“Cuando en la madrugada cayó ese aguacero el rio subió para acá en cuestión de minutos y agarré y encaramé a mi muchacha en la cama con varios de mis electrodomésticos y yo me subí en dos sillas porque no me puedo ir de aquí porque fácilmente me mudan”, cuenta Herrera quien agregó que tuvo que llevar a su hija a donde un familiar para que esta no se enferme.

Herrera lleva ya cuatro años residiendo en el lugar y aún espera que las personas de la Unidad Ejecutora para la Readecuación de la Barquita y Alrededores (URBE) lo desalojen pero con que se le garantice un lugar donde vivir.

“Yo espero que ellos vengan pero que me garanticen un lugar donde vivir. Ellos le han ofrecido RD$ 100,000 a los dueños pero a mí como inquilino no me han dicho nada, entonces yo no tengo para donde irme”, añadió Herrera.

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