Enfoque
El tiempo de la educación
Ante el agravamiento de la situación sanitaria del país, convirtamos este tiempo de incertidumbre, en una real oportunidad para adaptar el sistema de educación pública a los requerimientos mínimos que demandan los nuevos tiempos ¡Es el tiempo de la educación!
Durante los últimos cinco meses, hemos sufrido el embate de una pandemia como no recuerdan las generaciones que confluyen en el presente.
Las cifras de contagiados y muertos son sobrecogedoras y no parecen retroceder, sino por el contrario; la capacidad del sistema sanitario para dar respuesta está cercana a sus límites. Casi todos los escenarios vislumbran un panorama difícil en la que los contagios pueden multiplicarse. La economía se afecta en casi todos sus indicadores, especialmente las actividades cotidianas y las relacionadas con el intercambio con el exterior.
El centro de nuestra preocupación es el inminente regreso a las aulas de unos dos millones y medio aproximadamente de estudiantes de todos los niveles en el sector público. Las probabilidades, según los pronósticos de los organismos nacionales e internacionales de que se agrave el problema y se multiplique la crisis sanitaria son muy altas. La pregunta es: ¿Está nuestra escuela pública preparada para la actual situación? ¿Tenemos capacidad de respuesta para los múltiples incidentes que pueden presentarse, agravando la epidemia y poniendo en riesgo la vida de cientos y hasta miles de nuestros estudiantes, profesores y otros ciudadanos relacionados?
Es muy cierto y real que nuestros profesores han sido y son muy creativos, que el año recién terminado lo finalizaron realizando esfuerzos extraordinarios.
También es cierto que un porciento importante de los centros educativos no tiene agua potable; muchas de las tipologías de las edificaciones escolares, probablemente no han sido chequeadas contra los más recientes códigos antisísmicos. Con la tanda extendida, se duplica el riesgo de un desastre.
La opción de continuar clases de modo semipresencial también enfrenta obstáculos como la conectividad, afectada por la falta de energía eléctrica, internet, la insuficiente disponibilidad de tabletas (no ya computadoras), tanto para profesores como estudiantes, así como la poca formación de maestros en el área de la no presencialidad. Muchos profesores han enfrentado hasta ahora la emergencia con la mejor buena voluntad, pero sin la preparación tecnológica para lograr los niveles deseados.
Por todo lo anterior, nuestra reflexión va en el sentido de que no se abran formalmente las clases este año en los niveles de primaria, intermedio y bachiller de la enseñanza pública.
Esto ya ha sucedido en nuestro país, a causa de cataclismos sociopolíticos. Ahora se trata de una crisis que pone en peligro de muerte a miles de dominicanos en los próximos meses, según ya se ha estimado. Esta decisión requiere de voluntad política, pero puede hacerse y no sería tiempo perdido.
Un aspecto a destacar es que el desayuno escolar se mantendría tal cual se realiza hasta este momento
La verdad es que esta tragedia puede convertirse en época de oportunidades; en tiempos de educación, ES EL TIEMPO DE LA EDUCACIÓN. Estaríamos solucionando dos grandes problemas, proteger la salud de una parte importante de la población y la preparación integral para el despegue definitivo de la educación pública en nuestro país.
El Estado puede acceder a recursos frescos de organismos multilaterales en adición a los que tiene del 4% del PIB. Todo esto para elevar las condiciones de nuestro sistema educativo público, que nos acerquen a la altura que demandan las actuales y futuras circunstancias, así como competir en igualdad de condiciones con muchos colegios privados a través de la implementación inmediata de algunas medidas, entre las que estarían:
- Capacitar al personal docente en las técnicas virtuales para que puedan desarrollar efectivamente clases no presenciales, que parece serán la tendencia a corto, mediano y largo plazo, en el nuevo mundo al que nos abocamos a convivir
- Para esto pudiera recurrirse al INAFOCAN, a las universidades, a la radio y a la televisión estatal entre otros medios no exclusivos
- Dotar de tabletas a los 2 millones y pico de estudiantes y maestros que hoy no tienen acceso a una computadora.
- Chequear las estructuras antisísmicas de los diferentes tipos de planteles escolares.
- Garantizar el acceso al agua potable en todas las escuelas, dotando de pozos con filtros adecuados a aquellas que lo precisen.
- De igual manera podían adquirirse plantas elécticas de 12 kw para los planteles que no dispongan de energía electrica.
- Garantizar el acceso a internet a todas las escuelas del país.
- Disminuir o eliminar las cargas impositivas a maestros y estudiantes por los servicios que constituyen sus instrumentos de trabajo: Internet, y equipos tecnológicos que ronda por un 30%.
No se trata de medidas radicales, sino de proteger a nuestros estudiantes y profesores pero también a sus familias. A su vez, de no utilizar el tiempo aparentemente perdido, y acondicionar nuestras escuelas integralmente, siguiendo una cultura de desarrollo y sostenibilidad versus la existente de reaccionar a los hechos en medio de contingencias; cuando estas muchas veces son insuperables.
Si seguimos haciendo lo mismo, solo tendremos los mismos resultados que exhibimos en todas las pruebas y mediciones nacionales e internacionales.
Al tiempo que hacemos esta reflexión, reafirmamos nuestra disposición a colaborar en todas las formas que estén a nuestro alcance, por el bien, la seguridad y la prosperidad de nuestro país. Estamos seguros de que juntos, gobierno y sociedad civil sabremos salir adelante.