Abinader toma riendas del Estado en sobrepeso

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Jonathan D'Oleo PuigSanto Domingo, RD

El engrosamien­to del gobierno dominicano a lo largo de los últi­mos cuatro cua­trienios no tiene precedentes en la historia de nuestro pue­blo. Si bien la expansión esta­tal es la norma en un sistema clientelar como el que predo­mina en nuestro patrio lar, la que tomó lugar dentro del marco del predicho período sobrepasó el rango de lo nor­mal. Tanto así que el nuevo gobierno oficial ha tenido a bien diseñar un régimen pa­ra adelgazar la estructura gu­bernamental.

Entre otras cosas, dicho régimen parece incluir una especie de cirugía bariátri­ca en la etapa inicial. La mis­ma consiste de medidas para achicar o, simplemente, cer­cenar ciertos tentáculos del andamiaje institucional. Los primeros en la lista son los tentáculos del FONPER y la OISOE. Asimismo, el Despa­cho de la Primera Dama pa­rece que será achicado y los dineros ahorrados se destina­rán a rubros de mayor priori­dad. Por su parte, el Ministe­rio de Relaciones Exteriores parece estar bajo un proceso de evaluación para eliminar, vía radiación o extirpación, tumores en el servicio exte­rior que operan en detrimen­to de la salud fiscal de nuestra nación.

Entre las numerosas fuen­tes que validan el crecimien­to desmesurado del Esta­do, cabe destacar el informe “Autopsia fiscal” publicado en septiembre de 2019 por Oxfam. En el mismo se pun­tualiza que la proporción del empleo público respec­to de la fuerza laboral de RD es de 32%. Esta cifra nos co­loca como el tercer país de América Latina con mayor cantidad de empleos públi­cos por número de habitan­tes, con un crecimiento pro­medio anual de la nómina pública de 5.2%, frente a un 1.8% en el crecimiento de los empleos generados en el sec­tor privado. En otras palabras, partiendo de las revelaciones de este informe, en República Dominicana la nómina publi­ca aumenta a un ritmo que ca­si triplica la dinámica de creci­miento de la nómina del sector privado.

Traduciendo estos porcen­tajes al lenguaje de pesos y centavos, en su estudio, Oxfam señala que nada más en lo que tiene que ver con los salarios a empleados del gobierno cen­tral, el gasto se duplicó en los primeros seis años de la ges­tión de Danilo Medina. Pasó de RD$89,142.1 millones en 2012 a RD$189,459.8 millo­nes al cierre del 2018. Sin du­das, cuando se le pase revis­ta al año fiscal 2020, veremos que esa cifra habrá crecido significativamente, no solo por el tema de la pandemia, sino también por el derroche de dinero público dispensado en la campaña presidencial del candidato del ex partido oficial.

De un modelo clientelar a uno de meritocracia integral

A diferencia del PLD, el PRM llegó al poder por prime­ra vez sobre las ruedas de su propia fuerza y no necesaria­mente gracias a las alianzas políticas que pudo conformar durante la campaña electo­ral. Este particular le da una oportunidad excepcional al nuevo partido oficial para cambiar el modelo de gober­nar a uno más meritocráti­co y menos clientelar. En ese sentido, de hecho, el presi­dente Abinader ha arrancado con buen pie en lo que ata­ñe a la calidad de sus nom­bramientos, los cuales, en la gran mayoría de los casos, han sido meritocráticos. Es decir, que, para los diferentes puestos, el presidente ha de­signado a personas cuya pre­paración y trayectoria se co­rresponden con la naturaleza del trabajo que, desde los res­pectivos ministerios, desem­peñan.

De su lado, el PLD, por las condiciones en las cuales lle­gó a la presidencia y por la falta de voluntad política de los líderes que encabezaron sus gobiernos, no moduló el sistema clientelar. Por el con­trario, los morados solidifica­ron el clientelismo, abultan­do la nómina gubernamental para cumplir con compromi­sos políticos que le adeuda­ban a los que los ayudaron a llegar y a mantenerse en el poder en las campañas de 2004, 2008, 2012 y 2016.

En 2004, por ejemplo, el PLD forjó una alianza con los reformistas, los cuales le dieron a Leonel Fernández la oportunidad de despojar­se del título de “come-solo” que le confirieron en el 1996. Al Fernández tomar el poder por segunda vez, no los de­fraudó. Nombró al Sr. Car­los Morales Troncoso como Canciller y este, a través del Ministerio de Relaciones Ex­teriores, colocó a sus correli­gionarios en puestos de tra­bajo tanto a nivel nacional como internacional.

Cuando Danilo Medina salió electo en 2012 su gen­te pasó a ocupar las posicio­nes de más alto perfil, como es natural. Sin embargo, a los colaboradores de Leonel hu­bo que continuar sacándole su plato aparte, aunque fue­ra en calidad de ministros sin cartera, como fue el caso de Franklin Almeyda Rancier.

En 2016, Danilo Medina forjó una alianza con Miguel Vargas Maldonado del PRD. Al salir electo, lo nombró co­mo Canciller. En el cargo, Var­gas Maldonado procedió, co­mo Morales Troncoso en su momento, designando a com­pañeros de su partido a diestra y a siniestra a través del Minis­terio. Además del MIREX, fru­to de la alianza, Danilo Medina le entregó al PRD la dirección de la Autoridad Portuaria y del Instituto Dominicano de Servi­cios Sociales.

Lo problemático de todo esto no fueron las alianzas en sí. En cambio, el pecado estu­vo en que a medida que Leo­nel Fernández y Danilo Me­dina otorgaban instituciones gubernamentales a sus alia­dos, no cancelaban a miem­bros del PLD. Simplemente los reubicaban, ensanchan­do así la nómina pública e in­crementando, consecuente­mente, los gastos corrientes a los niveles exorbitantes que en su informe Oxfam prev­senta de manera clara y con­tundente.

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