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Efemérides

La batalla de Santiago

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Juan Daniel BalcácerSanto Domingo

El 27 de Febrero de 1844 se proclamó la República Dominicana como Estado independiente de toda dominación extranjera, y ese trascendental acontecimiento histórico hizo a Febrero memorable para todos los dominicanos. Sin embargo, como se ha señalado en otro trabajo, si febrero es el Mes de la Patria, entonces tenemos que Marzo es el Mes de la salvación de la Patria.

Se recordará que tan pronto se supo en Haití la noticia de que los dominicanos habían decidido independizarse y constituirse en un Estado libre e independiente de toda dominación extranjera, el entonces Presidente de esa nación, el general Charles Herard, organizó una invasión militar compuesta por más de 30,000 hombres, dividida en tres grandes columnas que penetraron simultaneamente a territorio dominicano por el Sur y por el Norte, con el objetivo de que las tres columnas convergieran frente a la ciudad de Santo Domingo, sede del nuevo gobierno. El propósito de esta embestida militar no era otro que el de nueva vez someter al pueblo dominicano al dominio haitiano. Sabemos que el día 19, en Azua, las tropas del improvisado ejército dominicano, dirigidas por Pedro Santana, Antonio Duvergé, Francisco Soñé, Vicente Noble y otros valerosos soldados, asestaron el primer revés militar a las tropas invasoras, impidiendo de esa manera el avance de las mismas hacia la ciudad de Santo Domingo. Diez días después, esto es el 29 de marzo, las tropas dirigidas por el general Jean Louis Pierrot, ajenas a cuanto había sucedido en Azua, llegaron a Hato del Yaque, donde se atrincheraron a la espera del momento oportuno para atacar la ciudad de Santiago, y así continuar su marcha en dirección a la ciudad de Santo Domingo, sede del nuevo gobierno que emergió del memorable Grito del Conde.

Los santiaguenses, que días antes fueron alertados por un ciudadano inglés de nombre Teodoro Heneken, tuvieron oportunidad para preparar la defensa de la ciudad, de manera que cuando Pierrot y sus soldados llegaron a las inmediaciones de Santiago, ya se les esperaba para oponerle una resistencia que los agresores jamás sospecharon.

La primera gran batalla del joven ejército dominicano duró desde las 12 del mediodía hasta poco después de las cinco de la tarde del día 30 de marzo. Los partes militares dan cuenta de que el ejército haitiano atacó en masa y que desde la posición superior que ocupaban los dominicanos, resultó sobremanera fácil infligirles numerosas bajas a sus adversarios.

Al cabo de varias horas de la refriega, el cese de fuego momentáneo fue aprovechado por la parte dominicana para dialogar con los invasores. Es fama que esa fue la oportunidad que aprovecharon los dominicanos para recurrir a un ardid que dejó perplejo al general Pierrot, toda vez que la parte dominicana le mostró un suelto al viejo comandante haitiano, que había sido impreso en Santo Domingo, dando cuenta de que el presidente general Charles Herard había muerto en combate en Azua, durante la batalla del día 19.

Ante esa inesperada noticia, dice el historiador nacional José Gabriel García, el general Pierrot no pensó en otra cosa que en la oportunidad de ocupar la presidencia de su país, razón por la cual de inmediato ordenó una apresurada retirada de sus tropas, que los dominicanos aprovecharon para continuar infligiéndoles más bajas al ejército invasor.

Se ha debatido mucho en torno a la memorable batalla de Santiago del 30 de marzo de 1844. Pero lo cierto es que si ese día los santiagueros no hubiesen contenido el avance de la columna de Pierrot hacia Santo Domingo, nuestros patriotas no habrían podido asegurar la pervivencia y continuidad del joven Estado dominicano. Es pues por tal razón que sostengo que el triunfo de las armas dominicanas en Azua y en Santiago constituyeron entonces la salvación de la naciente República.

He ahí la singular trascendencia política y militar de la Batalla de Santiago de 1844. En consecuencia, los auténticos dominicanos debemos sentirnos orgullosos del aludido triunfo de las armas dominicanas, con el fin no solo de preservar la memoria histórica de nuestro pueblo, sino también para fomentar entre las jóvenes generaciones el conocimiento del pasado dominicano y el fervor sus prohombres y egregias mujeres en el devenir de sus grandes epopeyas nacionales.

Rindamos, pues, tributo eterno a los héroes de la batalla de Santiago: José María Imbert, Fernando Valerio, Francisco A. Salcedo, Ramón Mella, Eugenio Pelletier, Achilles Michel y a todos los que contribuyeron a la salvación de la República Dominicana. Porque a partir del triunfo dominicano en Santiago, el 30 de marzo de 1844, nuestros antepasados salieron convencidos de que, contrario al descreimiento del sector conservador y afrancesado, los dominicanos sí éramos dignos de una Patria libre y sobre todo capaces de defenderla hasta con la propia vida. ¡Loor a los prohombres del 30 de marzo de 1844!