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La soledad se siente en el Palacio Nacional

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DALTON HERRERASanto Domingo, RD

Las pisadas de los emplea­dos caminando por los pa­sillos del Palacio Nacional disminuyen con el pasar de los días y los chirridos de las yipetas de los fun­cionarios, cuando se par­quean, ya no hacen tanto ruido como antes. Son re­flejos de la soledad del po­der.

El Despacho del minis­tro Administrativo de la Presidencia, aquel que hasta hace poco, por el cú­mulo de trabajo, tenía en ocasiones la oficina llena, hoy las personas que asis­ten allí son despachadas de inmediato.

Incluso, hasta las exi­gencias que agentes de se­guridad le hacen a cada visitante, como medidas protocolares de ingreso, parecen relajarse con la llegada del nuevo Gobier­no que tomará posesión en 13 días.

Y es que todo ha trans­currido de esa forma des­de que el Partido de la Li­beración Dominicana (PLD) perdió las eleccio­nes el pasado 5 de julio, ya que el presidente Da­nilo Medina se ha dedica­do a inaugurar sus últimas obras de Gobierno, por lo que en estos últimos días se ha mantenido casi au­sente del Palacio Nacio­nal.

En un lugar donde a diario iban y salían fun­cionarios, directores y sin­dicalistas que se presume gestionaban ayudas y pro­yectos para beneficio de su comunidad, hoy solo se siente al viento recorrer esas paredes y mosaicos, y solo así lo hace cuando el clima lo dictamina.

Solamente quedan los empleados de las distintas estructuras que conforman el Poder Ejecutivo y que dis­cretamente se mantienen en sus puestos de trabajo para concluir con su agen­da gubernamental y su ser­vicio a la Patria.

También están los poli­cías que nunca dejan sus puestos en los puntos clave de cada rincón del edificio, aunque, en comparación con los años dorados del poder, estén más aliviados al tener menos responsabi­lidades y menos visitantes que tratar.

Un cambio El domingo 16 de agosto, próximo al mediodía, cuan­do Medina delegue el po­der en su sucesor, Luis Abi­nader, las valijas del actual mandatario habrán de estar fuera del Palacio, y desde la sede de la Asamblea Nacio­nal iniciará su retorno al ca­lor de su hogar y su familia.

A partir de ese momento, habrá menos gente a su al­rededor, menos visitas, me­nos reportes, menos reunio­nes, menos amigos, menos compañeros. La familia lo es todo, pero en el ejercicio del poder se forma otro nú­cleo, gente que empieza a ausentarse, poco a poco, lo que deja un vacío y altera­ciones emocionales.

El drama El escritor banilejo Leonte Brea escribió en septiem­bre de 2009 que la soledad producida por la pérdida de poder es “dramática”, y “trágica, en ocasiones”.

Esta soledad, agrega, “constituye la condensación de muchos miedos. Los de los dirigentes caí¬dos de la cima del poder. Miedos que se ensanchan en la me­dida en que su indefensión se agiganta por la soberbia triunfante del vencedor, por la irritación de los que se re­sintieron con su poder y por las cacerías mediáticas es­pectaculares”.

Y añade: “Esto no para ahí, pues también apare­ce la deserción de muchos de sus seguidores que, a consecuencia de su des­gracia, terminan por sen­tirse so¬los, desprotegi­dos y despreciados por algu¬nos sectores de la po¬blación.

Ese clima emocional tan amenazante, deprimente, acompañante habitual de los derrotados, es determi­nante para transformar ra­dicalmente la percepción social que podría tenerse de ellos, es decir, de redentores populares o representantes legítimos de la autoridad a culpables de todos los ma­les sociales.

A TRECE DÍAS El final. Un ambiente de nostal­gia inunda el Palacio Na­cional a poco para el fi­nal de la actual gestión de Gobierno peledeísta.

Abinader tomará pose­sión de un nuevo Go­bierno este 16 de agosto, tras la derrota del PLD, secuencialmente en el poder durante los últi­mos 16 años. Allí se per­cibe una inevitable sen­sación de abandono que solo la soledad de poder puede generar.

Todo luce paralizado en el Palacio Nacional mientras el actual Gobierno se prepara para el regreso a casa de sus funcionarios, y de otro lado los nuevos inquilinos esperan el domingo 16 de agosto para ascender las escalinatas de la sede del centro de poder de la nación.