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Trascendencia histórica de la Batalla de Azua

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Juan Daniel BalcácerSanto Domingo

Todo dominicano familiarizado con los acontecimientos históricos que hicieron viable el proyecto político de Juan Pablo Duarte, sabe que Febrero es el MES DE LA PATRIA porque fue en Febrero de 1844, hace 176 años, cuando por primera vez tuvimos una República Dominicana libre e independiente, así como la bandera tricolor que desde entonces ha devenido en uno de los símbolos distintivos más sagrados de nuestra identidad nacional.

Pero si FEBRERO es el mes del nacimiento de la República, MARZO, real y efectivamente, constituye el mes clave en cuanto se refiere al proceso de reafirmación del proyecto independentista; puesto que fue en marzo de 1844 cuando nuestros antepasados comenzaron a crear las bases sobre las que se levantaría la República.

La noticia de que los dominicanos se habían constituido en un Estado soberano llegó a Puerto Príncipe el día 3 de marzo y acto seguido el presidente Charles Herard solicitó permiso de la Asamblea Constituyente para dirigirse a la parte del Este, al frente de un imponente ejército de más de 30,000 soldados, con el propósito de sofocar lo que ellos calificaron de movimiento sedicioso que atentaba contra la indivisibilidad de la República haitiana. Así las cosas, Herard no perdió tiempo y de inmediato “puso en movimiento todas las tropas de la República, y confiando la invasión de la parte del Norte al general Pierrot, se reservó dirigir personalmente la de Sur, cuyas fronteras pasó el día 9 dividiendo su ejército en dos cuerpos: uno que tomó la dirección de Neiba al mando del general Souffront, y otro que siguió sobre Las Matas a sus órdenes inmediatas”.

Paralelamente, la Junta Central Gubernativa le comunicó oficialmente al Presidente de la República haitiana, el mismo 9 de marzo, que “los pueblos de la parte antes Española… han tomado la firme resolución de reivindicar sus derechos, creyéndose por sí más capaces de proveer a su prosperidad, seguridad y bienestar futuro, erigiéndose en un estado soberano cuyos principios están consagrados en el Manifiesto de que acompañamos a Usted dos ejemplares”; al tiempo que le advertía que, en caso de persistir en la cuestión de la indivisibilidad del territorio insular, los dominicanos estaban resueltos “a dar al mundo entero el espectáculo de un pueblo que se sacrificará en la defensa de sus derechos y que se reducirá a cenizas y escombros si sus opresores que se vanaglorian de libres y civilizados, nos quisieren imponer condiciones aún más duras que la muerte”.

Naturalmente, el presidente haitiano no prestó atención a las comunicaciones oficiales de los dominicanos y, por el contrario, el día 12 de marzo, mientras se encontraba en Las Caobas, dirigió una “Proclama” a los haitianos acusando a los dominicanos de actuar resentidos por los excesos del dictador Boyer y de ser unos ambiciosos que sólo pretendían “quebrantar la indivisibilidad de la República”, cosa que él no permitiría. Herard dijo además que, aún cuando había invadido el territorio dominicano al frente de 30,000 soldados, se presentaba “como mensajero de paz y de la verdad”, pero que si encontraba resistencia no vacilaría en emplear la fuerza para someter a los dominicanos a la obediencia; y en un tono algo intimidatorio, también vaticinó que “dentro de unos días llegaré a las puertas de Santo Domingo…”

Sin embargo, nunca llegaron a Santo Domingo, porque el 19 de marzo de 1844, los valientes patriotas de Azua y de otros pueblos aledaños, junto con el incipiente ejército nacional que dirigía el general Pedro Santana, sencillamente no se lo permitieron, frustrando así las pretensiones haitianas de volver a imponerle a los dominicanos el esquema político de dominación que prevaleció desde 1822 hasta 1844.