Enfoque
Mi paso por la aviación civil dominicana
Parece un ayer cercano, aquella mañana de comienzo de marzo del año 2011, cuando, imbuido de las buenas intenciones que han normado mi transitar por la vida, llegamos al edificio ubicado en la esquina formada por las avenidas México y 30 de marzo, para ser posesionado como Director General del Instituto Dominicano de Aviación Civil –IDAC-, en una breve y sencilla ceremonia. Recuerdo cuando expresé de forma solemne que mi mayor compromiso al asumir la nueva responsabilidad no era otro que hacerlo bien.
Aunque parezca simple, en la realidad de los hechos, hacer las cosas bien, tiene grandes implicaciones no siempre fáciles. El reto a emprender era inmenso. Comenzando por ser la primera experiencia como máximo directivo de una entidad gubernamental. Segundo: mis más recientes antecesores en la posición habían sido Norge Botello y José Tomás Pérez, dos prestantes dirigentes peledeístas que habían ostentado, cada uno en su momento, precandidaturas presidenciales en nuestro partido. Y tercero, estaba la naturaleza, complejidad y delicadeza de la entidad aeronáutica a dirigir.
Ya con el control del timón de mando de la nave del IDAC, iniciamos un fructífero y entusiasta viaje por trayectos que de inmediato nos ubicaron en el justo contexto de la aleccionadora historia de nuestro sistema aeronáutico, que solo pocos años atrás, en el 2007, había superado su estigmatizada condición de inseguro bajo los parámetros de la Federal Aviation Administration (FAA) de los Estados Unidos que durante 14 años lo había mantenido degradado entre las categorías 3 y 2, con la negativa consecuencia de que las aeronaves de matrícula dominicana (HI) estaban impedidas de volar hacia territorio estadounidense.
Consciente del camino de transformaciones y cambios, pero también de continuidad, recorrido bajo el liderazgo de mis antecesores, nuestro plan de vuelo u hoja de ruta se enfocó en desarrollar el extraordinario potencial de avances pendientes de la aún joven institución aeronáutica, nacida al amparo de la Ley de Aviación Civil de la República Dominicana No.491-06 y que, gracias a la agenda de trabajo positiva y al acoplamiento de un formidable equipo de profesionales y técnicos aeronáuticos, nos propusimos alcanzar el desarrollo integral, la modernización y la consolidación institucional de la Autoridad Aeronáutica nacional.
Los frutos no se hicieron esperar. Este viaje marcó el inicio de una nueva etapa del sistema aeronáutico dominicano, caracterizado como el más prolongado periodo de avances en absoluta estabilidad en toda su historia, avalada por el hecho del IDAC ser hoy la más y mejor estandarizada de las entidades de la administración pública nacional y referente regional de la aviación civil internacional. La obtención de certificaciones, premios y reconocimientos en todos los renglones e indicadores medibles nunca fueron motivos para “dormirnos en nuestros laureles”, por entender que en materia de gestión nunca hay victoria definitiva.
Tampoco se trató de una travesía libre de turbulencias, crisis y grandes pruebas de fuego de diversos géneros y dimensiones, que debimos sortear con relativo éxito, en una actividad que, como la aeronáutica, además de sus altos niveles de exigencias, delicadeza y complejidad, está plagada de intereses, muchas veces enfrentados hasta el abismo, circunstancias frente a las cuales se demandó de los mejores esfuerzos y de los mayores niveles de compromiso para tratar siempre de hacer valer el interés institucional y del país por encima de cualquier otro.
Ahora, el vuelo bajo nuestro mando en su fase final se ha encontrado de frente con el golpe de la actual pandemia del COVID-19, que se ha convertido en la madre de todas las crisis que han afectado a la aviación civil desde su nacimiento, y que, como ya hemos apuntado, logró por primera vez colocar en tierra a más del 90% de la flota aérea mundial, representando pérdidas impensables y, en el caso del IDAC, a pesar que desde marzo del año 2020, los ingresos de la tasa aeronáutica, de donde se nutre nuestro presupuesto, han mermado considerablemente, dejaremos al próximo capitán, una institución financieramente saneada y con recursos para aguardar el lento proceso de recuperación de la actividad aérea y retomar el vuelo hacia nuevos horizontes de logros y realizaciones.
En efecto, estamos a punto de aterrizar para entregar el timón de la nave del IDAC al nuevo designado. Con el peso que deja atrás el aprendizaje, y el don alcanzado de la perseverancia, hacemos una reverencia ante esta década de intenso trabajo en equipo y la satisfacción de entregar una institución mucho mejor que la recibida.