La República

Análisis

Las elecciones del domingo mandarán a segunda vuelta

Felipe CipriánSanto Domingo, RD

En las eleccio­nes legislativas y presidencia­les de pasado mañana, nin­gún candidato presidencial alcanzará el 50% de los vo­tos, y por tanto, la segunda vuelta electoral es un he­cho irreversible.

Pero el Partido Revolu­cionario Moderno (PRM) va a esas elecciones para que los votantes y la Junta Central Electoral (JCE) les coloquen el sello gomígra­fo a un “triunfo” que consi­dera asegurado porque lo ha montado sobre una na­rrativa que se resume en que las encuestas lo favore­cen y si ese no es el resulta­do, hay un fraude.

Se lo digo de una vez: El PRM no tiene los votos necesarios para superar el 50% ni tampoco fuerza ex­tra electoral para hacer va­riar el curso de los acon­tecimientos. Conozco un poco a este país y a sus po­líticos lo suficientemente bien como para saber que un humanoide no se traga a un elefante.

El PRM que consideró, junto a Leonel Fernández, que las elecciones eran impostergables a pesar de que el coronavirus que provoca la Covid-19 ma­ta a los dominicanos por centenares y los infecta por decenas de millares, forzó la celebración de las elecciones para hacer cumplir el mandato cons­titucional, debe saber que puede ganar en segunda vuelta o perder, pero el do­mingo no.

Como es natural, los mi­les de infectados nuevos por la congregación electoral irresponsable, no son solo responsabilidad del PRM, si­no de todos los partidos por­que ninguno se opuso a acu­dir a elecciones en medio de esta tragedia mundial.

Mi opinión, expuesta rei­teradamente en mis análi­sis semanales en Listín Dia­rio, era que se estableciese un orden de prioridades di­ferente: primero prevenir el contagio masivo de la Co­vid-19, asistir a los infec­tados con todos los recur­sos, dominar la pandemia, reactivar la economía en un proceso y luego renovar las autoridades nacionales en comicios participativos y de­mocráticos, sin riesgo para la vida.

¡Pero no! La agenda del llamado cambio no pudo es­perar que se salve a la gen­te porque necesita tomar la Bastilla dominicana ya que son 16 años sin amamantar la teta de la cabra estatal, que no es una chiva de Las Tablas, Baní, sino la que ad­ministra mil millones de mi­llardos de pesos al año, ¡y cuidado…!

Por unos años que no pa­saron en vano les advierto: no empujen la confronta­ción más allá de lo que uste­des pueden soportar porque les falta madera para incen­diar una hoguera, y si ella cogiera fuego, ¿hacia dónde piensan huir?

Como en el PRM no hay tacto ni táctica, embriaga­dos de clerén y con dinero a borbotones que no salie­ron de la cosecha de yuca de Moca sino de los negocios extraordinarios de La Vega y Las Lagunas, entre otros ma­riachis mejicanos, sus diri­gentes, que ahora muestran un estalinismo increíble, lanzaron la “Operación re­mate”, una especie de axio­ma que requiere propagan­da, pero que se considera incuestionable.

El libreto de la “Opera­ción remate” induce a creer encuestas (mi respetos Sir) que triunfan al PRM en pri­mera vuelta con un míni­mo de 54% a un máximo de 58%. De la A a la Z, según el presupuesto y el compro­miso.

Según sus creencias, por­que ellos no juegan solos en el terreno, si ese no es el re­sultado que con gusto aplau­dirían a mandíbula batiente y felicitarían a la JCE por su “trabajo profesional”, enton­ces habría un fraude electo­ral perpetrado por Danilo Medina, Gonzalo y la fauna peledeísta…

Eso equivale a decir lo fá­cil que es escribir la historia desde la fantasía y sin mojar la rodilla en la Ciénaga de Zapata, al sur de Cuba.

Perdonen señores del PRM y sus patrocinadores bien conocidos, sus encues­tas están hechas con serie­dad y rigor científico, pero sus resultados no resistirán la confrontación con la rea­lidad del domingo. ¡Para na­da!, porque nadie superará el 50% en el nivel presiden­cial y los electores que desa­fían la Covid-19 tendrán que ir a segunda vuelta como es­tablece la Constitución.

Quien olvida que las elec­ciones son una operación compleja que conjuga la conquista de simpatía y la operatividad de un aparato político que lleva a los ciu­dadanos aptos a votar, con­funden unos comicios con un concurso de popularidad que se decide con aplausos de un público entusiasta. O con una parada cívica en la Plaza de la Bandera. ¡Cuán­tos ilusos en un solo lugar!

JCE incuestionable

Hasta este momento que escribo, jueves 2 de julio de 2020 a las 3:49 de la tarde, ningún partido u organismo ha expresado algún tipo de queja sobre el proceso de or­ganización de las elecciones presidenciales y legislativas de pasado mañana.

Si es así, ¿con qué moral y con qué derecho puede apa­recer un partido o un jerarca individual acusando a la JCE de parcialidad o cometer fraude, salvo que presente pruebas irrebatibles? ¡Que cuestionen hoy o callen pa­ra siempre!

En el país está la Misión de Observadores Electora­les de la Organización de Estados Americanos (OEA) que en el peor de los casos se ocupa de sellar sus obje­tivos, los del Departamento de Estado aquel, a los inte­reses de su amo, pero no al respeto de los deseos de los pueblos expresados en las urnas. Si ellos no pueden de­terminar que se altera la vo­luntad popular y que el es­crutinio se corresponde con lo expresado en las urnas, el PRM y su tribu no podrán hacer variar la tranquilidad nacional.

A los intelectuales

He leído con fruición los análisis tremendamente jui­ciosos de intelectuales con sobrada academia y expe­riencia sobre el curso de los acontecimientos y los “segu­ros” resultados electorales del domingo.

Estoy asombrado de mi estupidez. Pero la compren­do humildemente. Mucho me dio mi madre y mi padre campesinos ocoeños, labra­dores de la tierra, pero celo­sos del honor y firmes en el compromiso y la voluntad.

Mi madre, revolucionaria y desvelada seguidora de la política sin hacer transicio­nes, tuvo el lujo de estrechar las manos de Manolo Tavá­rez, ya sin uñas, en el Ma­rién, Ocoa, antes de irse él a las “escarpadas montañas de Quisqueya”, no a ponerse al servicio de Mike Pompeo o para apretar la horca a Ve­nezuela, sino a resistir la ola conservadora que se expan­día por América como epi­demia fascista.

Ahora, los nuevos reden­tores, con Luis Abinader a la cabeza y su potro el PRM, se colocan al servicio del Pom­peo contra la Venezuela que alojó a Juan Pablo Duarte hasta la sepultura, que ar­mó a los expedicionarios de junio de 1959, y proclaman, que Nicolás Maduro es un usurpador y Juan Guaidó, al que no ha elegido nadie ni siquiera con fraude, es el presidente legítimo de Vene­zuela.

¡Mírenlos ahí, sin ningún poder, pero hipotecando el que pudiesen conquistar! ¿Ese es el cambio? ¡Buenas noches, como diría Andrés, aquí en el Listín!

Cuando pase la nube del domingo... ¡contaremos las estrellas!

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