El Covid amenaza la economía y el desarrollo dominicano
El año 2020 llegó con muchos planes para los dominicanos. También lo hizo en todo en todo el planeta.
Pero esa llegada del nuevo año se produjo con noticias espaciadas de una rara neumonía registrada en la región Wuhan, en la República Popular China. El seguimiento indicaba preocupación pero no fue hasta enero cuando todas las alarmas saltaron.
Fue cuando llegaron las medidas más restrictivas contra el nuevo virus: confinamiento de poblaciones enteras tratando de detener su propagación, campanadas de alerta de la Organización Mundial de la Salud y el esparcimiento del pánico a nivel global.
La idea era atajar el avance del virus pero ya era tarde. Millares de viajeros entre diciembre y enero habían servido de portadores de la letal enfermedad y fue cuestión de días, semanas en algunos casos, para que cada uno de los continentes fuera cayendo.
A los dominicanos les tocó esperar hasta el 1 de marzo para enterarse del primer caso en territorio nacional. Se trataba de un ciudadano italiano que vino a hacer turismo a Bayahíbe, en la provincia La Romana. Su nombre, Claudio Pascualini, pero no se hizo tan famoso por haber sido el primer diagnosticado en el país. Su extraña “gloria” le llegó por los 54 días que permaneció con el virus interno en el hospital militar Ramón de Lara, de la Base Aérea de San Isidro.
“El italiano”, como pasó a ser conocido en el país, registra la estancia más larga por la enfermedad en República Dominicana y suele ser recordado con buen humor por el personal del centro, que aún recuerda los panes con chocolate por las mañanas, a los que se hizo fanático.
Cinco meses y medio después, y un rosario de más de 1,400 muertos, el presidente Luis Abinader asume la administración del Estado con el coronavirus como principal barrera: la economía semiparalizada, un toque de queda rigiendo en el país, y el turismo, la principal locomotora del desarrollo nacional, estancado.
Ya más de 85 mil dominicanos han sido diagnosticados por haber contraído el virus, más de 48 mil se han recuperado y las perspectivas son de soportar los embates de los contagios hasta finales de año, con la esperanza de que las primeras dosis de vacunas lleguen al país.
Mientras tanto la economía dominicana está más que resentida, con programas de asistencia a empresas y a pequeños comerciantes que las nuevas autoridades han prometido mantener por lo menos hasta diciembre.
Y mientras todo eso ocurre el sistema de salud dominicano también se resiente por la crisis de salud mental, una secuela de la pandemia de Covid-19, la cual ha empezado a manifestarse no sólo en la población general sino entre el mismo personal de salud que atiende a los pacientes.
A pesar de todo lo antes descrito, la ciudadanía ha entrado en una fase prolongada de relajamiento de las medidas de distanciamiento social, acudiendo a playas y a sitios de esparcimiento “para botar el estrés” por el encierro que ha supuesto el Covid-19.
Las advertencias del ministro de Salud saliente, Rafael Sánchez Cardenas, comenzaron a caer en saco roto desde que los principales líderes políticos nacionales rompieron las normas de alejamiento recomendadas, encabezando amplias y largas caravanas en búsqueda del voto de los dominicanos en los comicios del 5 de julio.
El resultado de esas concentraciones sociales fue casi el colapso del sistema dominicano de salud, con sus unidades de cuidados intensivos hasta un 90 por ciento en el Gran Santo Domingo, el conglomerado urbano más grande del país.
En Santiago, las unidades de intensivos rozaron peligrosamente el 100 por ciento de ocupación y el personal médico alzó la voz de alerta para que las personas retomaran las medidas extremas de distanciamiento.
Con todo eso de contexto, ya los dominicanos han vivido una primera fase de estado de emergencia que abarca exactamente 100 días, con horarios de toque de queda que han variado en función del aumento y descenso en los contagios. En la actualidad los dominicanos viven bajo un nuevo estado de emergencia autorizado por el Congreso Nacional por otros 45 días, que llevarían a la nación caribeña a vivir en extremos hasta comenzado septiembre.
La gestión de la crisis en República Dominicana la ha llevado Rafael Sánchez Cardenas, quien personalmente ha encabezado las ruedas de prensa de cada mañana para leer primero el estado de situación del país y para luego responder a las dudas de los medios de comunicación.
En total, Sánchez Cardenas se ha presentado más de 100 veces en televisión nacional con los boletines especiales de la dirección de epidemiología de su ministerio.
Nuevo ministro
Plutarco Arias es conocido en la medicina como un veterano neumólogo, especialista en trastornos del sueño. Días después de su designación confesó que cuando el presidente Luis Abinader hizo el anuncio se encontraba “en las trincheras”, en una unidad de cuidados intensivos realmente, trabajando contra el virus.
Es oriundo de Santiago y forma parte del equipo médico de la clínica Unión Médica de esa ciudad, una que al momento de su anuncio como ministro tenía todas las camas ocupadas por los casos de coronavirus en el país.
Es socio-fundador de este centro de salud y ha integrado directivas médicas de diferentes asociaciones nacionales e internacionales.
Durante la campaña electoral del hoy presidente de la República, el doctor fue director de salud del proyecto Luis Abinader Presidente (LAP).
Arias ya ha venido trabajando en el equipo de la Comisión de Salud, designada por Abinader luego de su triunfo en las elecciones del 5 de julio.
Investigaciones
Las autoridades anunciaron que trabajan en un estudio sobre tipificación genética del coronavirus por regiones en República Dominicana, para así determinar si existen genotipos diferentes del virus en diversas localidades, “lo que permitirá hacer intervenciones más inteligentes”.
Por igual, las autoridades están elaborando un protocolo para estudiar el comportamiento del virus en territorio dominicano, que abarca ver posibilidad de mutaciones, porque es conocido que los coronavirus tienen gran capacidad de mutación y si existe algún vínculo con el tipo de clima imperante.