Enfoque
¿Se recupera un año escolar?
En estos días está en la palestra pública el próximo año escolar. Una nueva corriente de preocupación familiar esgrime el lema: “Un año escolar se recupera, la vida no”, para defender una postura que promueve, en el mejor de los casos la educación virtual o la escuela en casa, mientras que otros abogan por un año sabático para sus hijos.
¿Es posible recuperar un año escolar sin repercusiones en los niños? ¿Cuáles son las fortalezas y fragilidades de las diferentes modalidades de enseñanza que se valoran para el próximo curso? Sobre estas y otras cuestiones en el contexto dominicano para el próximo curso escolar pretendemos reflexionar en el siguiente artículo.
Al propagarse la epidemia del Covid-19 a inicio de marzo por el mundo y como respuesta a esto declararse el estado de emergencia en el país, fue necesario trasladar la docencia a la modalidad virtual. Este movimiento fue imprescindible para mantener los procesos de enseñanza y aprendizaje a resguardo de las infecciones y como tal fue un recurso valiosísimo para continuar la educación de niños y adultos desde el hogar.
En esa fecha poco sabíamos del virus, más allá de su método de transmisión. Por tanto, aislar a las comunidades para impedir el contagio fue la respuesta más prudente de los gobiernos ante la misteriosa enfermedad. Hoy, casi cuatro meses después, hemos aprendido mucho acerca del coronavirus. Ya sabemos su estructura interna, los métodos biológicos mediante los cuales se introduce y reproduce en nuestros organismos, además de los factores de riesgo más importantes para la complicación de su sintomatología (adultos mayores de 60, patologías previas, exposición al virus, etc.); basado en todo esto hemos creado protocolos y tratamientos, que aún distantes de ser perfectos, han elevado el índice de supervivencia a la infección. Estamos desarrollando vacunas, veintiuna de las cuales ya están en proceso de pruebas clínicas en humanos y aunque todavía no tenemos una fecha definitiva para su producción y distribución en masa, tenemos muchas razones para estar esperanzados.
Con estas condiciones debemos evaluar la entrada a un nuevo año escolar. Ante la premisa: “un año escolar se recupera”, debemos ser conscientes de qué representa un curso escolar en la vida de un niño o adolescente y las posibles repercusiones de su abandono.
La niñez y la adolescencia son las etapas donde se forma el carácter de la persona, se arraigan las costumbres y se construyen los valores humanos del individuo. En ese sentido perder un curso escolar, para un alumno de Primaria o Secundaria, podría parecer poco en cuanto a no aprender las competencias curriculares del sistema educativo, no obstante, esta no es la mayor pérdida. Para que un año sabático o la escuela en casa sea provechosa para un menor, debe tener el constante acompañamiento de un adulto capacitado en pedagogía o una rama similar. De no ser así puede marcar la diferencia entre la adicción o no a los videojuegos, las redes sociales, los audiovisuales u otros tantos productos enajenantes en nuestra sociedad posmoderna, adicciones que tienden a ser desencadenantes para trastornos psicológicos más complejos.
Aquí urge sopesar el tema, no desde una perspectiva individual, sino social: ¿Cuántos de los hogares dominicanos tendrán la posibilidad tener acceso a un profesional de la didáctica? Si contamos a los maestros, quienes en su mayoría estarán impartiendo clases, ya sean virtuales o semipresenciales en sus centros educativos, o bien enseñando a sus propios familiares, ¿cuántos podrán visitar otros hogares para impartir su conocimiento? ¿Cuántos querrán ir en medio de esta situación? ¿Y cuántos nos arriesgaríamos a dejarlos entrar en nuestra casa?
En el caso de que deseemos arriesgarnos a esa posible pérdida que representa un curso escolar abandonado, ¿cuántos de nosotros estaremos realmente en nuestro hogar al 100% para dedicarle el cuidado constante y la vigilancia que necesita un menor de edad? Todas estas interrogantes deberán ser respondidas conscientemente por aquellos que promueven dicha postura.
Se nos presentan otras dos opciones viables: la educación virtual y la semipresencial. Hagamos una breve reflexión sobre cada una de estas modalidades, así podremos tomar la mejor elección para nuestra familia.
La educación en línea o virtual surgió a finales de los años noventa como una herramienta para llevar el conocimiento a las distancias más lejanas mediante Internet. Sin embargo, no es hasta los inicios del siglo XXI cuando se populariza este modelo, se crean las diferentes tipologías de programas educativos (píldoras online, MOOCs-Cursos Masivos, SPOCs-Cursos cortos y los cursos online largos, dígase grados y másteres) y comienza su difusión por el mundo. Todos estos proyectos aplicados, en su mayoría, a la educación de adultos. Veinte años de experiencia en este campo nos han permitido explorar las diferentes herramientas que podemos utilizar para el proceso de enseñanza y aprendizaje en esta modalidad. Hemos desarrollado recursos sincrónicos, como son las videoconferencias, los chats, consultas, entre otras formas de interacción entre estudiantes y profesor a un mismo tiempo. Además, hemos explorado disímiles materiales asincrónicos como son documentos, libros, vídeos, foros, lecciones, encuestas, pruebas, juegos, entre otros muchos instrumentos.
También hemos aprendido que esta es la modalidad que mayor responsabilidad personal y disciplina conlleva. Incluso entre adultos es altísimo el índice de abandono de los estudios, siendo entre un 10% y un 20% mayor si lo comparamos con la modalidad presencial. En el mejor de los casos la implicación de los estudiantes siempre tiene altibajos, al no existir la presencia física del profesor para motivarlos, ni las horas de estudio cerradas que deben cumplir.
Las evaluaciones también son muy cuestionadas en esta modalidad, por la relativa facilidad con que pueden ser objeto de plagio o simplemente redacción por otra persona que no sea el alumno. Por estas razones la educación virtual tenía como público meta al adulto, pues el proceso de enseñanza y aprendizaje solo podía darse con efectividad desde una consciencia que deseara aprender no por obligación, sino por elección, algo que usualmente no ocurre con los menores. Esto es perfectamente normal, pues en las primeras edades se prioriza los juegos y las interacciones sociales, por encima del aprendizaje académico.
La reciente mudanza obligatoria de la modalidad presencial a la virtual en Primaria y Secundaria fue una solución temporal para un problema urgente. Todo digno profesional de la educación podrá decir los inmensos retos que trae dicho modo en estos niveles. En el hogar muchas veces no se promueve el estudio con el suficiente énfasis e incluso aquellos que sí lo hacen, fallan por no utilizar los métodos idóneos para garantizar el aprendizaje del niño. El resultado de esto fueron porcentajes altísimos de no entrega o entrega tardía en las asignaciones, poca calidad en los trabajos evaluativos o bien una excesiva perfección que reflejaba, cuando no plagio, la labor de un adulto.
Otro aspecto a validar es el acceso a la tecnología. Muchos de los alumnos y profesores del sistema educativo dominicano no tienen los recursos apropiados para recibir/ impartir las clases. Si nos centramos en los estudiantes son numerosos quienes no poseen computadora o tablet y tienen que estudiar desde un celular, muchas veces perteneciente a alguno de sus parientes, quien no siempre está en casa. El internet también es un recurso caro, al cual muchas familias no tienen acceso de manera fija. Utilizar esta modalidad implica costos económicos que muchos no pueden sufragar.
La interacción social, aspecto de suma importancia en el mundo actual desde el descubrimiento de las inteligencias múltiples, es otra de las aristas que resulta muy afectada por este modo de enseñanza. Las inteligencias interpersonal e intrapersonal solo pueden desarrollarse en interacción con el otro, en contraste con aquel que es diferente y por tanto nos hace único; en ese sentido son invaluables las relaciones entre maestro y alumnos o bien entre los propios estudiantes. En ellas aprenden a interactuar en sociedad, a trabajar en equipo y valores tan importantes como la solidaridad, la honestidad, el compañerismo. Además, se forjan relaciones de amistad que pueden durar toda la vida. Cuando se utiliza la modalidad virtual estas conexiones y enseñanzas son difíciles de replicar. Es mucho más complicado hacer un trabajo en equipo o simplemente aclararle una duda a un compañero cuando el único medio de comunicación es una pantalla. Estos son algunos de los retos que debe enfrentar esta modalidad en caso de ser escogida por la familia o la comunidad educativa a la que pertenece.
La última alternativa es la más completa. La modalidad semipresencial ofrece lo mejor de ambos mundos al proceso de enseñanza y aprendizaje. Tiene la diversidad y riqueza en recursos que es tan característica del modo virtual, más la cercanía e interacción del modo presencial. Sí posee actualmente el riesgo a la infección, sin embargo, con las adecuadas medidas de seguridad (aspersores, alfombras desinfectantes, mascarillas, gel desinfectante, entre otras) ir al colegio no debería redundar en mayor peligro que el obligado viaje que hacemos al supermercado. Otra de las ventajas de este método es la apropiada educación de los estudiantes en el uso de las medidas de protección, como dijimos al inicio, tenemos razones para estar esperanzados, pero también debemos ser realistas. Esta situación de epidemia podría no terminar el próximo año, expertos de todo el mundo advierten ante la posibilidad de su prolongación durante un lustro o más; en ese sentido somos muy afortunados de que los niños y adolescentes no sean población de riesgo e incluso la mayoría de ellos no presenten síntomas al contagiarse por la enfermedad. Esto permite que podamos continuar su educación de manera segura, para formarlos como los entes de cambio positivo que tanto necesita nuestro país y nuestro planeta. Finalmente es una decisión de cada familia, esperamos que este artículo haya servido para brindar los argumentos necesarios para responder conscientemente desde la intimidad de cada hogar a la pregunta inicial: ¿Se recupera un año escolar?