COVID-19
Los intervalos de la muerte en 57 días de pandemia
Una bebé de seis meses. El alcalde de un pequeño pueblo, recién electo. Un recluso. Un candidato a diputado. La fama y el glamour de una de las diseñadoras de moda más conocidas del Caribe. Una dominicana que llegó desde España a su pueblito querido.
Una niña de dos años y una anciana de 103. Una mujer embarazada. Un embajador. El presidente de un sindicato de choferes, una mujer clamando ayuda en redes sociales, un periodista, el hermano de un periodista, un recluso, y otro más.
Un artista en hierro forjado.
La esposa de un gobernador. El hermano del gobernador. El esposo de la hermana del gobernador…
La muerte en República Dominicana tiene tantos rostros como los dolores que arrastra. Es una pena honda que no logra diluirse en la lectura diaria de un arsenal de números, de gráficos y tendencias. Se queda enclavada en las despedidas inconclusas, en los adioses postergados. En el llanto reprimido.
Y detrás un rosario de razones: comorbilidades, una fiestecita, un crucero para darle la vuelta al Caribe, una boda, un gran foco comunitario para el que nadie estaba preparado, aquel andar sin mascarillas, sin lavarse las manos. O aquella que no encontró una prueba PCR a tiempo cuando el monstruo apenas acechaba.
Y verdaderamente detrás una sola culpable: una nueva pandemia de la familia de los coronavirus. Un nuevo virus que registró su primer gran ataque en Wuhan, en China, y por el que las grandes potencias se pelean buscando culpables.
Así, a 57 días de haber anunciado la primera muerte en el país por el Covid-19, República Dominicana llega a los 402 fallecimientos. Y abulta aún más las historias de las familias rotas.
A República Dominicana le tomó veintitrés días llegar al centenar de muertos. Sucedió entre el lunes 16 de marzo, cuando aún no comenzaban los boletines oficiales de Salud Pública, y el siete de abril, en el reporte especial número 20, cuando la cantidad de fallecidos llegó a 108 personas.
Ese primer caso, esa primera muerte, bien pudo ser un presagio de la mala historia que nos sobrevenía. Una mujer que fue llevada hasta la Clínica Cruz Jiminian en una ambulancia del Servicio Nacional de Emergencias 911. Llegó muerta, arrastrando comorbilidades importantes como VIH. Fue directo a la morgue del hospital, luego de haber recibido días antes el alta médica en otro centro de salud.
Eso llevó a que el director de la clínica, el doctor Antonio Cruz Jiminian, llamara la atención a los servicios de salud para que no continuaran la práctica de llevarles los pacientes moribundos o ya hechos cadáveres. Días después el llamado “médico de los pobres” fue internado con dengue en otro centro de salud. Poco después fue diagnosticado positivo al Covid-19 y libró al mismo tiempo una de las batallas más épicas contra la enfermedad que haya registrado República Dominicana, llevando a uno de sus costados los cuidados de la ciencia y las plegarias de la fe del otro, hasta escaparse de la muerte.
Desde entonces los intervalos han sido aún más fatales. Y cada noticia se va convirtiendo en un mazazo en la conciencia colectiva.
“Anunciamos el triste fallecimiento de la señora Jenny Polanco”, dijo el ministro de Salud, Rafael Sánchez Cárdenas, el 24 de marzo. Pasaban de las diez de la mañana. Aquella frase le ponía un nombre conocido a los registros diarios de contabilidad epidemiológica que llevaba el país, y que habían sido seguidos con intensa expectación por la sociedad dominicana.
Jenny Polanco había anunciado el domingo 15 de marzo que padecía la enfermedad y que se había contagiado, muy posiblemente, en un viaje reciente que había hecho a Madrid, la capital de España, por entonces uno de los focos europeos en alza del nuevo coronavirus.
Tenía 30 años de finísima trayectoria entre las pasarelas, en la que construyó un estilo que bailaba al compás de los detalles artesanales. En su carrera se dedicó por entero al cuerpo femenino con diseños sofisticados y tomó tanto del Caribe que amó, que sus diseños suelen ser destellos en turquesa.
El sábado 28 de marzo llegó otro duro golpe: la partida de don Antonio Vargas Hernández, embajador y ordenador de los fondos europeos en el país. Su contagio se habría producido el día de las elecciones nacionales municipales, el domingo 15 de marzo, justo el mismo día en que Jenny le anunciaba al país que batallaba contra la enfermedad.
El embajador estaba trabajando en la provincia Hermanas Mirabal en apoyo a los candidatos de su Partido de la Liberación Dominicana. El senador Luis René Canaán Rojas, también de las filas moradas, relata que la noche electoral estuvieron juntos en un pequeño centro de cómputos donde seguían de cerca los números de sus candidatos. Ahí también estaba Charles Canaan, candidato a diputado y quien también resultó contagiado.
Luis René partió del centro de cómputos al filo de las nueve de la noche, cuando los resultados no le favorecían a una de las candidatas a las que aupaba.
En el lugar se quedaron el embajador y el candidato a diputado junto un pequeño grupo de colaboradores hasta entradas horas de la madrugada. El senador todavía piensa que el haber salido temprano de aquel pequeño centro de contabilidad electoral le evitó, posiblemente, el contagio del COVID-19.
Tanto don Antonio Vargas Hernández como Charles Canaan recibieron atenciones en el hospital militar Ramón de Lara, dedicado a exclusividad al tratamiento de pacientes positivos de COVID, y por aquellos días ya especializado en los enfermos que presentaban mayores niveles de gravedad.
Allí, los dos, perdieron sus batallas.
Desde ahí y hasta el nuevo centenar, para llegar a las doscientas defunciones, solo se necesitaron ocho días, o lo que es lo mismo, ocho boletines del ministerio de Salud Pública: pasó entre los reportes 21 y 29, ubicados entre los días 8 y 16 de abril. Hasta aquí, el país había vivido justo un mes desde la primera muerte y se habían extremado las medidas de distanciamiento social con toque de queda, con el cierre de fronteras y la suspensión de clases y toda actividad comercial.
Esos ocho días, los que van del 8 al 16 de abril, enlutaron de manera particular a Nagua, en la provincia María Trinidad Sánchez, con la partida de Rafael Amparo, quien era el presidente del sindicato de Transportistas Unificados en la zona.
Y a Salcedo con la muerte del médico cirujano Gustavo Santos de Jesús. Su deceso dejó un profundísimo dolor en la comunidad. Se trataba de un hombre definido como uno de los primeros en servicio a su provincia, Hermanas Mirabal.
El doctor era compadre del pasado senador Bautista Rojas Gómez. “Profundo dolor por la muerte del doctor Gustavo Santos, médico cirujano de la provincia Hermanas Mirabal y gran servidor de su comunidad. Ruego por la salud de su esposa, doctora Emma Barba (su esposa también con COVID) y mis condolencias a sus hijos Johibe, Gustavito y Judith, paz al alma de mi compadre Gustavo”, dijo el nuevamente aspirante a la posición senatorial al momento del fallecimiento.
El nueve de abril las primeras imágenes que llegaron a la redacción del LISTÍN próximo a mediodía mostraban un panorama enrarecido. Un enjambre de hombres sin camiseta vociferando improperios, llevando a fuego todo el cruce por sus caminos. Estruendos. Maldiciones. Disparos. Humo.
La cárcel de La Victoria, la penitenciaria más grande de República Dominicana, y una de las que presenta mayores niveles de hacinamiento, registraba un motín en medio de la pandemia del coronavirus. Los presos aseguraban que se ocultaba información sobre sus estados de salud, que no recibían atenciones debidas y que pacientes con síntomas de Covid-19 estaban muriendo.
Cayó uno mientras era trasladado a la emergencia de un hospital. Luego otro. Y uno más. Iban cuatro, cinco, seis. Siete.
Uno más en San Francisco de Macorís.
República Dominicana despierta hoy con 10,900 diagnósticos positivos de la enfermedad, en una espiral que no encuentra la tan esperada meseta y que encuentra sus números picos cuando sube la totalidad de pruebas realizadas. Esos 10,900 significan 266 nuevos casos con relación al dia anterior.
El país ha batallado durante estos largos días de pandemia con escasez de insumos, que según las autoridades les ha impedido cumplir sus promesas de realizar, cada día, por arriba de las dos mil muestras por la vía PCR, las siglas en inglés de “Reacción en Cadena de la Polimerasa”.
Solo en dos días los laboratorios nacionales han podido sobrepasar las dos mil pruebas que el presidente Danilo Medina prometió el 17 de abril al país: en el boletín 51, con datos del ocho de mayo y en el número 52, del nueve del mismo mes, cuando se hicieron 2,048 y 2,024 respectivamente.
“Los suplidores tienen una limitación en la entrega de los insumos en los tiempos por la demanda que tienen”, ha dicho en varios momentos Sánchez Cárdenas, en sus acostumbradas ruedas de prensa de cada día en la mañana.
Los últimos dos tramos
Para el tramo que nos llevó a las 301 muertes se requirieron de trece días adicionales: desde el boletín 30, emitido el 17 de abril hasta el 42, que vio la luz pública el 29 de abril.
Hasta ayer, los lugares o municipios que mayores niveles de defunciones habían registrado estaban encabezados por San Francisco de Macorís, una próspera comunidad del nordeste del país que se ha labrado a justa manera la buena fama de provincia arrocera y luchadora.
“Macorís”, como se conocen en la provincia Duarte, tiene el 17.41% de las muertes que se han registrado en República Dominicana hasta el boletín especial 54 de la pandemia.
Se trata de una comunidad que roza los trescientos mil habitantes y que ya carga 79 muertes, muy por encima de las comunidades que le siguen en esta lista tan gris. En segundo lugar figura la capital dominicana, Santo Domingo de Guzmán con 56 muertes, 13.93%, y con una población de poco más de un millón de personas.
El tercer lugar entre las comunidades con más muertes es Santiago, que acumula el 12.94% de las defunciones. Luego siguen Santo Domingo Este, 5.72%; La Vega, 4.98%; Santo Domingo Norte, 3.98% y Santo Domingo Oeste, un 3.73%.
Si se mira la figura completa se entiende que el 74.38% de las muertes, unas 299 de las 403 que lleva la nación caribeña registradas, están cifradas en solo 11 municipios: San Francisco, Santo Domingo, Santiago, Santo Domino Este, La Vega, Santo Domingo Norte, Santo Domingo Oeste, Puerto Plata, San Pedro de Macorís, Salcedo y San Cristóbal.
Y un dato muy peculiar: el 72.14 % de las muertes han sido de hombres.
Y el último y doloroso tramo, el que nos ha dejado en las 402 muertes con las que despertamos hoy, necesitó de 12 días para llegar.
DIAGNÓSTICO El continente.
En la región de las Américas se han contado 1.74 millones de casos, según estadísticas que lleva la Organización Panamericana de la Salud. La semana pasada, el continente americano tuvo un aumento del 18 % en los diagnosticados como positivos, unas 266,269, y por igual una subida del 23% en los fallecimientos, con 19,543 nuevas muertes.
Local.
El boletín número 54 de la Dirección Nacional de Epidemiología de Salud Pública marcó la cifra de muertes en de 402, con una subida de 9 más que el día anterior.