La República

Joaquín Balaguer en 1986: Discurso íntegro de su toma de posesión

Santo Domingo, RDSanto Domingo

Joaquín Balaguer, 1986

En los últimos 8 años, con fe e insistencia indeclinables miles de dominicanos han repetido en calles y mentideros las siguientes palabras: vuelve y vuelve. Vuelvo y vuelvo.

Vuelvo para compartir con todos mis compatriotas un programa de labores y esperanzas. Vuelvo para evitar que se descontinúela practica que hemos seguido, desde hace ya más de un cuarto de siglo, promover el progreso con libertad.

Vuelvo para asociarme con a todos mis conciudadanos en el empeño patriótico, difícil pero posible de enderezar la economía y las finanzas nacionales.

Vuelvo para consolidar con la alternancia en el poder de partidos diferentes, el proceso democrático nacional.

Vuelvo para reconstruir la nacionalidad deteriorada, vuelvo no para hacer milagros, si para afrontar con decisión la crisis que nos afectan. No piden menos, no exigen menos el presente y el porvenir nacionales.

El panorama que nos rodea y las circunstancias domesticas e internacionales no invitan en la actualidad al optimismo. Al optimismo invita la calidad de nuestra ciudadanía. El patriotismo de nuestra gente.

La estirpe de nuestro pueblo. No creo, al hacer estas declaraciones que me estoy exponiendo a defraudar al país con falsas expectativas.

Se de sobra que gobernar es acoplar el sueño a realidades geográficas, históricas, populares.

Pero no ignoro que la Republica Dominicana, se ha batido, desde que se hizo independiente. Lo alcanzado sin embargo es insuficiente para esta fase del proceso universal. Hay aspectos en que marchamos a la zaga de otras naciones de nuestra misma área.

Aún hay miles de dominicanos, hombres y mujeres, niños y ancianos, que se acuestan cada día sin comer. El derecho de comer es sagrado y nos ha sido impuesto por la propia naturaleza.

El desconocimiento de ese derecho resulta más inicuo, cuando es negado a personas que quieren trabajar, a infinidad de seres que no inventa pretextos para la ociosidad, a hombres y a mujeres que ofrecen con espontaneidad el sudor, sus brazos y su frente.

Por eso duele tanto a quien habla, como a la inmensa mayoría de sus compañeros, la crueldad y la profundidad de las mordidas de la miseria en la carne popular. Nos duelen aunque no nos intimidan las limitaciones de nuestros recursos, la dependencia monocultivista, los residuos que aún quedan en nuestro ambiente de las luchas fratrieldas que flagelaron tantas veces nuestro ayer.

Confesamos pues con sonrojo que aunque jactanciosamente presumimos de ser libres nos aherroja la tiranía de la pobreza.

Nuestro deber, en consecuencia, es declararle la guerra a esa plaga de todos los países en vía de desarrollo.

Declararle la guerra al hambre, Declararle la guerra a la pobreza, Declararle la guerra a la desnudez, declararle la guerra a la pobreza. Esta guerra santa exige la militancia de todos.

No es mi guerra particular, ni la del reformismo, ni la del partido alguno, sino la de esta organización humana y jurídica que es la Republica.

Mi voz se alza, en medio de incertidumbre y de las angustias de estos días, para asegurar a todos mis compatriotas, inclusive a mis enemigos , a los de ayer, a los de hoy , que he vuelto para que pedirles que rindamos juntos esta jornada de patria.

Una actitud diferente sería un en ellos una mezquindad. En mí, carecería no solo de gallardía, sino también de justificación.

La única bandera enarbolarle es la Bandera Nacional, y el único Líder es Juan pablo Duarte.

En estas palabras inaugurales omito adrede reproches al gobierno saliente. Repudio el espectáculo el espectáculo primitivo de otras veces. No quiero ofender a los invitados internacionales ni quiero rebajar la dignidad jerárquica de esta ceremonia de cambio de poderes con apreciaciones sectarias ni con soberbias ni exabruptos de ocasión.

Sobran oportunidades para el debate democrático necesario y saludable al que estamos siempre prestos y al que jamás renunciaremos. Pero en esta cita histórica no

Esta ocasión es de concordia personal, de continuidad democrática, de afirmación constitucional, de confirmación republicana.

No intento ahora esbozar un programa de gobierno, sino señalar conceptos que servirán de pauta a la administración que hoy se inicia.

El primero de esos objetivos básicos es devolver al país la confianza en primer término de la honestidad de los servidores públicos. Cada ciudadano independientemente de su ideología política, debe estar consiente que de que la rectitud de las máximas autoridades de la nación reposa la mayor garantía de seguridad para sí y para sus intereses.

Sin confianza no hay seguridad, sin seguridad no hay inversión, sin inversión no hay desarrollo. La hermana gemela de la seguridad es la estabilidad. Un ciudadano, una empresa , un plan, un proyecto, tienen que fundamentarse sobre reglas precisas , sobre bases estables . No hay talento individual o colectivo que prospere avanzando y retrocediendo entre cambios y vaivenes.

En un sistema de libre empresa no debe haber sitio para privilegios y favoritismo. No puede escapar a nadie que parte de nuestras dificultades proviene de la independencia internacional.

Los problemas de otros también son nuestros. Pero sería ficción y pretexto atribuir a factores foráneos la insuficiencia y deficiencia de que somos responsables.

Si la necesidad es dominicana, si el dolor es dominicano nuestra primera exigencia debe ser con nosotros mismos. El ahorro interno y la auto superación deben ser en consecuencia, en el proceso de desarrollo nacional, las herramientas prioritarias.

Estamos capacitados para todos los desafíos, entre pesares y escaseces alza su estructura monumental un pueblo intrépido y fuerte que acepta y espera confiado el porvenir. Hace tiempo que los dominicanos esperan la apertura de una etapa de conciliación que reparte al país para el advenimiento de una era de verdadera convivencia pacífica.

Quien habla confía en que esa conciliación llegue hoy a Republica Dominicana, si llega, la recibiremos con los brazos abiertos. Los próximos cuatro años deben ser hermandad entre todos los hijos de esta tierra.

El sentimiento de la solidaridad nacional debe inspirarnos todos las soluciones que tanto necesitamos para salir de los agobios que nos han atormentado casi desde que nos convertimos en una nación independiente para nosotros no habrá desde hoy en adelante , diferencias entre los miembros de nuestro partido y los que militan en otras organizaciones, porque nuestra aspiración irretractable es medir con la misma vara a todos nuestros compatriotas y servir a todos con el mismo espíritu de humildad, de tolerancia y justicia contra quienes nos proponemos mantenernos más alerta.

Sera precisamente contra los miembros de nuestro partido, son estos los primeros que deben dar ejemplo de honestidad en el manejo de la casa publica y moderación y cometimiento de las apetencias burocráticas.

Tenemos una tregua política de no menos de dos años , si queremos sobrevivir a la crisis que actualmente nos azota y que de prolongarse expondría a males necesariamente a males tan graves como el de un cambio de nuestras instituciones democráticas por otras semejantes o peores a las que hasta ayer habían servido de expresión a nuestros vicios y resabios tradicionales.

Tenemos que cambiar la actitud que hasta ahora hemos observado de reiniciar la guerra política al siguiente día de la instalación de un nuevo gobierno.

En el momento actual se requiere imperiosamente de un respiro en el quehacer político. No se trata de que se eliminen las actividades organizativas de los partidos ni de que se deje de practicar, a través de un análisis continuo de la labor del gobierno, una oposición realmente edificante.

Es obvio que el país atraviesa una situación en extremos difícil y que la vida nacional se desenvuelve en condiciones tales que podrían conducirnos fatalmente a un colapso no solo de nuestra vida económica sino también al eclipse de atributos preciosos de nuestra soberanía.

Si aspiramos a instaurar en el país desde hoy un régimen democrático participativo. No pretendemos al hacer esta afirmación, incurrir en la utopía de prometer a nuestros conciudadanos una sociedad realmente comunitaria, en el sentido que a esta ha dado la democracia cristiana.

Sabemos que no nos hallamos ni en suiza ni en la Alemania de Conrad Andenawer sino en una tierra tropical donde tanto los hombres como los cielos son sacudidos con frecuencia por vientos de tempestad y por ráfagas de cólera.

El gobierno que hoy se inicia pretende no ser mejor ni peor, pero si distinto de todos los que han existido hasta hoy en la República Dominicana. Nuestra aspiración es la de gobernar principalmente con las nuevas generaciones.

No vamos desde luego a prescindir de la experiencia ni hacer caso omiso de la historia, pero si queremos ofrecer a la juventud la oportunidad de servir a su país en puestos de trabajo y no en destinos públicos que se reduzcan a simples sinecuras. Confió que toda la gente nueva que me ayudo a triunfar en las elecciones de 1986 y que tan defraudada ha sido por distintas administraciones en un pasado reciente sepa colocarse a la altura de la oportunidad que le va a ser ofrecida.

Los jóvenes de hoy han nacido en una sociedad más viciosa y más llena de deformaciones morales que aquella en que vivieron nuestros padres. Muchos de los jóvenes que han participado en la vida pública en los últimos 25 años no han sabido servir a su país ni con dignidad ni con espíritu de sacrificio.

Pero en esta ocasión la patria espera mucho de su juventud, confía en que los que sean llamados a servirlo desde un cargo público van a honrar su investidura desempeñando con pulcritud sus funciones.

La decencia no es privilegio de la edad, sino más bien de la cuna, se nace decente como se nace criminal o como se nace artista. Para poner a prueba el temple cívico de esa juventud me propongo confiar a grupos escogidos la responsabilidad de compartir con los organismos competentes la tarea de defender y conservar la floresta dominicana.

Creo que el idealismo de la juventud puede sobreponerse al egoísmo de una sociedad como la de hoy dominicana por el afán de lucro y por otras fuerzas negativas.

Un aspecto de la administración pública que en el nuevo gobierno se tomara muye en cuentas, e el del mantenimiento de las obras publicas que dependen tanto del estado como de los municipios. Obras costosas que originalmente pudieron exhibirse como un orgullo para el país han entrado en los últimos años en un rápido proceso de destrucción, no hay razón para que esa inversión la cual representa billones de pesos aportados no por ningún gobierno en particular sino por todos los contribuyentes dominicanos se esté dejando perder por falta de una atención adecuada.

Poco importa el gobierno que haya hecho esas obras porque a fin de cuentas se trata de conquistas que no pertenecen a nadie y cuyo mérito pertenece exclusiva mente al pueblo que las paga y para el uso del cual están precisamente destinadas, hay así mismo muchas obras públicas que permanecen inconclusas solo porque fueron iniciadas por administraciones no perredistas.

Tenemos que reaccionar contra esa práctica egoísta. Urgente tener más presente el sentimiento de solidaridad nacional que vincula a todos los gobiernos y a todos los ciudadanos, uniéndolos como los eslabones de una misma cadena en el cambiante proceso de las culturas y la sucesión de los tiempos.

Los hombres públicos son sombras que pasan por el escenario nacional en un momento cualquiera y están llamadas a disciplinarse como se disipan las nuevas de verano en estos cielos del trópico donde las tarde suelen trópico donde las tardes suelen comenzar a vestidas de luz para concluir rasgadas por el relámpago.

La peor de las lacras que hoy tenemos es la de la corrupción. no es u mal dominicano sino u mal que afecta a una gran mayoría de hombres y mujeres en la mayor parte del mal llamado mundo civilizado el hombre, esa caña pensante como lo llama pascal es en el fondo el mismo aquí que en todas las demás latitudes de la tierra.

Hay algo que ya he dicho pero que deseo ratificar en esta asamblea solemne y ratificación en ella bajo la fe del juramento. En el gobierno que hoy se inicia no habrá corrupción sin sanción. Mi ánimo no es perseguir a nadie porque creo que el país no puede sobrevivir a sus males presentes sino en un ambiente de concordia. Yo no confiscare las propiedades de nadie aunque sepa en mi fuero interno como lo saben todos, que esas propiedades sean mal habidas.

Dejare que en ese campo actúe la justicia libremente promovida o no por un movimiento popular que haga de ese acto de penalización del enriquecimiento ilícito un acto ejemplarizante, para corresponder de todos modos al clamor nacional asumo desde hoy la responsabilidad de ser implacable, no solo contra alguien que se apropie de una de una parte por mínima que sea, de la riqueza publica sino también contra el que induzca al servidor público al enriquecimiento ilícito. Para que haya corruptos se requiere que haya corruptores.

La guerra al enriquecimiento ilícito debemos hacerla todos los dominicanos, sea cual sea su categoría social o su ubicación ideológica. Todos estamos conscientes del peligro que esos actos de piratería representan para la supervivencia misma de nuestras instituciones.

Si permanecemos con los brazos cruzados frente al hecho de que todo el que sirva al país o se sirva del país desde un cargo público pueda atentar impunemente contra el patrimonio nacional, pronto nos quedaremos sin lo único que sirve de soporte a una nación, sobre todo a una nación como la nuestra, cuyo único potencial no es económico sino principalmente espiritual e histórico: La VERGÜENZA.

El gobierno que nace en este instante no habrá fiestas de exoneraciones. Tampoco habrá en el presente gobierno carnaval de jubilaciones en los últimos años se ha abusado de la tendencia de los dominicanos a no trabajar y a vivir de pleno vigoraje y a veces en plena juventud, de los regalos de la beneficencia pública sin que reúnan, en muchos casos, los requisitos mínimos que se requieren aun en países en que los sistemas de seguridad social han alcanzado niveles menos satisfactorios.

Algunos voceros de partidos extremistas y algunas personas de ideología izquierdizantes han hablado irresponsablemente tras el triunfo del partido Reformista Social Cristiano, de la posibilidad de quien habla retornen la represión y el temor al ambiente político dominicano.

Esa propaganda obedece, como muchas de las que se hicieron durante la consulta electoral del mes de mayo, a móviles de inspiración puramente partidistas. No ofendería, pues, la verdad ni tendría motivo para sonrojarme, ante mí mismo si concluyo esta corta intervención repitiendo las mismas palabras con las que han cerrado su exposición ante la asamblea nacional, reunida con un motivo similar al presente, la mayoría de mis antecesores desde Ulises Francisco Espaillat y Francisco Gregorio Bellini hasta Don Antonio Guzmán y el Doctor Salvador Jorge Blanco.

Esas Palabras recogidas por la historia son las siguientes: ´´tened la seguridad de que en mis manos no perecerá la libertad´´. Quien habla quiere ser más categórico en esta ocasión y en vez de esa hermosa retórica política preferiría decir, poniendo los dos pies sobre la tierra, que en mis manos no se mantendrá la libertad a expensas del orden ni el orden a expensas de la libertad. Creo que ambos elementos son igualmente necesarios para la salud de la nación. El presidente de la Primera República Española, don Emilio Castellar, más conocido por su fama de orador romántico que por su genio de estadista, ha escrito que la libertad es como el alimento sin el cual se puede sobrevivir durante un tiempo más o menos largo pero que el orden es como el oxígeno que si nos falta perecemos.

Nuestro País vivió 31 años sin libertad, sumergido en una ergástula degradante pero sobrevivió para levantarse con la frente más alta al fin de estas tres décadas de oscuridad. Estuvo en cambio a punto de disolverse cuando en 1912, llamado por los historiadores dominicanos como ´´El Año Rojo´´ fue sacudido por la anarquía y termino con el territorio nacional ocupado, en 1916, por botas militares extranjeras.

Tito Livio, el más pulcro de los historiadores clásicos, después de haber descrito el sometimiento de Roma, la señora del mundo antiguo, a la terrible humillación de las Horcas Caudinas, concluye su narración diciendo sentenciosamente que la primera ley de todos los imperios es la ley de la necesidad.

Quien habla espera que esa ley implacable, de la cual nos habla el más veraz talvez después de Tácito, de los historiadores latinos, no lo obligue a usar la fuerza contra nadie ni a poner el pie sobre el derecho de nadie, como tendré que hacerlo inevitablemente, si la anarquía asoma su cabeza de Meduza no importa en qué momento, durante el actual cuatrienio, en un área cualquiera de la vida dominicana.

En el momento de mi instalación, por 5ta vez, en la presidencia de la República no deseo comprometer mi palabra con ninguna persona ni con ninguna institución. Debo más bien definir con claridad meridiana cual será mi actitud frente a todos mis conciudadanos sin excepción. Me propongo gobernar exclusivamente para el país, no voy a estar al servicio de intelectuales económicos ideológicos de ninguna índole. En cada caso en que me toque tomar alguna decisión discutiré abiertamente el problema de que se trate con los sectores interesados, pero mi decisión al final será la que convenga al interés de país y no al de un grupo determinado.

Nuestro gobierno de complacencias ni una veleta que gire en la dirección por donde soplan los vientos de la demagogia. Cuando sea necesario, pues , señoras y señores , adoptar a la de nuestro propio partido porque el interés político de este se halle en un caso dado en contradicción con el interés de la comunidad, tampoco dejare de tener presente que el bienestar de mi país esta por encima del bienestar de mis amigos, pese a que no olvido ni puedo olvidar que entre ellos hay muchos que han sido mis compañeros entrañables en el curso de casi 50 años de lucha y de vicisitudes políticas todos mis correligionarios están cerca de mi corazón pero más cerca de mi país y esta el interés general de mis conciudadanos.

Debo dejar también bien sentado que no me intimidará ninguna amenaza cuando tenga que actuar en el cumplimiento de mi deber. La vida de un hombre que ya ha salido de la estación del otoño memorioso para entrar en la hora crepuscular de la existencia vale muy poco y nada podría ser de mayor satisfacción para quien había que ofrecer tan digno como el interés de la patria o algo tan grande como la salud de la República.

Llego, en una palabra al poder sin compromisos excepcionales con el pueblo que me eligió libremente. No usaré de favoritismo con nadie y no me sentiré obligado con nadie excepto con Dios, y después de Dios con la Patria.