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Los buzos del vertedero de Duquesa temen por su cierre

Paul MathiasenSanto Domingo, RD

Llegar al vertedero de Duquesa es arduo, consta de caminos que no se pueden considerar como calles, dado el abundante barro, los hoyos y las zanjas, condiciones que temen los choferes de hasta los más grandes camiones, ante la posibilidad de quedarse atascados.

Por estas vías transitan cotidianamente, además de camiones y transportes con desechos, miles de personas, ya sea a pie o en motocicletas, que califican el vertedero como su zona de trabajo y la única posibilidad “seria” de sustentar su vida.

Esta travesía por caminos irregulares es solo el inicio para los trabajadores informales, conocidos popularmente como “buzos”, quienes diariamente se sumergen entre lo que algunos desechan como basura, para buscar objetos que puedan generarles ganancia al ser reciclados.

“Las condiciones de los caminos es lo de menos”, dice Horacio, uno de los buzos que descansa durante su hora de almuerzo. Acción siguiente, levanta la mirada y señala la montaña de basura que da la bienvenida a aquellos que atraviesan la puerta del vertedero “ahí inicio el verdadero fuete”.

Sentado en unas escalinatas de concreto, que sirven como asiento y punto de descanso para los buzos, Horacio y otros trabajadores informales del vertedero, abren sus ojos en señal de sorpresa y se miran entre ellos al escuchar sobre el reciente decreto del presidente Danilo Medina, que ordena el “cierre técnico” del vertedero de Duquesa.

“A nosotros nunca nos dijeron nada, si no fuera por usted tal vez no nos hubiéramos enterado cuándo cierran esto aquí”, comenta Horacio.

Momentos previos a enterarse de la noticia que les cambiaría su rostro, Horacio y Chipile, como se identificaron dos de ellos, reconociendo además ser de origen haitiano, conversaban y reían con José y Pedro, dos dominicanos que hacen de buzo por igual.

Desde 2001, Horacio mantiene el oficio de buzo que ayuda a sustentar su casa y familia en base a las ganancias que pueda obtener a partir del reciclaje. “Ya son muchos años aquí, 19 para ser específico, no sé qué haría si se cierra esto”, lamenta Horacio.

Segundo después y con algunas señales de molestia en su voz, Horacio se pregunta: “¿Qué va a hacer Danilo Medina con los más de cinco mil personas que vienen a trabajar diario aquí?”.

De acuerdo a Horacio y confirmado por los demás colegas que lo rodean y que escuchan atentamente sus declaraciones a un equipo de Listín Diario, alrededor de 5,000 buzos se sumergen diariamente entre los desechos en lo que consideran “su trabajo”.

Esta labor de recolectar entre los millones de desechos que tiran las personas que habitan en el Gran Santo Domingo, materiales como plásticos, metales, alambres y vidrios, les puede generar ganancias de hasta RD$30,000 en un “mes bueno”, mientras que en el peor de los escenarios, pueden llegar a reunir cerca de RD$10,000, lo que se puede traducir a un salario mínimo en el sector público.

Esta labor que realizan los aproximadamente 5,000 buzos mueve no únicamente su economía personal, si no la de las recicladoras próximas de la zona, las cuales se sustentan en base a los materiales que les pueden llegar a ofrecer estos trabajadores informales del vertedero de Duquesa.

Condiciones laborales A pesar de las ganancias que les puede significar el recolectar y reciclar basura, las condiciones laborales que deben aguantar los buzos son desagradables.

Dejando de lado los turbios caminos para llegar a la zona, los buzos deben de aguantar el hedor que desprenden las toneladas de desechos acumulados, la luz solar que les quema la piel y les exige estar necesariamente cubiertos, lo que es arma de doble filo, dado que las vestimentas improvisadas que utilizan provocan un “calor imposible”, según describen los buzos, alegando, sin embargo, que “uno se acostumbra con el tiempo”.

Estas cuestiones quedan estrictamente en el plano de la salud, pero estos buzos que trabajan en condiciones infrahumanas, deben de pagar eventualmente un “peaje” para entrar.

Chipile, quien comenta sobre esta situación, alega que cada tiempo los buzos deben darles algo de dinero a las personas que administran o vigilan el lugar a fin de poder entrar a realizar sus labores.

“Nos cobran a veces para dejarnos entrar, no es mucho, pero eso a veces nos sirve para completar una comida”, explica Chipile.

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