La República

Enfoque

La improvisación es una epidemia peor que coronavirus

Rafael Guillermo Guzmán FermínSanto Domingo. RD

Ante la situación imperan­te en el país, muchos analis­tas y expertos utilizan en sus argumentaciones el término “improvisación” para definir las ineficientes y tardías me­didas que el gobierno ha to­mado ante la pandemia del COVID-19, que se ha consti­tuido en la peor crisis en tér­minos de la sanidad pública, económica y estabilidad so­cial en nuestro país y en todo el planeta.

Es preciso aclarar, que el ánimo que debería pre­valecer en los buenos ciu­dadanos ante esta calami­dad que nos abate sería la de no criticar al gobierno, sino más bien, la de cola­borar en sus iniciativas, co­mo muchos lo han hecho, incluyendo los líderes de la oposición política.

Sin embargo, viendo to­do en perspectiva, las me­didas gubernamentales de­jan mucho que desear tras conocerse el primer infecta­ infecta­do extranjero -Claudio Pas­cualini-, o peor, a sabiendas de que existía desde inicios de año una pandemia de ca­rácter global, por lo que mu­chos expertos en la materia siguen sin entender este des­fase y nos preguntamos: ¿No es el presidente de la Repú­blica la persona mejor infor­mada del país? ¿No es este gobierno y su cabeza princi­pal que más y mejores rela­ciones de Estado tiene con la República Popular China? ¿A caso no sabían que desde finales de diciembre existía ese virus en Wuhan, China, de su propagación por Co­rea del Sur, Japón y Singa­pur, y que luego se convirtió en una catástrofe sanitaria en Italia, España y el resto de Europa?

Ante tales acontecimien­tos, ¿por qué tanta “impre­visión” a pesar de todas estas “alertas” tempranas? Toda­vía al día de hoy, mediados del mes de abril, el gobierno no ha comprado la cantidad de pruebas necesarias para enfrentar la crisis. ¿Cuál es la razón subyacente en todo es­to? ¿Qué se busca? Por ello, las sospechas de las reales razones nos obligan a agre­gar el adjetivo “premedita­do” al término de “improvi­sación”, para que se lea de la siguiente manera: “improvi­sación premeditada”.

En este contexto, y luego de analizado el reciente dis­curso del presidente el pasa­do 18 de abril, más razones encontramos para concluir, que tenemos grandes pro­babilidades de que no habrá elecciones el próximo mes de julio, que se está distan­ciando de su candidato ofi­cialista, Gonzalo Castillo, pues elogia a la persona que le permite dar “pan” a tra­vés de la eficiente estructu­ra del Programa Solidaridad, mientras él continúa dando “circo” con sus maniobras sigilosas desde las sombras. ¡Ojalá equivocarme!

Que nadie se llame a en­gaños, ya que un mandata­rio que desde el inicio de su gobierno impactó con sus famosas “visitas sorpresas”, hoy nos asombra con sus “ausencias sorpresas”. Pero lejos de muchos creer que se encuentra ausente o ajeno a lo que pasa, las evidencias indican todo lo contrario. Creo que en realidad está más concentrado en mane­jar los hilos del poder, pero con la diferencia, de que no es tan solo para gestionar la crisis del COVID-19 que nos abate, si no, con el fin últi­mo de prolongar su manda­to más allá del 16 de agosto, para ganar más tiempo en el complimiento de sus planes.

Basta con leer un segmen­to de su alocución, cito: “…dentro de un año, podamos mirar atrás y decir que logra­mos salir con bien de este di­fícil momento. Cuando eso ocurra, yo ya no seré su pre­sidente.”

Si buscáramos un pensa­miento que defina mejor el referido discurso sería: “Bas­ta una mentira, para poner en duda todas las verdades.”

Desde el desprecio a las solicitudes de una cumbre del liderazgo político para aunar voluntades, la incor­poración del Colegio Mé­dico Dominicano (CMD) como eje transmisor de pro­fesionales de vasta experien­cia, hasta la falta de transpa­rencia en las cifras oficiales y las compras y contratacio­nes del Estado, en pocos me­ses el gobierno dominicano ha dilapidado el poco capital político que le quedaba, au­mentando el grado de des­confianza en la población, que hoy se sitúa en un 70% según las recientes encues­tas.

En efecto, esa falta de dia­fanidad en las políticas in­ternas gubernamentales se­rá la causa fundamental que los pondrá en jaque, pues los resultados de su ausencia de planificación para rever­tir la crisis están a la vista de todos, generando estrés so­cial, ansiedad, desesperanza y exasperación en la pobla­ción. Las evidentes contra­dicciones de informes y ac­ciones entre los principales ministros y las mismas cifras ofrecidas por el presidente son el síntoma más claro de que las cosas andan mal, y que de no cambiar el rumbo vamos camino a la anarquía.

Por la falta de credibilidad y confianza en su accionar, la gran mayoría de los ciuda­danos no respetan las medi­das restrictivas de las auto­ridades. Solo basta con ver las masivas aglomeraciones de personas sin ningún tipo de protección en mercados y plazas; la violación flagran­temente del toque de queda con sus decenas de miles de detenidos, que luego son li­berados sin saber que mu­chos son vectores de conta­gio producto de ello; incluso, tampoco nadie ha hecho ca­so de la recomendación pre­sidencial sobre el uso obliga­torio de mascarillas.

Obstinadamente, el go­bierno ha hecho caso omi­so a las recomendaciones del uso masivo de las prue­bas como método de con­tención, pues son las únicas herramientas confiables pa­ra poder detectar quiénes están o no infectados, ais­larlos y darles el adecuado monitoreo, lo que a la vez permitirá detectar los focos de infección comunitarios para la elaboración de pla­nes que permitan la priori­zación de las intervenciones estatales.

Como dominicano, me da vergüenza y repugnan­cia observar que en mo­mentos en que se imponen los sentimientos de solida­ridad, seriedad, honradez, acciones firmes y concre­tas, compromiso nacional, fiscalización y rendición de cuentas, amor al prójimo, y la necesaria unión nacional, los tomadores de decisio­nes están concentrados en ellos mismos, dejando que la amenaza del COVID-19 se siga desarrollando a su suerte, sin prever que cuan­do esta pandemia llegue a los estratos sociales más vulnerables y desposeídos es probable que se gene­re una crisis de proporcio­nes imprevisibles, a pesar de que al parecer ellos en­tienden tener la capacidad y posibilidad de manejar una “crisis controlada con improvisaciones premedi­tadas”.

Entonces, bajo el con­texto de que, en un país en crisis, el Estado es el actor principal, ¿de quién será la responsabilidad de los po­tenciales miles de muertos e infectados, de los negocios saqueados, etc., produc­to de estas improvisaciones asistidas? A nosotros nos enseñaron que la responsa­bilidad no se delega, sino que se asume por entero.

En conclusión, mientras un grupo dentro del mis­mo sector se le induce a dar “pan y circo”, los titiriteros maestros mueven desde la oscuridad sus hilos intenta­do atropellar nuevamente la Constitución, creyendo ilusoriamente, que sus ma­quinaciones pasarán des­apercibidas en medio de esta crisis humanitaria y de salud. Afortunadamente, creo firmemente que la vo­luntad del pueblo es la que se impondrá, pues todo in­dica que la decisión de acu­dir masivamente a votar en las elecciones del 5 de julio es indetenible, para salir el 16 de agosto a las 10:00 AM de la peor pandemia polí­tica que ha azotado el país en toda su historia republi­cana.

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