Reportero cuenta experiencia como pasajero
Según iniciaron sus operaciones este miércoles, justo dos meses de haber sido suspendidas por el coronavirus, abordé el Teleférico en la estación de Gualey y hasta Sabana Pérdida y luego una unidad de la Oficina Metropolitana de Autobuses (OMSA), para reportar cómo eran utilizados estos sistemas de transporte en la “covidianidad”.
Mientras esperaba por una de las cabinas, me remonté al primer recorrido que hice tras su inauguración, pues la pavura y la ansiedad se denotaba en los pasajeros, solo que esta vez no por las alturas y la primera sensación, sino por el temor a sentarse y tocar superficies que miles más han tocado, y mientras el Covid-19 continúa su propagación.
Era casi una obligación, las personas se montaban en medio del pánico, pues era eso, o llegar tarde a sus trabajos o diligencias, tras dos meses de cuarentena.
Próximo a las 7:00 de la mañana, cuando la asistencia de usuarios aún era mínima, la cabina ya estaba en la Estación de los Tres Brazos, donde finalizaba el trayecto. A partir de ahí había una unidad de la OMSA para trasladar a quienes deseaban llegar hasta Sabana Pérdida, y nueva vez el pánico hacia dudar a los pasajeros sobre si abordaban o no, hasta que tras varios segundos lo hacían, pues las otras opciones eran iguales o peores.
“Uno solo por asiento. Mantengan el distanciamiento social”, instruía repetidas veces una agente del Cuerpo Especializado para la Seguridad del Metro (CESMET) a quienes tomaban la OMSA, pues aunque la “covidianidad” es una realidad, aún hay ciudadanos que osan acercarse a otros.
Tomo nueva vez el Teleférico, pero en el trayecto contrario, allí me centro en observar las actividades que realizan las personas debajo de mí, me pareció increíble la cantidad de personas que salían a hacer ejercicios, y fue difícil distinguir desde arriba si era una excusa, o necesidad.
A medida que se acercaba las ocho de la mañana, la situación se parecía a varios meses a atrás, solo que con ciudadanos con mascarillas, y muchos con guantes. Ambos sistemas de transporte retomaban su ritmo de circulación y pasajeros.
“Nada más son tres”, refunfuñó una pasajera al ver la pretensión de dos jóvenes de subirse a una cabina donde ya habían dos… ella y yo. “La gente no entiende”, murmuró mirando hacia la ventana, la señora que portaba el uniforme de una entidad bancaria.
Miembros del CESMET rociaban una especie de “desinfectante” en las suelas de los zapatos de quienes abordaban la OMSA.