Las culturas nacionales en la guerra contra el Coronavirus
Las estadísticas pueden inducir a erróneas conclusiones. La convicción surge después de observar las gráficas que informan sobre la evolución del Coronavirus de Wuhan en el planeta.
Inmediato repelús causa esa diagonal trayectoria del número de casos entre los estadounidenses. Desde el quincuagésimo caso ocurrido el 22 de marzo 2020, las infecciones confirmadas crecieron 33.2 veces, pasando de 33,236 a 1,103,461. Es decir 4.5 veces más que en España donde, en igual período, los afectados se multiplicaron por 7.5. Hasta ayer, sin embargo, esa nación lideraba en casos por cada 100 mil habitantes, superando a Estados Unidos 0.4 veces.
Entre las naciones desarrolladas, es en Bélgica donde más personas por cada 100 mil habitantes están muriendo: 67.4. La sigue España, con 52.5. Ambas, sensiblemente por encima de los Estados Unidos (19.9). En Sur América, Brasil se ubica en un cuarto lugar con 3.1.
Datos que revelan la eficacia y eficiencia de los sistemas de salud de las naciones seleccionadas, su capacidad ante la doble exigencia de contener la expansión y evitar las muertes. Entre las naciones desarrolladas de Europa y América, el escenario cualitativo lo lideran Alemania, con un ratio de fatalidad del Coronavirus de Wuhan de 4.1%, y los Estados Unidos, con 5.9%. España y Holanda constituyen medianías (11.5% y 12.3%, respectivamente), en tanto Francia, Reino Unido y Bélgica tienen los peores: 14.7%, 15.4% y 15.7%, consecuentemente.
Datos que sugieren cuáles paradigmas activaron los sistemas de salud, por instrucción de los gobiernos para enfrentar la calamidad: entre salvar vidas y mantener activas sus economías. Esto es: normando e interviniendo la vida social y económica, para regularla sanitariamente, o transfiriendo a la gente la responsabilidad por su salud.
El coronavirus en la Región
Una duda metódica asalta al observar la evolución en El Caribe y Centroamérica: se extraña la existencia de un patrón.
La incidencia, casos confirmados, incidencia por cada 100 mil habitantes, muertes y letalidad difieren tanto entre países que obligan a preguntar sobre sus causas.
La República Dominicana, Panamá y Colombia tienen similar número de casos conformados (7,288; 6,720 y 7,006, respectivamente); Honduras, El Salvador, Haití, Costa Rica, Nicaragua y Venezuela no llegan a los mil casos y Cuba los sobre pasa (1,537).
Estas cifras, al menos, apuntan hacia los niveles de transparencia y detección viral (aplicación de pruebas) en esas naciones, al no ser compatibles con lo científicamente establecido: cada infectado por covid-19 contagia al menos a +3, porque la mayoría de casos son asintomáticos.
El Coronavirus en la República Dominicana
Estas estadísticas regionales parecen, por tanto, excepcionales: por su desviación ante el patrón de contagio graficado a partir de la experiencia global.
Colombia, Honduras, El Salvador, Haití, Costa Rica, Nicaragua, Venezuela y Cuba reportan una incidencia por cada 100 mil habitantes oscilante entre 0.03 y 0.78 casos, por debajo de 1, montos que superan República Dominicana (2.95), Panamá (4.6) y México (1.56).
En cuanto a la fatalidad (muertes sobre infectados confirmados), nuestra nación informó un valor 2.22% menor que la media regional (6.52%), al establecer este indicador en 4.30%.
Niveles inferiores a tal rango local lo reportan Panamá, Cuba, El Salvador, Costa Rica y Venezuela (2.9%, 4.20%, 2.4%,0.8% y 3%, respectivamente). Y por encima: Honduras, Haití, Nicaragua y México con 4.5%, 9.3%, 9.4%, 21.4% y 9.5%, consecuentemente.
En términos globales y frente a las naciones desarrolladas con mayor incidencia de Covid-19 y cuyos sistemas de salud están ofreciendo la mejor respuesta, la tasa local de fatalidad se ubica entre las de Alemania (4.1%) y los Estados Unidos (5.9%).
El Covid-19, el ambiente y la cultura
¿A qué se deben estos datos, al parecer también reñidos con la relación establecida entre condiciones medioambientales (temperatura y humedad) y la propagación viral óptima?
En términos sociológicos, la experiencia empírica parece indicar que la expansión vírica está siendo favorecida por: a) la densidad poblacional (la pandemia óptima y más letal en los centros híper urbanizados); y b) que afecta principalmente a clases medias y altas: por las condiciones de vida en apartamentos, la vida en ambientes climatizados y la alta movilidad-sociabilidad de sus patrones de vida, trabajo y consumo.
Esta observación sugiere que la incidencia cultural en la expansión vírica no se ha cuestionado, ni estudiado, ni establecido. ¿Cómo afectan las respuestas culturales a la expansión viral? En palabras llanas: ¿qué relación existe entre la expansión y letalidad víricas y los hábitos y costumbres de la gente?
La higiene, ¿nos está ayudando?
Así, la pandemia es una oportunidad para los investigadores y las ciencias sociales. Por ejemplo, para establecer si los hábitos de higiene propios de las naciones caribeñas y centroamericanas, derivadas de la necesidad de combatir el sudor y las altas temperatura y la humedad, inciden positivamente en la expansión-letalidad bajas-moderadas arriba consignadas.
Junto a un clima indicado no favorable para el óptimo desempeño vírico, las mujeres caribeñas no pueden vivir sin bañarse una o varias veces al día y, hacendosas y amas de casa, sin entrar en contacto varias veces al día con el jabón, el detergente y los desinfectantes, cuya eficiencia fue clamada a viva voz por el Presidente estadounidense Donald Trump.
A eso añadimos la pobreza, que no parece ser factor propiciatorio al expulsar a la gente fuera de las viviendas en las que no existen condiciones para permanecer. Así, el virus tiene que colonizar grandes espacios atmosféricos para alcanzar a sus huéspedes. Aún así, si los impacta, incluyendo a las mujeres, será atacado por el regular baño vespertino, con jabón de cuaba, mediante el cual una importante carga viral puede ser desprendida del cuerpo y eliminada.
El mensaje necesario.
Estas observaciones empíricas y preguntas metódicas pueden ser sometidas a verificación por los rectores y estudiosos de la salud regionales. En especial cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) aparece como diciendo “No” a toda nueva experiencia y propuesta, en vez de disponer y/o sugerir estudios inmediatos.
El mensaje principal y necesario desde el inicio debió validar esas riquezas de los sistemas culturales: prioriza la higiene, no sólo el lavado de mano y la distancia social. Si se recibe el virus en la ropa o el cuerpo, lo importante es el aseo completo con lo que la carga viral es significativamente reducida y, en consecuencia, su oportunidad de contagio. También el cambio de vestimenta cada vez que se regresa a la vivienda y, junto a esta, la desinfección buco-nasal. El uso de mascarillas y guantes son preventivos, pero el número de médicos y paramédicos infectados en el mundo sugiere que no son completamente seguros.
La cultura, sí; el modo de vivir y actuar ante el medio ambiente es vital y un poderoso aliado en la guerra contra la expansión viral. Naturalmente junto a otro resultado educativo-cultural: la fortaleza inmunológica, derivada de la alimentación. Una que el Covid-19 obliga a construir como factor preventivo. Juntos pudieron constituir los mensajes principales dirigidos a la diana de la contención viral desde el inicio del riesgo epidemiológico.
Como vemos, pese a la OMS y a los sistemas de salud arrodillados ante ella, de la cultura están surgiendo las respuestas más efectivas en la guerra social contra el Covid-19, incluyendo la revelada utilidad de la perdida solidaridad humana. Son aportes de valor incalculable, pese a que a los gobiernos importa un bledo el estado de abandono y de pobreza de sus mensajeros: los artistas y los intelectuales.