Análisis
Las elecciones del domingo mandarán a segunda vuelta
En las elecciones legislativas y presidenciales de pasado mañana, ningún candidato presidencial alcanzará el 50% de los votos, y por tanto, la segunda vuelta electoral es un hecho irreversible.
Pero el Partido Revolucionario Moderno (PRM) va a esas elecciones para que los votantes y la Junta Central Electoral (JCE) les coloquen el sello gomígrafo a un “triunfo” que considera asegurado porque lo ha montado sobre una narrativa que se resume en que las encuestas lo favorecen y si ese no es el resultado, hay un fraude.
Se lo digo de una vez: El PRM no tiene los votos necesarios para superar el 50% ni tampoco fuerza extra electoral para hacer variar el curso de los acontecimientos. Conozco un poco a este país y a sus políticos lo suficientemente bien como para saber que un humanoide no se traga a un elefante.
El PRM que consideró, junto a Leonel Fernández, que las elecciones eran impostergables a pesar de que el coronavirus que provoca la Covid-19 mata a los dominicanos por centenares y los infecta por decenas de millares, forzó la celebración de las elecciones para hacer cumplir el mandato constitucional, debe saber que puede ganar en segunda vuelta o perder, pero el domingo no.
Como es natural, los miles de infectados nuevos por la congregación electoral irresponsable, no son solo responsabilidad del PRM, sino de todos los partidos porque ninguno se opuso a acudir a elecciones en medio de esta tragedia mundial.
Mi opinión, expuesta reiteradamente en mis análisis semanales en Listín Diario, era que se estableciese un orden de prioridades diferente: primero prevenir el contagio masivo de la Covid-19, asistir a los infectados con todos los recursos, dominar la pandemia, reactivar la economía en un proceso y luego renovar las autoridades nacionales en comicios participativos y democráticos, sin riesgo para la vida.
¡Pero no! La agenda del llamado cambio no pudo esperar que se salve a la gente porque necesita tomar la Bastilla dominicana ya que son 16 años sin amamantar la teta de la cabra estatal, que no es una chiva de Las Tablas, Baní, sino la que administra mil millones de millardos de pesos al año, ¡y cuidado…!
Por unos años que no pasaron en vano les advierto: no empujen la confrontación más allá de lo que ustedes pueden soportar porque les falta madera para incendiar una hoguera, y si ella cogiera fuego, ¿hacia dónde piensan huir?
Como en el PRM no hay tacto ni táctica, embriagados de clerén y con dinero a borbotones que no salieron de la cosecha de yuca de Moca sino de los negocios extraordinarios de La Vega y Las Lagunas, entre otros mariachis mejicanos, sus dirigentes, que ahora muestran un estalinismo increíble, lanzaron la “Operación remate”, una especie de axioma que requiere propaganda, pero que se considera incuestionable.
El libreto de la “Operación remate” induce a creer encuestas (mi respetos Sir) que triunfan al PRM en primera vuelta con un mínimo de 54% a un máximo de 58%. De la A a la Z, según el presupuesto y el compromiso.
Según sus creencias, porque ellos no juegan solos en el terreno, si ese no es el resultado que con gusto aplaudirían a mandíbula batiente y felicitarían a la JCE por su “trabajo profesional”, entonces habría un fraude electoral perpetrado por Danilo Medina, Gonzalo y la fauna peledeísta…
Eso equivale a decir lo fácil que es escribir la historia desde la fantasía y sin mojar la rodilla en la Ciénaga de Zapata, al sur de Cuba.
Perdonen señores del PRM y sus patrocinadores bien conocidos, sus encuestas están hechas con seriedad y rigor científico, pero sus resultados no resistirán la confrontación con la realidad del domingo. ¡Para nada!, porque nadie superará el 50% en el nivel presidencial y los electores que desafían la Covid-19 tendrán que ir a segunda vuelta como establece la Constitución.
Quien olvida que las elecciones son una operación compleja que conjuga la conquista de simpatía y la operatividad de un aparato político que lleva a los ciudadanos aptos a votar, confunden unos comicios con un concurso de popularidad que se decide con aplausos de un público entusiasta. O con una parada cívica en la Plaza de la Bandera. ¡Cuántos ilusos en un solo lugar!
JCE incuestionable
Hasta este momento que escribo, jueves 2 de julio de 2020 a las 3:49 de la tarde, ningún partido u organismo ha expresado algún tipo de queja sobre el proceso de organización de las elecciones presidenciales y legislativas de pasado mañana.
Si es así, ¿con qué moral y con qué derecho puede aparecer un partido o un jerarca individual acusando a la JCE de parcialidad o cometer fraude, salvo que presente pruebas irrebatibles? ¡Que cuestionen hoy o callen para siempre!
En el país está la Misión de Observadores Electorales de la Organización de Estados Americanos (OEA) que en el peor de los casos se ocupa de sellar sus objetivos, los del Departamento de Estado aquel, a los intereses de su amo, pero no al respeto de los deseos de los pueblos expresados en las urnas. Si ellos no pueden determinar que se altera la voluntad popular y que el escrutinio se corresponde con lo expresado en las urnas, el PRM y su tribu no podrán hacer variar la tranquilidad nacional.
A los intelectuales
He leído con fruición los análisis tremendamente juiciosos de intelectuales con sobrada academia y experiencia sobre el curso de los acontecimientos y los “seguros” resultados electorales del domingo.
Estoy asombrado de mi estupidez. Pero la comprendo humildemente. Mucho me dio mi madre y mi padre campesinos ocoeños, labradores de la tierra, pero celosos del honor y firmes en el compromiso y la voluntad.
Mi madre, revolucionaria y desvelada seguidora de la política sin hacer transiciones, tuvo el lujo de estrechar las manos de Manolo Tavárez, ya sin uñas, en el Marién, Ocoa, antes de irse él a las “escarpadas montañas de Quisqueya”, no a ponerse al servicio de Mike Pompeo o para apretar la horca a Venezuela, sino a resistir la ola conservadora que se expandía por América como epidemia fascista.
Ahora, los nuevos redentores, con Luis Abinader a la cabeza y su potro el PRM, se colocan al servicio del Pompeo contra la Venezuela que alojó a Juan Pablo Duarte hasta la sepultura, que armó a los expedicionarios de junio de 1959, y proclaman, que Nicolás Maduro es un usurpador y Juan Guaidó, al que no ha elegido nadie ni siquiera con fraude, es el presidente legítimo de Venezuela.
¡Mírenlos ahí, sin ningún poder, pero hipotecando el que pudiesen conquistar! ¿Ese es el cambio? ¡Buenas noches, como diría Andrés, aquí en el Listín!
Cuando pase la nube del domingo... ¡contaremos las estrellas!