América

DESINFORMACIÓN EN LA REGIÓN

El delito se cuela entre las redes

LAS FAKE-NEWS ALTERAN LA REALIDAD DEL CORONAVIRUS EN AMÉRICA LATINA

En Ecuador, empezó a circular una mentira que asegura que las víctimas del coronavirus son arrojados al mar.

El 4 de abril, la Or­ganización de las Naciones Unidas (ONU) advirtió tajantemente que las “actividades delictivas” ligadas a la desinformación en redes sociales se intensi­ficaron desde el inicio de la pandemia. “El enemigo co­mún es la COVID-19, pero también el mundo se enfren­ta a la difusión de informa­ción falsa”. Desde posibles curas, hasta ciberataques a sistemas de información en los hospitales: hay quienes explotan la emergencia.

«No solo luchamos con­tra una epidemia, sino tam­bién contra una infodemia», reconoció a mediados de fe­brero Tedros Adhanom Ghe­breyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Múnich, Alemania.

Las mentiras y el mie­do van de la mano. Ante un torrente de información, las personas se enfrentan a una cantidad de imprecisio­nes abrumadora: el origen de los contenidos engaño­sos virales suelen ser rumo­res o chismes malintencio­nados. Pero también hay quienes comparten mentiras ‘por precaución’ y desconoci­miento. Es decir, las abuelas, abuelos, madres y padres que por ejemplo difunden datos sobre remedios case­ros pero sin una intención negativa. Pero no deja de ser desinformación y tampoco deja de ser peligrosa.

El 6 de mayo, Cristina Tar­dáguila directora adjunta de la International Fact Chec­king Network (IFCN) asegu­ró en un foro coorganizado por la Unesco y Fundame­dios que se producen olas de desinformación sucesivas. “Ahora hemos visto por lo menos siete diferentes res­pecto a la COVID, siguen el virus”.

Para la representante de la Red internacional de verifi­cadores lo más importante es entender que la desinfor­mación sobre salud se tradu­ce en muerte. “Hablamos de más de 240 muertos en Irán por beber alcohol puro cre­yendo que era capaz de des­infectar el cuerpo. Estamos hablando de un medicamen­to ruso de los tiempos de la Unión Soviética que en Italia se compra aunque no tiene permiso de sanidad”.

Esa realidad es cercana. En Ecuador, el 8 de abril em­pezó a circular una mentira que asegura que las víctimas del nuevo coronavirus son arrojados al mar. Dos días después se convirtió en una cadena de WhatsApp que lle­gó a la costa de Perú asegu­rando que los mariscos están contaminados por los cadá­veres del mar ecuatoriano.

Las falsedades le siguen el pulso a la expansión de la enfermedad en América Latina. Los datos del Regis­tro Civil expusieron que en Ecuador los niveles de mor­talidad aumentaron un 135 % en marzo, en comparación a los dos primeros meses de 2020.

El 29 de febrero se con­firmó la presencia de la CO­VID-19 en el país. Y el 31 de marzo el Comité de Ope­raciones de Emergencia (COE) Nacional había diag­nosticado 2240 pacientes y 75 muertos con el virus co­mo causa confirmada. Pa­ralelamente, Ecuador Che­quea pasó de un promedio de 15 contenidos engaño­sos desmentidos -por mes- a 80. La cantidad de menti­ras se multiplicó por 5. En abril, la tasa de mortalidad aumentó en 271%, duplicó la cifra de marzo. Los casos de COVID-19 ascendieron a 27.914 y se confirmaron 900 muertes por esa razón. En el mes cuatro, los diagnósticos y las muertes se multiplica­ron por diez; mientras que, paradójicamente las menti­ras desmentidas por Ecuador Chequea disminuyeron a 63: 17 menos que en marzo.

Esta relación inversa entre el aumento número de con­tagios y la disminución de las mentiras verificadas no es ex­clusiva del portal ecuatoria­no. Nuestros aliados Colom­biaCheck compartieron una matriz de sus publicaciones que revela una situación simi­lar.

Colombia

En Colombia, el primer ca­so se conoció el 6 de marzo y hasta el 6 de abril verificaron 84 contenidos engañosos. En ese periodo los contagios pa­saron de 1 a 1579 y 46 muer­tes confirmadas.

El 6 de mayo, el Gobier­

no de Iván Duque diagnosti­có 8.959 personas contagia­das y 397 muertes. Aunque la expansión del virus y su letali­dad se multiplicó en mayo, las verificaciones del portal es­pecializado bajaron a 66: 18 falsedades menos que duran­te los primeros 30 días de la pandemia.

A medida que se incremen­tan los casos, pareciera que la ciudadanía comienza a nor­malizar la presencia del virus. La novedad se agota, la «nue­va normalidad» se impone y las mentiras se diluyen.

Para comprobar si sucede lo mismo en otros países de América Latina, se revisó el compilado de LatamChequea. Se trata de un micrositio don­de se actualizan las verifica­ciones hechas por organiza­ciones de fact checking en la región.

Perú

En Perú, durante los prime­ros 30 días de la emergencia se verificaron 22 contenidos, al segundo mes: 21. El día con mayor número de mentiras fue el 19 de marzo con cinco.

Paraguay

En Paraguay la tendencia es la misma, al inicio se verifi­caron 11 contenidos, después descendió a 2. Maximiliano Manzoni, reportero de nues­tro aliado El Surtidor, expli­ca que las primeras semanas la desinformación estuvo más centrada en métodos de pre­vención o cura. A medida que el tiempo pasó, los temas se relacionaron a las causas del SARS-CoV2 (teorías conspira­tivas).

Uruguay

En Uruguay. El primer mes se ubicaron 4 contenidos enga­ñosos y durante el segundo 1.

Chile

Tomás Martínez, director de Mala Espina Check, de Chile, detalló el 7 de mayo que du­rante los últimos días “la soli­citud de chequeos ha bajado un poco, lo que no se condice con el aumento de contagios en el país”. Martínez aseguró que en las primeras semanas, tras la confirmación del pri­mer caso, “subió tres o cuatro veces la solicitud de chequeos que nos envían”.

En definitiva en la región las mentiras han actuado con la precisión de una bomba. Una primera gran detonación que dispersó rumores malin­tencionados y chismes por to­do el continente. Solo para dejar una estela de mentiras recicladas y contenidos que como zombies vuelven a la vi­da de forma inesperada.

Para el futuro: los verifica­dores debemos preparar con antelación nuestro arsenal en contra de los contenidos en­gañosos, nuestra capacidad de respuesta se traducirá en vidas y, en el mejor de los ca­sos, en medidas reales que ayuden a combatir las crisis.